- ¿Qué ha cambiado en estos cinco años, Emilio?
- Como persona no he cambiado nada. Sigo siendo el mismo, con mi misma forma de ser y mi personalidad, pero sí es cierto que toda esa lucha que en aquellos años difíciles llevé, junto a esa ilusión y esa locura por el toreo, han hecho que hayan dado resultado. Todo en la vida se consigue con trabajo y con sacrificio, y profesionalmente ha cambiado por no dejar de confiar en mí cuando mucha gente no lo hacía.
- ¿Cuesta menos ahora echar la vista atrás? ¿Se siente recompensado por tantos años en el ostracismo?
- Ahora mismo sí, mucho. El sacrificio que hice todos esos años no ha sido en balde, sino al revés: lo volvería a hacer una y mil veces por conseguir el sueño que he tenido siempre que es ser torero, estar en las ferias y vivir lo bonito de la profesión. Por eso creo que todos esos esfuerzos han merecido la pena.
- El domingo no hubo suerte en Calasparra pero la tarde del sábado en Valencia hizo ver el gran momento en el que se encuentra su toreo…
- Fue imposible. Los dos toros que me tocaron estaban burriciegos y el primero casi me arrolla varias veces con el capote, pero bueno, me quedo con el buen sabor de boca del día anterior en Valencia. Cuando llegué al hotel no me creía que hubiera salido andando, ya que se dieron todas las circunstancias favorables para haberlo hecho a hombros. El descabello, el presidente, la espada... Pero bueno, creo que lo que les hice a los toros lo vio todo el mundo y creo que es importante.
- ¿Qué es vivir plenamente en torero?
- Algo muy bonito pero muy duro. Muchas veces te tienes que privar de muchas cosas que cuando eres joven quieres hacer. Y no puedes distraerte en cuestiones que te gustaría realizar, pero lo principal es entregar tu vida totalmente al toreo y esperar que éste te dé su recompensa, que puede llegar o no. En definitiva, vivir en torero es entregar tu vida a cambio de nada.
- El triunfo de Madrid en Otoño, ¿cree que ha sido justo del todo con usted?
- Bueno, creo que triunfar en Madrid es muy importante y uno espera la mayor repercusión posible, pero creo que no debo entrar a juzgar esas cosas; el paso del tiempo lo dirá. El toreo es una profesión o una carrera de fondo en la cual hay que tener la mayor paciencia posible para conseguir los objetivos. Entonces, muchas veces a lo mejor no te sientes recompensado, pero si uno sigue apostando, si se quiere, al final todo llega.
- ¿Qué supuso para usted la lesión de Vistalegre, sabiendo que la temporada estaba ya empezando?
- La verdad es que me perjudicó mucho. De primeras estar en una plaza como Vistalegre para mí es una responsabilidad enorme, porque es a principio de temporada y no deja de ser Madrid. Por tanto creo que eso marca mucho. Salí con un triunfo pero también con una lesión que me privó de estar en Valencia y Olivenza, que son ferias muy importantes. Y sí es cierto que marcó un punto de inflexión interior por ver que se aproximaba la temporada, pero en el fondo eso es el toreo: saber superar día a día tus adversidades.
- Parece que la recuperación y la interiorización personal durante ese tiempo hayan aumentado o agudizado el poso y el clasicismo de su toreo…
- Sí es cierto que el paso de todo ese tiempo te hace madurar, mejorar día a día e ir puliéndote como torero, pero creo que el concepto lo he tenido siempre. Aunque sí es cierto que el rodearse tan a menudo de profesionales, como estoy y como he estado, siempre te hace crecer.
- Su espada se ha convertido en un bastión que busca cimentar una regularidad y una dimensión en la ejecución con la mayor pureza posible. Se nota cuando un torero lo ve claro...
- Y cuando no lo ve también se nota (risas). Cuando lo matas te vienes arriba; ahora, cuando tienes rachas que los pinchas también me siento muy jodido. Este año se me han ido varios toros a los que les tenía cortadas las orejas, pero sí es cierto que cuando matas un toro bien, el aficionado y los profesionales me lo cantan. Cuando me entrego en una estocada trato de hacerlo con toda la verdad por delante.
- La ‘nueva’ hornada de toreros de interés para el aficionado, como es su caso, no deja de dar sus frutos con tardes muy serias de compromiso irrefutable. Pero además de la búsqueda del triunfo, que es muy necesario, usted da muestras de vaciarse y abandonarse toreando aunque haya tardes en las que no corte las orejas. Ahora mismo, ¿prima más ese triunfo que el numérico?
- Como bien dices, el triunfo numérico es muy importante en mi situación personal, ya que trato de ir escalando posiciones en el escalafón para situarme en un sitio importante, pero sí es cierto que las orejas vienen a partir de lo que tú seas capaz de expresar en la plaza. Por lo tanto, soy fiel a mí mismo, trato de ser sincero y entregar todo lo que tengo como torero y de tener la tranquilidad de saber que el triunfo viene tras la consecuencia de todo eso.
- Si pudiera dar marcha atrás, ¿cambiaría algo?
- Habré tenido y tengo muchos errores, pero estoy muy orgulloso de lo que poco a poco he ido consiguiendo como torero, porque ha sido todo ganado a pulso y me siento muy valorado por los aficionados y los profesionales. Eso para mí es la mayor satisfacción. Por lo tanto, no cambiaría nada: haría lo que he hecho y de la misma forma.