Sinceramente, las ganas de ver toros que tiene el aficionado de Madrid fuera de temporada, no están pagadas. Ese entusiasmo de oír los primeros nombres, hierros y localidades que darán los primeros festejos, hace crearse un aura de motivación por ver tardes de toros en plaza o televisión. Twitter, Facebook o WhatsApp. los ecos de los carteles empiezan a retumbar y con ellos las primeras impresiones, críticas y opiniones diversas que suscitan los mismos. Bien, pareceres distintos o ambigüedades que afloran de la manera de cada cuál por entender la tauromaquia que más se acerca a su gusto. Pero llegan las ferias, las plazas importantes, las responsabilidades. En ese preciso instante, la expectación supera a la realidad. «A ver si este año es…», pero no. Otro día más en la oficina.

Las ferias siguen siendo iguales. La amplitud de variantes con los encastes es nula. El triunfalismo deja en casa a verdaderos triunfadores que han visto violado su sitio en estas ferias de alto standing. La estrafalarias presentaciones de los astados lidiados, desafinando los cánones del trapío hasta la sordera más aguda que da una mascletá. Un sevillano abril que se presenta para ricos y palmeros pero en ningún caso para el toro y los méritos de los que siguen en casa...

Así que mi única esperanza eres tú. ¡Madrid, despierta! Ha llegado tu hora. El momento en que tu emblemática plaza se vuelve a poner guapa para dar la bienvenida a la temporada venteña. Y sí, este año de una manera muy significante. Lo que no se cuida, por lógica, se acaba damnificando o extinguiendo. De un tiempo a esta parte, los sucesivos acontecimientos que se han venido dando, no ha sido una cama de rosas para el verdadero aficionado, que lejos de encumbrar sin ton ni son, se tira de los pelos por la decadencia de las plazas y su público.

Por ello, tienes las llaves del cielo y del infierno. Es por ello que tu impronta personalidad te ha hecho eterna en el toreo y el demostrarlo, desde este domingo será primordial. Si nadie pone tierra de por medio, que lo haga Madrid. Con todas las de la ley. Alusiones aparte, al olimpo de esta plaza no se llega a trompicones ni por despropósitos. Es Las Ventas. El sitio por el que algunos dan segundos de su vida por estar y donde otros pasan sin pena ni gloria. Por la sencilla razón de que no hay más verdad que el toro pone a cada uno en su lugar. Y más en Madrid.

Me cuesta creer que el conformismo aflore en la plaza de la calle Alcalá. Que cada tarde de toros se convierta en una jarana festiva sin darle el mayor cuidado y la importancia que merece, a lo que ocurra allí. En cualquier caso, los precedentes son el punto de inflexión para no permitir que suceda. O al menos, que no quede en el intento. Nos pisarán por todos lados. El corazón del aficionado afligido, dolido por el trato a la Fiesta y por supuesto al toro, tiene que hablar. Demostrar que esto le interesa, haciendo saber que la callada por respuesta no es la solución. Si de verdad se quiere, hay que cuidarlo. Porque el día que Madrid deje de hacerlo, se acabó.