Hasta aquí, las novilladas eliminatorias de “Soy Noviller@”. Con la sexta se puso punto y final a la participación de 18 chavales en busca de un puesto en la final de Toledo. Que razón tiene aquello de que los últimos serán los primeros. El último en tomar parte en el certamen fue Alejandro Gardel, pero éste presentó su candidatura como el primero. Triunfo convincente del jovencísimo novillero de Borox, en el día de su debut como novillero sin caballos. Tres orejas en una tarde redonda después de deslumbrar en el toreo por bajo y al natural. Merecido triunfador y, si se materializa, merecido finalista. No abrió la puerta grande, pero sí ilusionó Pedro Jesús Merín, demostrando que no es uno más con un concepto diferente, pero el fallo a espadas pesó como una losa sobre el albaceteño. Análisis aparte merece la actuación de Luis Pasero, que todo lo bien o mal que hizo en el ruedo, fue arrojado por la borda al hacer una peineta a la parte del público que no estuvo de acuerdo con él. También volvió a triunfar, esta vez como ganadero, César Rincón, gracias a una interesante novillada de El Torreón, con varios ejemplares de nota alta.
A porta gayola recibió Pedro Jesús Merín al codicioso Engañoso, para después embarcarlo bien en el capote con un buen ramillete de verónicas y en la réplica por saltilleras al quite por gaoneras de Luis Pasero. El susto gordo vino al iniciar el trasteo, cuando el albaceteño, inmóvil en los medios, fue arrollado por el novillo al intentar un pase cambiado por la espalda. La voltereta, afortunadamente, no tuvo consecuencias mayores. Esto, lejos de asustar y descentrar a Merín, causó el efecto contrario. No pudo torear más despacio la cadenciosa embestida del de El Torreón por ambos pitones. Con rectitud, templanza y quietud, dibujó los naturales de nota más alta de todo el certamen. Derrochó una sapiencia impropia de la edad, al gestionar a la perfección los tiempos del notable eral, que siguió humillando y repitiendo hasta el último momento. No todo fue positivo. Un capítulo en el que debe mejorar este novillero es la espada. No anduvo nada acertado con el acero y eso le privó de pasear el doble trofeo.
Como en su primero, recibió a Alentado a porta gayola, pero esta vez con la figura erguida y con el capote a la espalda, por saltilleras. Brindó al maestro César Rincón, seguramente contento con la buena novillada que estaba echando. Lástima que al geniudo cuarto le faltó el punto de clase que habían tenido sus hermanos. Merín lo fue metiendo poco a poco en vereda hasta fructificar en ceñidos y valerosos derechazos. Meritoria y asentada faena que volvió a poner de manifiesto que este novillero no es uno más, sino que apunta unas formas muy ilusionantes.
Doblándose con el novillo comenzó a instrumentar su labor Luis Pasero, obligando la descompuesta embestida de su enemigo, siempre con la cara a media altura y sin terminar de entregarse en la franela del de Casarrubios del Monte. Bajo las notas del Concierto de Aranjuez, buscó hilar naturales con la figura relajada, pero la poca clase del animal afeó la disposición del toledano. No obstante, dentro de la irregularidad, dejó algún destello de personalidad y gusto. Mucho menos convincente anduvo con el estoque, pues sin fe alguna se tiró a matar en varias ocasiones y en todas encontró hueso hasta que a la cuarta logró dejar media estocada.
Barbagrande hundió los pitones en la arena en el aseado saludo capotero, -con vueltas moradas-, de Luis Pasero. A larga distancia y en los medios comenzó su faena después de brindar, también, al gran torero colombiano. Encajado de riñones y con largura, templó la noble embestida del novillo de El Torreón, al que, eso sí, le pudo faltar un punto de motor para que cada serie acabase completamente redonda. Faltó la transmisión necesaria para conectar con el público, y la labor no terminó de alzar el vuelo. El capítulo de la espada, exactamente igual que en su primero… carretón, carretón y más carretón. No soy nadie para dar consejos, pero si me permites, Luis, te diré que lo de la peineta al público no está justificado bajo ningún concepto. En la profesión que has escogido va implícito el escuchar palmas, pero también pitos. Hay que estar a las duras y a las maduras. Sin más.
Con cuatro verónicas notables recibió Alejandro Gardel al primero de su lote, otro muy buen ejemplar del hierro propiedad del maestro César Rincón. Gustándose y por abajo comenzó el jovencísimo novillero de Borox su faena muleteril antes de ofrecer media docena de tandas a izquierdas y a derechas de cinco y seis muletazos con la figura encajada. Derrochó personalidad a la hora de embarcar al novillo en la pañosa, llevándolo muy largo, en unos muletazos de mucha conexión con los tendidos illescanos. Lo mejor, de aquí a Lima, los trincherazos con los que puso punto y final a su labor. Como sus compañeros de cartel, falló a espadas y eso pesó a la hora de pedir las orejas. Aún con todo, paseó una.
“El Puchi” y Lorente saludaron una ovación tras parear al jabonero que cerró las novilladas eliminatorias, otro novillo de nota alta al que Gardel cuajó una gran faena, por templanza y despaciosidad. Lo más interesante vino por el notable pitón izquierdo del eral, a través de una docena de naturales tremendos. De lo mejorcito de la tarde. Se justificó por el derecho, pero el toledano entendió que el pitón que le abriría la puerta grande era el zurdo, y lo exprimió hasta que el de El Torreón se rajó y empezó a protestar los muletazos. Se tiró bien a matar, como merecía la faena, y cobró una buena estocada que computó para cortar las dos orejas.
