Por el piton derecho
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Curro y Ureña se hunden en el descaste de Victorino
BILBAO. CRÓNICA 6ª DE LAS CORRIDAS GENERALES

Curro y Ureña se hunden en el descaste de Victorino

Alejandro Martínez
 
Se esperaba con interés e ilusión el mano a mano anunciado para el sexto festejo de las Corridas Generales. Dos de los toreros del momento, Curro Díaz y Paco Ureña, se enfrentaban a una corrida de Victorino; y en Bilbao. A priori, dos diestros que saben lo que es torear con personalidad y pureza ante una ganadería encastada. Pero el destino quiso que la expectación se tornara en inmensa decepción, sobre todo por el juego de los toros. El encierro enviado a Bilbao –una de sus plazas– por Victorino, además de discreto de presentación, fue un clamoroso petardo. Una corrida descastadísima que no dijo nada. Ni el bueno, ni la alimaña; los seis, con algún que otro matiz, pecaron de lo mismo: una sosería insoportable. Así que, sin enemigos frente a los que batirse, ni Curro ni Ureña lograron responder a las expectativas.
 
Ambos, al principio muy dispuestos, se contagiaron de la decepción general, y acabaron perdidos en un mar de pases sin alma. Pero, al contrario que la mayoría de tardes, no era eso lo que se buscaba. El aficionado no acudió a la plaza resignado a las faenas interminables frente al borrego de turno. Hoy esperaban emocionarse. Algo imposible si la casta no está presente. Y no, no lo estuvo. Porque los victorinos no parecían victorinos. ¿Dónde estaban aquellos poderosos y exigentes animales que pelean en el caballo y luchan hasta el final? Se debieron quedar en el campo... Ninguno de los seis sacó el fondo que se le presupone a esta ganadería. Sólo el quinto tuvo algo más de transmisión. Un clavo ardiendo al que se agarró una parte del público que lo acabó ovacionando de forma exagerada. El resto, fríos de salida, se dejaron pegar sin más en el caballo, y se movieron con tanta nobleza como sosería en el último tercio. Un aburrimiento que sólo nos dejó el regusto de un puñado de muletazos sueltos firmados por los dos protagonistas del mano a mano en sus primeros turnos.
 
Con la izquierda, sin apenas probaturas, se puso a torear Curro Díaz al primero, un astado noble que tuvo fijeza, pero escasísima casta y fuerza. De ese inicio, dos naturales fueron soberbios por su templanza y sabor. A partir de ahí, nada. Como el toro. Con su segundo, un tercero que se quedaba cortito y que nunca rompió, el de Linares anduvo despegado y sin lograr acoplarse. Y frente al ya mencionado quinto, el único medianamente rescatable, dejó a todos con la miel en los labios cuando, de repente, justo cuando la faena empezaba a tomar vuelo, se marchó a por la espada. 
 
También sin pensárselo, y aún cerrado en el tercio, Paco Ureña comenzó su labor ante el segundo de la tarde. Vertical y desmayado, aprovechó lo poco que tenía el de Victorino, y dejó pinceladas de buen toreo. Después, lo siguió muleteando con voluntad pero sus esfuerzos no encontraron eco en el tendido. Lo mismo que ocurrió con sus dos restantes oponentes. Bien colocado, por momentos totalmente de frente, ejecutó muchos muletazos que carecieron de emoción.
 
  • Plaza de toros de Vista Alegre. 6ª de las Corridas Generales. Media plaza. Se lidiaron seis toros de Victorino Martín, correcta aunque discretamente presentados, nobles sosos y descastados.
  • Curro Díaz: ovación con saludos, silencio y división de opiniones.
  • Paco Ureña: ovación con saludos, silencio y silencio.

 

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