Por el piton derecho
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¡Qué gran ganadero!
Obituario. Fernando Domecq

¡Qué gran ganadero!

Luis Miguel Parrado
 
No había trascendido el estado de salud de Fernando Domecq, aunque los profesionales, sobre todo los del campo, lo conocían. Así que la noticia no ha sido inesperada. Nos ha dejado uno de los referentes de la ganadería brava, uno de los mejores ganaderos del último medio siglo, porque aunque los más jóvenes sólo conozcan la trayectoria de Fernando al timón de su último, y más personal proyecto, que ha sido Zalduendo, su vida ha ido ligada a criar toros bravos.
 
Fernando, uno de los diez hijos que tuvo el matrimonio formado por Juan Pedro Domecq y Díez y Matilde Solís, ya comenzó a llevar la ganadería familiar incluso antes de la muerte del patriarca, que tuvo lugar en 1975. Para entonces ya existía en la casa un segundo hierro ganadero, el de Jandilla, que pasaría a ser el principal cuando el hermano mayor, Juan Pedro Domecq Solís se independizó de la familia para crear su propia vacada.
 
Una vez Juan Pedro se hubo llevado los ganados que le correspondían, Matilde Solís, dueña del hierro, trasvasó todos los ganados restantes al de Jandilla, que sería el que a partir de ese momento identificaría a la familia. No tardó Fernando en poner la divisa azul en los mejores carteles de todas las ferias, consiguiendo algo tan difícil como ser ganadería predilecta de público y toreros.
 
Así fue hasta que en 1988 decidió embarcarse en su última aventura. Fundar Zalduendo. Compró el hierro, más que centenario, y lo anunció con el apellido de quien había sido su fundador. No quería vanidades Fernando, sabía que todo el mundo iba a saber en poco tiempo que aquella era su obra. ¡Y qué obra! Se llevó a 'La Moheda', en tierras cacereñas, la parte que le correspondía de la vacada familiar más dos erales, Farolero y Tunante, que serían posteriormente tentados y ligarían de forma maravillosa hasta hacer de Zalduendo un nombre imprescindible en todos los carteles. A esas vacas añadió un lotecito de su tío Salvador Domecq 'El Torero', porque ya se sabe que todos los Domecq siempre han acudido a la fuente de Tío Salvador para beber de su bravura.
 
Fernando empezó a lidiar toros en 1992, y ya desde el minuto uno demostró el grandioso ganadero que era. No sería cuestión de escribir aquí una retahíla interminable de toros célebres, de vueltas al ruedo y de premios y más premios. Porque hay uno de esos animales que resume a la perfección qué llegó a ser Zalduendo. Se llamó Jarabito y salió como cuarto una tarde abrileña en La Maestranza de Sevilla. Yo creo que Emilio Muñoz no había toreado tan roto desde aquella faena que en 1990 hizo a un cinqueño cárdeno de Manolo González cuando reapareció tras muchos avatares vitales.
 
Ese Jarabito al que ni siquiera se premió con la vuelta al ruedo, pero que era más merecedor del indulto que el 99% de los toros a los que se perdona la vida hoy en día con este buenismo reinante que nos lleva a mal puerto, fue la sublimación de la bravura. Y Emilio Muñoz, la del toreo en esa tarde mágica.
 
Y es que a Fernando Domecq le gustaba ese tipo de toro. Bravo, pero con clase, sin ese disparo, ese movimiento que después se puso tan de moda. Ir contracorriente le pasó factura. En eso y en la búsqueda de las hechuras. Sus toros se quedaron chicos, eran dijes de bonitos, pero la gente empezó a no darles importancia. Además, aumentó sus camadas hasta ser uno de los ganaderos que más lidiaban cada año, y eso tampoco gustó a los aficionados, que fueron quitando de sus preferencias a esta ganadería. Cierto es que todos los criadores dicen que una vacada larga es mucho mejor que una corta, pero entre unas cosas y otras a Fernando le iban quitando la ilusión. Así, hasta que en 2014, hace apenas cinco años, se lió la manta a la cabeza y vendió la ganadería completa a Alberto Bailleres.
 
Ayer le guardaron un minuto de silencio en Madrid. Y mientras se hacía yo recordaba que justo once años antes, en Granada, El Fandi le había cortado el rabo a Jinete-130 uno de tantos toros notables salidos de 'La Moheda'. Por aquel entonces seguro que aquel Fernando, jovial e ilusionado, ni imaginaba que iba a morirse tan pronto y además no siendo ganadero. Él, que ha sido uno de los más grandes de la historia.
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