Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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De sueño a pesadilla
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De sueño a pesadilla
Las Ventas. Domingo de Ramos

De sueño a pesadilla

Alejandro Martínez

A las 6 de la tarde Iván Fandiño había conseguido parte de su sueño. Él solito (junto a los ganaderos anunciados, claro) había llenado la plaza de toros de Madrid un Domingo de Ramos, fuera de abono. El éxito de público era absoluto, indiscutible. Fandiño había lanzado el órdago hace meses. Se anunciaba en Madrid en solitario, sin la garantía taquillera del abono, y con seis ganaderías de las reivindicadas por el aficionado más exigente. Y antes de que saliera el primero de los seis toros enchiquerados, ya había triunfado. ¿A ver quién era el guapo que le seguía y lograba llenar Las Ventas un día como hoy? Pero el sueño no había hecho más que empezar. Había llenado, sí; pero aún le faltaba lo más importante y difícil: justificar el órdago, triunfar en su gran gesta. Y si, bien es verdad, que tampoco tuvo el ganado soñado; la realidad es que Fandiño no estuvo a la altura. Se hundió con el paso de la tarde y terminó impotente y rendido ante un público que empezó aclamándole unánimemente y que se marchó de la plaza entre la frustración y el enfado. De héroe a villano en poco más de dos horas. Dos horas que empezaron para él como un sueño y que terminaron como la más amarga de las pesadillas.

Y es que la tarde fue a menos minuto a minuto. Tras romper el paseíllo, el público, y más que nunca el aficionado, sacó a saludar al gran protagonista con una tremenda ovación. Todo era perfecto: una tarde primaveral en lo climatológico, la plaza llena, el público a favor… pero según fueron saliendo los otros protagonistas, la historia empezó a cambiar. Abrió plaza un precioso y muy serio toro de Partido de Resina que también fue recibido con una ovación. Bajito y de armoniosas hechuras, con el típico hocico chato y unos pechos prominentes, el “pablo-romero” era todo un galán por delante. Veleto de cuerna y astifinísimo, era tan bello como serio. Desafortunadamente, su comportamiento no fue ni mucho menos tan deslumbrante. Desde los primeros compases de la lidia mostró una justeza de fuerzas a la que luego hubo que sumar una total falta de casta. Y, claro, sin casta, no hay emoción. Sin embargo, tuvo bondad el animal y fue el enemigo perfecto para que Fandiño comenzara a asentarse y a entrar en calor. Éste anduvo aseado y técnico, pero sin más.

El segundo, un muy serio y asaltillado toro de Adolfo Martín, muy en tipo, embistió con emoción de salida e Iván firmó un buen saludo capotero, que ejecutó muy cerrado en tablas. Tras pasar sin pena ni gloria por el caballo, el de Adolfo llegó a la muleta humillando y con nobleza, pero se acabó demasiado pronto. Fandiño, que ejecutó una buena serie con la diestra al principio, luego no se acopló, abusó del toreo encimista, e intercaló algún muletazo decente con otros enganchados y de escaso brillo. Con la espada, al igual que en el primero, y que durante toda la tarde, estuvo mal, sin sitio, evidenciando que no terminaba de entrar en la corrida más importante de su carrera.

Y si poco o nada pasó en esos dos primeros capítulos, menos aún aconteció en el siguiente. El tercero, un toro de Cebada Gago, muy bien hecho, salió frío de chiqueros y nunca se calentó. Manso y descastado, no tuvo ni un mínimo de fondo y dejó sin opción a un Fandiño que comenzaba a notar el peso y la presión de la tarde. A partir de aquí todo fue a peor. El de Orduña se fue empequeñeciendo, contagiado del ambiente y la decepción, sin llegar ni siquiera a rallar lo digno y profesional. Totalmente ausente, desdibujada su imagen de guerrero y luchador cargado de pundonor, anduvo a la deriva a pesar de los ánimos y la paciencia de la mayoría de espectadores.

Pero, para alegría de los muchos aficionados al toro-toro que acudieron a Las Ventas, en cuarto lugar apareció el toro de José Escolar. Más en Santa Coloma que en Albaserrada-Saltillo, el astado imponía respeto y miedo sólo con la mirada. Saltó al ruedo desafiante y protagonizó uno de los momentos de mayor emoción e interés de toda la tarde. Fue mano a mano con Israel de Pedro en el tercio de varas. Gracias a la generosidad de Fandiño, que atendió las peticiones del tendido y dejó colocado al toro de largo, todos pudimos emocionarnos con dos arrancadas espectaculares desde los mismos medios de la plaza. Toreó con el caballo el piquero y el de Escolar acudió pronto y alegre a la llamada. Después es verdad que no terminó de empujar ni llegó a romanear, pero al menos vimos esa imagen ya casi extinta en una plaza de toros: un toro bravo acudiendo de lejos al cite de un picador. Y con la suerte de varas en todo su esplendor, el público se puso de pie y todos nos reconciliamos con un tercio único y fundamental. Encastado, pero complicado, en el último tercio, el de Escolar se metió al público en el bolsillo y fue ovacionado en el arrastre. En este Fandiño tuvo la oportunidad de apostar, de darle la vuelta a la tarde, pero el peligro del toro acabó prevaleciendo y él no se llegó a acoplar ni a confiar.

El quinto, de Victorino Martín, fue bravo de verdad en el caballo. Acudió pronto a los dos encuentros y además empujó con los riñones y la cara abajo. Su comportamiento en varas era de lo más esperanzador hasta que se lesionó una mano y tuvo que ser devuelto. Curiosamente le sustituyó un primo suyo, un sobrero de Adolfo Martín. No cambió el apellido ni tampoco la capa cárdena, pero sí el cuajo. El sobrero de Adolfo, muy armado por delante, no tenía el remate ni el volumen mínimo exigible para Madrid. Cumplió en el caballo, pero después no le puso las cosas fáciles a un Fandiño que ya había tirado la toalla.

El broche a la tarde lo puso un feo y manso toro de Palha que se rajó a la primera de cambio y al que Iván ya no quiso ni ver. Se lo quitó de en medio como pudo y puso punto y final a una tarde decepcionante que empezó como un sueño y que acabó como una pesadilla. Por cierto, qué bien estuvieron todos los hombres de plata. Lo de Javier Ambel con el capote, de escándalo.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. Domingo de Ramos. Tarde de “No Hay Billetes”. Iván Fandiño, como único espada, silencio, silencio, silencio, pitos tras aviso, silencio y silencio. Al término del paseíllo se ha guardado un minuto de silencio por la catástrofe aérea de los Alpes. Se desmonteraron en el cuarto Javier Ambel, por la lidia, y Jarocho y Víctor Martínez, por las banderillas. Destacó picando al cuarto Israel de Pedro.

 

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