Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
De fuera vendrán que de tu casa te echarán
Crónica Madrid. Corrida de temporada

De fuera vendrán que de tu casa te echarán

Darío Juárez

La deuda más reclamada de la isidrada, la oreja no concedida a Fortes, emergía entre la necesidad del aficionado de volver a verlo 37 días después. Más de un mes ininterrumpido que aún haciéndose largo, siempre se echa de menos el empedrado venteño. Ahora bien, en tardes como la de hoy, no. Porque en vez de cubrirse uno de afición, de lo que realmente dan ganas es de desquitarse del tinglado en el que están convirtiendo la fiesta de los toros en general y la plaza de Madrid en particular. Si no hubiéramos tenido bastante con uno de los San Isidros más lamentables en criterios y tomas de decisiones nada rigurosas, hoy Justo Polo volvió a retratarse de una manera tan bochornosa que incita a pensar, a modo de indirecta, por qué márgenes transcurren los caminos que llevan al despoblamiento de las plazas y a la pérdida de la ilusión por volver a llenarlas. Y es que ven el vaso colmado y siguen abriendo el grifo para que rebose. Pues adelante. Tras el pecado llevarán la penitencia, que en su caso consistirá en mirar por encima del hombro a los que un día pidieron la expulsión de los responsables causantes de que Madrid haya llegado donde ha llegado.

El recuerdo a Iván Fandiño latía en los corazones del tercio de entrada que registró la plaza cuando se guardó en su honor un minuto de silencio en el primer aniversario de su fallecimiento. El surrealismo rozaba tales cotas que, comentándolo con compañeros, no se recordaba la última vez que se salió de la plaza antes de las nueve con este horario. Un dato más a una corrida de Fermín Bohórquez deprimentemente presentada: de escurridos y terciados toretes a bueyes de media distancia con destino a la agonía del descaste y el aburrimiento. Cada toro pareció de un hierro distinto a tenor de su presentación. ¡Parecía un festival de ganaderías! Petardo ensordecedor de la divisa murubeña, que no valió ni para chuletas y que sigue dejando en tela de juicio lo que es propio o impropio, para tener valor de llamar a lo de hoy «el toro de Madrid».

Aquel 11 de mayo, Fortes dio dos vueltas al ruedo entre una de las mayores almohadilladas a modo de protesta que se recuerdan en Las Ventas. Jesús Magán le negó una de las orejas con más peso de la feria, haciendo que a muchos a posteriori les haya perjudicado, ya que otras tantas sin contenido y bajo un criterio facilón de palco y tendido, se han visto obligadas a ser punto de comparación. Con las consiguientes risas, claro. Desafortunadamente para Saúl y para el resto de los presentes, no se pudo resarcir toreando. Dio las buenas tardes a un animal escurrido, sin caja y anovillado, que denotó invalidez y descoordinación, y al que el presidente, con su ponderada afición, no quiso cambiar pese a haber perdido las manos debajo del peto y en sucesivas ocasiones, llegando con aspecto enfermizo y lastimoso al último tercio. Fortes se puso pero no dispuso de materia. Imposibilitado, entendió que darle muerte era lo mejor.

El cuarto fue el que corroboró el punto al que ha llegado la seriedad de esta plaza por aprobar lo que es la antítesis del toro de Madrid. Un buey acapachado, pobre de cara, desentipado y con un descaste desorbitado. El malagueño quiso componer a la verónica el saludo capotero, en el que ya se quedaba corto, dirimiéndolo de seguido cuando se desplomaba debajo del peto al sentir el hierro. El vacío en el sol hizo más sonoro el eco de las palmas de tango para pedir al señor presidente que se dignara a sacar los cabestros. Pero ni por esas. Una vez más, no atendió la petición. El cartucho de pescado se hacía presagiar en el cite con el que empezó la faena desde los medios, que finalmente fue a modo de trincherilla para seguir con la muleta en la mano izquierda. Embestida descompuesta, con acritud a la entrega que hacía de la plaza un valle de lamentos y malas caras. Nada pudo sacar en claro el matador ante ese marrajo moribundo e impropio de esta plaza.

Tras la puerta grande en Resurrección y como único protagonista a mencionar del petardo de la tarde de Torrehandilla, volvió Álvaro Lorenzo a Madrid. En primer lugar, sorteó un segundo enmorrillado, queriendo enseñar lo negro de los pitones y al que saludó de una manera afable, ganando terreno y rematando con dos medias muy vistosas. No lo quiso picar pese a que su prontitud para acudir al jaco y la falsa acometida de bravo, fueran motivo para ello. Pero ya estamos acostumbrados, no es nada nuevo. Galdós reproducía uno de los detalles más artísticos de la tarde, como fue el quite por chicuelinas en su turno. Sergio Aguilar volvió a mimar con el percal una brega pulcra y justa. En la muleta, el de Bohórquez se vino muy a menos denotando descaste y sosería, y haciendo que el toledano no pudiera obrar con él como quisiera pese a alargar muchísimo una faena sin necesidad de ello. El quinto, por su parte, fue otro buey por el mismo palo que su compañero. Quiso emplearse en varas y ahí se quedó su valía. En adelante se vio a un animal aplomado, sin contenido y al que sólo le pudo robar una tanda de derechazos por tesón. No le ayudó en nada. Ni para entrar a matar donde tendía continuamente a descentrarse y escarbar.

Cerró el cartel el peruano Joaquín Galdós. El único que saludó una ovación, en este caso con el tercero de la tarde, por aprovechar la inercia a media altura de otro animal cogido con alfileres –por no decir inválido también– y al que mató de muy buena manera. Éste era un toro largo, un tanto bizco del pitón izquierdo, que se arrancó de largo al caballo aun no siendo picado. Salió perdiendo las manos del jaco y llegó a la pañosa sin transmisión, a ritmo de un trantrán descoordinado y al que Galdós le pudo ligar dos series sin dejarlo pensar, fuera de sitio y tapándole la salida para aprovechar la ligazón con el pico. El animal se mantuvo en pie de milagro porque el buen hacer de las alturas fue uno de los aciertos del diestro inca. El sexto fue el más reunido en cuanto trapío. Sin exageraciones, pero rematado, en el tipo y degollado de papada. El limeño lo quiso lucir de largo en varas pero sin llegar a emplearse. Se le coló en el inicio de faena un par de veces y eso hizo que dudara ante una posible incapacidad visual del animal. Entendió que una lidia inteligente y breve era el camino más adecuado para terminar su tarde antes de dirigirse a por los malogrados aceros.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. Corrida de temporada. Un tercio de entrada (8.874 espectadores) en tarde soleada y con rachas de viento. Se lidiaron seis toros de Fermín Bohórquez, de vergonzosa y lamentable presentación. Inválido el 1º, muy venido a menos y descastado el 2º, Sin fuerza y sin transmisión el 3º, vergonzoso y moribundo el 4º, abueyado y vacío el 5º e inoperante el 6º.
  • Fortes (azul marino y plata): silencio en ambos.
  • Álvaro Lorenzo (grana y oro): silencio en ambos.
  • Joaquín Galdós (azul marino y oro): ovación con saludos y silencio.
  • Antes de romperse el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Iván Fandiño, en el primer aniversario de su fallecimiento.

 

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