Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Días de mucho...
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Crónica Madrid. 10ª de la Feria de San Isidro

Días de mucho...

Luis Miguel Parrado

Ya lo dice el refrán, son vísperas de nada. Y como la popular es la mayor sabiduría de todas, permite resumir con una frase la corrida de hoy. Para empezar falló el encierro de Jandilla, que quitado primero y quinto lucía unas hechuras perfectas, algo que esta vez no fue garantía de nada, así que el silencio se fue apoderando de la tarde de principio a fin.

Bueno, si somos exactos hubo una ovación a Sebastián Castella tras lidiar a su primero, pero no lo suficientemente fuerte como para que el francés asomara a recogerla. Premiaba una faena a menos, que concitó interés cuando sacó al toro para fuera doblándose por bajo imponiendo su ley. Con disparo inicial, el cuatreño metía la cara en el embroque, y ahí llegó una segunda tanda sobre el pitón derecho que tuvo un muletazo fantástico en el cual Castella le cogió perfectamente la velocidad y lo ralentizó, haciéndose con él. Sorpresivamente abrochó la serie y se puso al natural, por donde la gente empezó a protestar los cites al hilo y encima el burel no tuvo continuidad en su viaje. De vuelta al derecho el animal, medido de raza, había perdido celo por los engaños y ya no hubo forma de remontar. También fue a menos lo hecho en el cuarto, frente al que comenzó con tres cambiados en los medios, siendo desarmado en el último. Después el toro, sin ritmo y que no regaló ni una embestida, protestaba por el derecho, e incluso amagaba con quedarse dormido en mitad de la suerte, lo que el matador resolvió a base de toques y asiento. Sin embargo cuando cogió la zurda el astado mostró mayor entrega, pero otra vez Castella volvió a colocarse como a Madrid no le gusta, encima molestó el viento... y el trasteo se difuminó. Eso sí, por lo menos a mí me queda la duda de qué habría ocurrido si ese pitón izquierdo lo coge por banda un jovenzuelo con hambre. Serán cosas mías.

Confirmaba su doctorado Ángel Téllez, que tomó la alternativa a principios del mes pasado. El de la ceremonia no podía ser más feúco y, ese sí, embistió tal como era, aunque para pacificarlo, como había apuntado con arrollar en el capote, le dieron lo suyo cuando pasó por el caballo. Sacó genio en las dos primeras tandas y ahí se desengañó. Total, que ya lo que hizo fue embestir sin ir metido en los trastos, a la defensiva y hasta acordándose. Un panorama para no estar más tiempo del necesario allí, pero sin embargo él se empeñó en alargar una faena que no iba a ningún sitio. Tampoco tuvo sentido de la medida en el sexto, al que instrumentó un meritorio quite por gaoneras en los medios cambiándole los viajes según venía el coloraíto. Como un tren lo hizo al primer cite, de rodillas y en los medios, que hizo con la muleta, y que acabó con el torero quitándose como pudo porque el cuatreño vino por dentro. Luego planteó entre las rayas del tercio una labor voluntariosa, donde sobre todo en su primera parte pasó varios momentos de apuro al no perder pasos con la diligencia que exigía un animal, que como toda la corrida, ya fueran los malos o los menos malos, tuvo mejor embroque que finales. Dicho queda que prolongó aquello sin que nadie le dijera que en Madrid lo que gusta es aquello de «pronto y en la mano». Como debe ser.

Hablando de gustos del foro, Emilio de Justo era deseado como el maná hoy. Pero lo midieron más severamente de como han hecho hasta ahora en esta feria con cualquier otro de esos toreros a los que esta plaza espera. Cierto es que a lo mejor anduvo con ciertas prisas en su primero, pero es que el extremeño no venía a pasar la tarde. Echó por delante a uno precioso, de esos que no pueden fallar... pero lo hizo. No tuvo ritmo ya desde el capote y fue tan desagradable que hasta llegó a meterse por dentro sobre el pitón derecho en un muletazo donde no lo llevó tan tapado como exigía. Y al natural, por donde lo toreó encelándolo con la voz, se defendía en cuanto llegaba a la pierna del torero, y si conseguía tocar el engaño frenaba quedándose por ahí abajo. Si el bonito no embestía que lo hiciera el feo, que además era cinqueño, se antojaba empresa difícil. Y como los milagros rara vez existen ese quinto se dedicó desde un principio a arrancarse sin entrega y a pegar cabezazos en el tranco final de un viaje cada vez más deslucido. Trató Emilio de llevarlo tapado a su altura, e incluso alguna vez lo engañó, sacándole algún muletazo donde enganchaba más adelante y lo llevaba embebido. Al tercero de esa guisa el toro se sintió podido, tiró la toalla y entonces sí que ya no hubo nada que rascar.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 10ª de la Feria de San Isidro. Casi lleno (22.035 espectadores según la empresa) en tarde soleada. Se lidiaron seis toros de Jandilla (el 5º con el hierro de Vegahermosa), deslucidos, sin clase, ritmo ni finales, y algunos ejemplares con genio y más defectos de los que dejaron ver. Pesos: 537, 574, 538, 543, 563 y 541 kilos.
  • Sebastián Castella (lila y oro): Ovación tras aviso y silencio tras aviso.
  • Emilio de Justo (grana y oro): Silencio en ambos.
  • Ángel Téllez (tabaco y oro), que confirmaba alternativa: Silencio y silencio tras aviso.
  • Medida brega de José Chacón. Morenito de Arles saludó en banderillas. Los toros lucieron divisa negra en señal de luto por Fernando Domecq, tío del ganadero.

 

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