El cuarto festejo de “Soy Noviller@” ejemplificó a la perfección la cara y la cruz en esto de los toros. La buena y la mala suerte. Los sabores y los sinsabores. Emilio Bresó y Diego Carretero salieron a hombros de la plaza de toros illescana tras cortar dos y tres orejas, respectivamente. Y es que la fortuna quiso que en sus lotes hubiese dos novillos premiados con la vuelta al ruedo. Se juntó todo: novilleros, novillos y un público animoso que respondió a la llamada del certamen y que pidió con ganas las orejas para los chavales. En el otro lado de la moneda, Aitor Darío “El Gallo”, que se fue por su propio pie tras sortear el peor lote de la tarde, de muy bajas o nulas opciones de triunfo. Esta vez no pudo ser, pero por lo dispuesto, apunta alto el novillero de Cuenca.
A porta gayola quiso recibir Emilio Bresó al novillo que abrió plaza, pero éste ni se percató de que el de Almadenejos ahí le esperaba. Aseado con el percal, brindó al público antes de comenzar a instrumentar una faena de altibajos en la que alternó momentos en los que derrochó personalidad y gusto, con otros en los que pecó de falta de acople. Con todo, muy metido en la faena desde el primer segundo, ofreció algunas pinceladas notables en el toreo por bajo y al natural, templado y relajado. No anduvo bien con la espada, pues ésta se fue muy abajo. De rodillas y en los medios comenzó su labor muleteril al segundo de su lote, basando todo en la mano izquierda, codilleando. Una mano que si se sigue trabajando y puliendo puede dar muchas alegrías. Bresó tardó mucho en entrar a matar ante la petición del público de indulto, y eso le pudo pesar con el uso del acero, pues estuvo desacertado y encima le propinó una voltereta.
Le costó un mundo a Aitor Darío “El Gallo” embarcar en el capote a Herbívoro, que salía suelto tras cada lance, un novillo de Encinagrande muy justo de fuerzas y sin transmisión, que no permitió nada en absoluto al novillero conquense. Su mérito fue mantenerlo en pie, y no fue poco mérito. Con sacacorchos pudo obtener algún pasaje notable sobre todo con la mano izquierda… pero el animal era un pozo sin agua. Con tres largas cambiadas de rodillas saludó a su segundo antes de comenzar faena con ayudados por alto, entendiendo a la perfección las condiciones del novillo, administrando los tiempos y los espacios como éste le pedía. Para entender y actuar en consecuencia con respecto a lo que tiene delante, este novillero es un aventajado. Por encima del novillo, Aitor exprimió todo lo que pudo y más la descompuesta embestida del de Encinagrande. Falló a espadas y eso propició que el triunfo se le escapara de las manos.
Más suerte que sus compañeros de cartel tuvo Diego Carretero con su primer antagonista, -al que se premió con la vuelta al ruedo-, y es que éste, al menos, se dejó. Doblándose con el novillo inició su trasteo el de Hellín, para llevar a cabo de principio a fin una faena en la que primó la profundidad por encima de la estética. A base de voluntad, dejó algún destello reseñable. Premio gordo, dos orejas, ante la insistencia del respetable. La faena al novillo que cerró el cuarto festejo del certamen vino precedida de un precioso pique entre Bresó y Carretero en los quites. Transmitió mucho el personal concepto del albaceteño a los animosos tendidos illescanos, con destellos potables por los dos buenos pitones del eral.
