Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Andy se lleva la puerta grande de Ventura
Andy se lleva la puerta grande de Ventura
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Andy se lleva la puerta grande de Ventura
Madrid. Crónica 2ª de la Feria de San Isidro

Andy se lleva la puerta grande de Ventura

Alejandro Martínez

¡Vaya bronca que se llevó el señor Julio Martínez a la muerte del quinto! Y con razón. Este presidente nunca exento de polémica se lució al negar dos orejas unánimes a Diego Ventura tras una faena magistral de toreo a caballo. Y todo, tras regalarle a Andy Cartagena una puerta grande de risa. Y es que si el señor Martínez fuera un buen aficionado debería distinguir entre el toreo y el circo. Porque en la primera corrida de rejones de la Feria de San Isidro, tan sólo uno de los jinetes toreó a caballo: Diego Ventura. El rejoneador hispano-luso se volvió a reivindicar como el líder indiscutible de este escalafón. A su más que conocida habilidad para conectar con los tendidos, su pasión, su facilidad sobre el caballo; hay que sumar una obra de verdadero valor, mérito y torería que puso en pie los tendidos. Porque es que hay que ver qué diferencia. Uno ve a Ventura y luego a cualquier otro y... Tras haber salido en hombros hasta en doce ocasiones de la plaza de Madrid, Ventura firmó quizás su faena más grande en Las Ventas. Una labor completísima en la que enloqueció al público en un tercio de banderillas cargado de emoción en comunión con Sueño, una maravilla de caballo. ¡Qué pasadas por dentro en terrenos y espacios imposibles!, ¡qué quiebros esperando la arrancada y ofreciendo todas las ventajas al toro! Tras cuatro banderillas perfectas en ejecución y colocación sobre el citado Sueño, Diego Ventura volvió a sacar al albino Remate y terminó de calentar el ambiente con un carrusel de cortas al violín. Se marchó a por el rejón de muerte y pinchó en una ocasión. Pero a la segunda fue la vencida. La muerte del astado, que se resistió unos segundos antes de doblar, precedió a una petición unánime que cubrió de blanco los tendidos del coso madrileño. Era de dos, pero el usía concedió una.

Antes, frente al segundo de la tarde, también había brillado sobre el espléndido y torerísimo Nazarí. Con él enardeció a los presentes cabalgando y templando a dos pistas. Una vuelta al ruedo completa se pegó con el toro rozando la grupa del caballo. Después sendas banderillas conseguidas de poder a poder y quebrando en la cara. Podría haber habido premio pero no anduvo acertado con los aceros.

El que sí se marchó por la puerta grande fue Andy Cartagena. Y todo sin dejar una sola banderilla como mandan los cánones. Clavando siempre a la grupa y nunca al estribo, el rejoneador alicantino se pasó la tarde pidiendo aplausos y dando vueltas al ruedo sobre sus caballos. Una muestra del rejoneo actual que no es más que una farsa, un circo. Fácil toda la tarde, se abrió demasiado en los embroques y basó su actuación en trucos de hípica y doma. Como con Humano, que se puso de pie sobre los posteriores y cabalgó treinta metros entre el jolgorio general. Eso, el espectacular final de faena con el habitual carrusel de cortas, y un rejón certero logrado a la primera le valieron las dos orejas. ¡Ay Madrid! Ante el noble y buen primero, que fue de más a menos, fue silenciado tras pasarse la mayor parte del tiempo fuera de la cara del toro.

Cerraba el cartel el joven Manuel Manzanares, un aspirante que parece no haber evolucionado nada. Más voluntarioso que acertado, anduvo desdibujado y no dijo nada. Justo al contrario que Ventura, no tiene alma, deambula sobre las monturas con torpeza y sin lucimiento alguno. Encima, le tocó el peor lote de una corrida mansa, pero que se movió y se dejó mucho.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 2ª de la Feria de San Isidro. Menos de tres cuartos de entrada. Se lidiaron seis toros de María Guiomar Cortés de Moura, muy desiguales y mal presentados en general; mansos, pero nobles y de gran movilidad y fijeza.
  • Andy Cartagena: silencio y dos orejas.
  • Diego Ventura: silencio y oreja con fuerte petición de la segunda.
  • Manuel Manzanares: silencio y silencio.

 

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