Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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¿Y los Miura?
PAMPLONA. CRÓNICA 10ª DE LA FERA DEL TORO

¿Y los Miura?

Alejandro Martínez
 
Tras una Feria de San Fermín con predominio del toro noble, manso y descastado, había grandes esperanzas en la última corrida del abono. Miura, el hierro más tradicional y esperado en Pamplona, cerraba los sanfermines de este año. O eso, al menos, era lo que estaba anunciado. Porque, una vez finalizado el festejo, alguno se preguntaría: ¿dónde están los Miura? Y es que, la mayoría de los seis ejemplares de la divisa sevillana no cumplió con lo que se esperaba de ellos. Si bien en apariencia sí fueron fieles a su particularísimo encaste; el comportamiento resultó muy diferente. Ese toro de Miura duro de patas y de gran sentido, que puede llegar a empujar con bravura en el caballo y acabar entregándose en el último tercio... Ese toro no apareció. Por el contrario, y contra todo pronóstico, lo que predominó fue la falta de fuerzas. Una alarmante flojedad que rozó la invalidez en el caso de los lidiados en segundo y tercer lugar. Animales derrumbados a los que hay que cuidar y sostener. ¿Cuidar a un Miura? ¡¿Pero hasta dónde hemos llegado?!
 
Salvo los corridos como primero y sexto, más complicados, el resto destacaron por su nobleza y escasez de fuerzas. Toda una decepción que aprovecharon los tres diestros. Una terna de valientes veteranos entre los que estaba Eduardo Dávila Miura. El sevillano, retirado de los ruedos desde hace una década, tuvo los arrestos de anunciarse con la ganadería familiar, y en Pamplona. Gesto y gesta. Y no le salió mal la jugada. Sereno y tranquilo, le cortó una oreja al segundo, un astado muy blando, pero que tuvo nobleza y calidad. Pese a que no pudo exigirle por abajo, Dávila entendió al toro a la perfección y logró buenos y templados muletazos por ambas manos. Además, algunos de los pases de pecho que ejecutó fueron para enmarcar. Tras una buena estocada –de las pocas esta feria–, paseó el merecido trofeo. El quinto, al que tampoco le sobraba fuerza ni casta, le pegó un susto cuando se disponía a empezar una serie por el derecho. El viento lo destapó, el toro se le vino encima, y le acabó metiendo dramáticamente el pitón por dentro del chaleco. Por fortuna no pasó nada y, muy dispuesto, se esforzó en un trasteo que alcanzó momentos estimables al natural.
 
Otra gran estocada le recetó al tercero Javier Castaño. Aparentemente repuesto del cáncer de testículos que hizo público a principios de año, el salmantino compareció en Pamplona sustituyendo a Manuel Escribano. Frente al flojo primero de su lote, un ejemplar que reponía rápido y se defendía, anduvo muy digno y consiguió algún muletazo de gran mérito. Con la espada, su eterno talón de Aquiles, se la jugó y dejó un estocadón un punto trasero pero ejecutado con compromiso y verdad. Tras un golpe de descabello, los tendidos se poblaron de pañuelos, pero el presidente no atendió la petición mayoritaria. Todo un escándalo teniendo en cuenta la cantidad de orejas que han regalado esta feria tras infames bajonazos. Con el sexto, un manso que se quedaba corto y echaba la cara arriba con violencia, Castaño hizo lo que buenamente pudo.
 
Otro apéndice le birlaron a Rafaelillo. Pese a que mató de un bajonazo al cuarto, la gente pidió la oreja. Todo tras una labor de enorme disposición y entrega en la que el murciano exprimió a un animal –el que mejor pelea hizo en el caballo– que tuvo calidad y afán de embestida, pero que apenas podía con su alma. El fortísimo primer puyazo que le administraron y un par de violentos encontronazos que se pegó contra los burladeros, no ayudaron. El que abrió plaza, el único colorado del sexteto, pareció no andar sobrado de fuerza en los primeros tercios, pero tras asentarse, desarrolló peligro y complicaciones. Muy mirón y de corto recorrido, midió a un capaz e inteligente Rafaelillo que lo probó por ambas manos en un trasteo a la vieja usanza: sobre las piernas. Con la espada, estuvo habilidoso.
 
 
  • Plaza de toros de Pamplona. 10ª y última de la Feria del Toro. Lleno. Se lidiaron seis toros de Miura, bien presentados, en tipo; y blandos, mansos, nobles y descastados en conjunto. 1º y 6º, más complicados.
  • Rafaelillo: ovación con saludos y vuelta al ruedo tras petición
  • Dávila Miura: oreja y ovación con saludos tras dos avisos
  • Javier Castaño: vuelta al ruedo tras petición y aviso y silencio
 

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