Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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¡Toro!, ¡Toro!, ¡Toro!
¡Toro!, ¡Toro!, ¡Toro!
¡Toro!, ¡Toro!, ¡Toro!
¡Toro!, ¡Toro!, ¡Toro!
¡Toro!, ¡Toro!, ¡Toro!
¡Toro!, ¡Toro!, ¡Toro!
¡Toro!, ¡Toro!, ¡Toro!
¡Toro!, ¡Toro!, ¡Toro!
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¡Toro!, ¡Toro!, ¡Toro!
¡Toro!, ¡Toro!, ¡Toro!
¡Toro!, ¡Toro!, ¡Toro!
Madrid. Crónica 22ª de la Feria de San Isidro

¡Toro!, ¡Toro!, ¡Toro!

Alejandro Martínez

Eran las nueve y cuarto de la noche y, mientras Alberto López Simón se afanaba en pegar pases a un animal manso y moribundo, parte del público gritaba “¡Toro!, ¡Toro!, ¡Toro!” ¿Por qué?, se preguntarán ustedes. Pues sencillamente porque el toro sigue desparecido. Y por toro me refiero, obviamente, a ese animal bravo y encastado que debería ser eje y protagonista de esta fiesta. En sustitución del toro bravo, lo que cada tarde se lidia en Madrid es un animal de la especie bovina que no tiene ni poder ni fiereza. Moribundos con alma de mansos. Ni más, ni menos. ¿Y así pretenden que la gente no abandone las plazas? O más aún, ¿qué se suba al carro de la tauromaquia? Los que se apunten a esto debe ser que no tienen nada mejor que hacer en la vida. Porque, ¡qué bodrio! Más de dos horas de un espectáculo carente de cualquier atisbo de lucimiento o emoción. Insoportable.

Y es que, por mucho que algunos se empeñen en negarlo, cuando el toro no tiene casta... Ni por muy valiente y quieto que esté el torero, ni por muy artístico que sea su concepto; si no hay toro, no hay nada. Falta la verdad, la emoción, la esencia de este espectáculo. Pero esta es la fiesta que nos ha tocado vivir. La bravura y la casta son milagros de los que raramente somos testigos. Y así pasa, que mientras el toro y el torero están en el ruedo, allí nadie presta atención. Bueno, si acaso, el apoderado, la cuadrilla y el mozo de espadas. Y habría que verlo. El resto –hoy cerca de veinticuatro mil personas en Las Ventas– aguantan el aburrimiento como buenamente pueden. Unos se echan una cabezadita, otros charlan con el vecino, algunos se dan a la bebida... Y mientras tanto, el torero, a lo suyo. No importa que delante tenga a un animalito tan soso y descastado que no transmite nada; lo importante es dar muletazos. Con la derecha, con la izquierda –menos–, por arriba, por abajo... En vez de toreros parecen obreros del toreo; trabajadores con el oficio bien aprendido, pero que no generan entusiasmo alguno.

Es el caso de El Fandi, que tras dieciséis años de alternativa, hace lo mismo día tras día. No importa en que plaza se encuentre, o el toro que tenga enfrente; su numerito siempre es el mismo. Y cada vez arrebata menos pasiones (sí, aunque parece imposible, hay gente que disfruta con él). Inédito con el capote, no tuvo a bien ahorrarnos el suplicio de las banderillas y protagonizó los segundos tercios de sus dos turnos. Siempre a toro pasado, clavó con facilidad, y arrancó algunos aplausos y también unas pocas protestas. Y es que hay que ser atrevido para ponerse a parear así tras la lección impartida por Ángel Otero. El peón de David Mora protagonizó uno de los escasos momentos de interés al parear, de forma magistral, al segundo de la tarde. Dando todas las ventajas a un toro que esperaba, cuadró en la cara y se la jugó en dos pares que pusieron la plaza en pie. Fandi, con la muleta, dio mil trapazos tirando de oficio y precauciones. Sin el más mínimo pudor, se quitó siempre a la hora del embroque y pegó tantos pases como estrellas hay en el cielo. Habilidoso con la espada, los despachó rápido. Algo es algo.

David Mora volvía a San Isidro tras su puerta grande del martes. Pero hoy no se repitió la historia. Tan voluntarioso como perfilero, se limitó a componer la figura y acompañar las embestidas de sus oponentes. Especialmente insustancial fue el segundo de sus trasteos. Frente a un astado noble y de buena condición, pero muy blando pese a lo poco que se le castigó en varas, dio muchos pases y ninguno bueno. Al menos, ante el manso segundo, que era una raspa con cuernos y que, además de mansedumbre, tuvo cierta guasa; se la jugó más y sufrió una voltereta sin consecuencias.

Por su parte, López Simón, que el año pasado a estas alturas ya era uno de los grandes triunfadores de Madrid y una de las revelaciones de la temporada, sigue sin alcanzar el nivel esperado. Si bien es verdad que exprimió al máximo la nobleza de un tercer toro que reponía debido a su debilidad; los muletazos los ligó a base de retrasar la pierna y además los remató todos por arriba. Con el sexto, un manso y descastadísimo sobrero de Salvador Domecq, no pudo hacer más que meterse entre los pitones y demostrar su valor. En su última tarde en el abono, el próximo miércoles en la Corrida de la Beneficencia, se lo juega todo.

Hoy, por cierto, el petardo ganadero llevó la firma de El Pilar. ¡Vaya feria!

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 22ª de la Feria de San Isidro. Lleno de “No hay billetes”. Se lidiaron cinco toros de El Pilar, algunos grandes y serios, y otros chicos y escurridos; mansos, nobles, descastados y flojos. Y uno, 6º bis, sobrero de Salvador Domecq, bien presentado, noble y descastado.
  • El Fandi: silencio y silencio.
  • David Mora: silencio tras aviso y silencio.
  • López Simón: palmas tras aviso y silencio.

 

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