Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Aquiles tuvo las llaves en su talón
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Crónica Madrid. 9ª de la Feria de San Isidro

Aquiles tuvo las llaves en su talón

Darío Juárez

Allá por el año 97, Joaquín Vidal tituló «Y llegó José Tomás» la tarde en la que el de Galapagar desorejó al tercero de Alcurrucén, desordenando lo que hasta entonces se conocía como toreo al natural. Por muchos reflejos que hayan podido ser calco de una tauromaquia clásica, estoica y deliberante entre la multitud, la primera persona del singular es el estigma que marca la diferencia. Y hoy, el hijo pródigo de Madrid, reventó la feria. El papel se agotaba pasadas las cinco y media en el primer cartel de relumbrón y clavel de este ciclo. Llegaban las figuras. Magán, hoy desde un palco benévolo en comparación a la tarde de Fortes, otorgó oreja por coleta mostrando el sedoso inmaculado de inmediato en los tres casos. Una tarde repleta de exposición, cadencia, tempo y relajo de un Talavante que vino a Madrid a desmembrar su tauromaquia, perdiendo por la espada –una vez más– la llave que le dirigía a la puerta de la calle Alcalá. Ferrera tocó pelo con el primero de su lote, tras una faena lineal, basada en la concatenación de la inteligencia, la métrica y el temple. Por su parte, Manzanares le arrancó la suya al jabonero que hizo quinto, en favor de la estética y la despaciosidad enroscando a la cintura los muletazos, pese a realizar un toreo muy aliviado y rico en ventajas con el segundo. El encierro armónico y serio en líneas generales de Cuvillo, resultó manso en los primeros tercios, muy faltos de fuerza y blandos, pero válidos y potables casi todos en la muleta.

Sin pena ni gloria paseaba Alejandro Talavante por las primeras ferias del circuito. Desde la Magdalena, el extremeño iba eludiendo las Fallas y Abril a su paso. Un impás para profundizar e interiorizar el toreo que las muñecas hacen rimar por bulerías y demostrarlo en la capital mundial del toreo. Cara había puesto la tarde Ferrera cuando le cortó la oreja al primero. En primer lugar se encontró con un animal muy manso que pidió rápido los chiqueros y que dentro de lo que cabe, metió la cara en el peto. Inició por abajo, doblándose con el toro con una cuarta de muleta entre las dos rayas del 7, despidiendo la serie con un cambio de mano extraordinario. Cuatro tandas bastaron para poner Madrid patas arriba. Empezó por la derecha una primera serie reunida y ligada con grosura, para continuar por el pitón contrario una segunda en la que se acostaba más este Aguador. La tercera fue perfectamente estructurada a excepción de algunos pases de pecho, donde el matador se quedaba descolocado por la tendencia a tardear del toro. Una última a diestras antes de irse a por la tizona y dejarla casi entera en lo alto. El empedrado solicitaba con fervor una oreja a ley que fue concedida de inmediato.

Los porteros del arco del triunfo empezaban a engrasar las bisagras por las que estaba escrito que saldría su hijo pródigo. Sin embargo, Aquiles tuvo las llaves en su talón y las volvió a perder. Pasaban cinco minutos de las nueve de la noche cuando apareció Rosito. Derribó por los traseros al caballo dejándolo lastimado e inválido para seguir en el ruedo. Miguel Ángel Muñoz acudió con el que guardaba la puerta a ejecutar un puyazo de largo que quedó en el sitio y por el que salió ovacionado. La hoguera empezó a crepitar cuando Trujillo se desmonteró tras parear y de qué manera. Brindó al público una faena con atisbos de ser grandilocuente. Sin inicios vistosos, se puso a torear con la mano derecha en una primera tanda relajado de hombros, templando la embestida por abajo y rematado con un desdén tibio. Del mismo palo iría la segunda y reposada toma de contacto, para firmarla con un cambio de mano excelso. Madrid rugía y su hijo lo sentía como un chispazo en su interior. Por el izquierdo le costaba entregarse más en el embroque y el extremeño tuvo que tirar de él. En la última ya lo acusó y se quedó corto pidiendo la muerte de inmediato. El talón del griego ganaba enteros para decirle a Talavante que hoy no. No por menos, la sensación de haberse vaciado en plenitud valió más que la mascada puerta grande.

Antonio Ferrera también se quedó entre dos aguas. Tocó pelo del primer y nobilísimo inválido que sorteó en primer lugar, tras una actuación repleta de inteligencia y mimo. Serio era, enseñaba las palas y su pinta era ofensiva. Sin embargo, todo se vino a menos cuando el coleta le tuvo que hacer una faena de enfermero. Repleta de estética, tirando líneas y a media altura, ya que cuando le obligó perdió las manos. Alternó ambas dejando tres naturales encauzados con las yemas y vaciados abajo. Estocada y oreja. El cuarto fue un inválido que colaboró y fue muy a menos. Ferrera lo aburrió buscando las cercanías, habiéndole pedido la muerte mucho antes. Tras un metisaca, el toro se echó.

Muy medidos, y con razón, estuvieron los tendidos más exigentes con José María Manzanares. El alicantino trazó el primero de sus dos paseíllos en esta feria, tras un año en blanco de trofeos después de Dalia. No estuvo nada bien con el segundo, con el que no encontró el temple y al que toreó desde Manuel Becerra. Las palmas de tango se hicieron más presentes indicando la búsqueda del acero que, por otra parte, lo volvió a enterrar. Como lo hizo con el jabonero quinto al que cortó una oreja, aunque cayendo esta vez desprendida la suprema haciendo evidente el derrame. Más reunido que con el segundo, midió distancias y tiempos entre tandas, trayéndose muchos de los muletazos a la cintura por el lado derecho, pese a estar fuera en muchos de los cites. Orejita de Magán para cerrar el círculo de trofeos.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 9ª de la Feria de San Isidro. Cartel de «No hay billetes» (23.624 espectadores) en tarde de calor. Se lidiaron seis toros de Núñez del Cuvillo, de correcta presentación a excepción del 5º, que bajó un poco más. Inválido y noble el 1º, sin fondo ni fuerza el 2º, manso y noble el 3º, muy venido a menos el 4º, con transmisión y sin picar el 5º y colaborador yendo a menos el 6º.
  • Antonio Ferrera (berenjena y oro): oreja y palmas tras aviso.
  • José María Manzanares (azul marino y oro): silencio y oreja.
  • Alejandro Talavante (blanco y oro): oreja y ovación con saludos.
  • Juan José Trujillo se desmonteró tras parear al sexto. Se guardó un minuto de silencio tras romperse el paseíllo en el 98 aniversario de la muerte de Joselito El Gallo.

 

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