Por el piton derecho
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El castillo se os ha derrumbado
Opinión. La triste historia del sistema actual

El castillo se os ha derrumbado

Leo Cortijo

Sí, yo también he leído el artículo de Javier Negre en El Mundo. Y sí, me parece que es muy coherente y razonable todo lo que cuenta. Vamos, que no le quitaría ni le pondría una coma. Enhorabuena, compañero. Ahora bien, creo que es algo que, de diferente forma y grado, algunos contados periodistas y todavía menos toreros, empresarios y ganaderos ya se habían atrevido a denunciar. Negre ahonda en la verdadera razón del adiós de Talavante y centra el tiro en el mandamás del toreo, que hace y deshace a su gusto: Toño Matilla. Pero esto no es nada nuevo. Ni de coña. Que ahora se le esté dando más foco que nunca no quiere decir que sea un problema actual y sobrevenido. En realidad, lo que ha pasado con Talavante es solo un capítulo más de una triste historia que no tiene, precisamente, un final feliz para el mundo del toro. Y a las pruebas me remito.

Históricamente, la prensa –que en su enorme mayoría ha vivido al refugio del sector durante muchísimos años– comienza a quitarse la venda de los ojos que muy a sabiendas tenía puesta. No por ética profesional –no se equivoquen– sino porque muchos de los gerifaltes que en forma de gallinas les ponían los huevos, o bien les ponen menos que nunca o bien han dejado de poner directamente. ¿Cómo era aquel dicho? ¡Ah! ya lo recuerdo: «Cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana». De esta forma, los que antes eran cooperadores necesarios, ahora han dejado de serlo. Se han revelado.

Hay otro factor importantísimo a tener en cuenta en este proceso generalizado de desenmascaramiento del malo de la peli. Son las redes sociales y el florecimiento de una prensa minoritaria, pero libre e independiente. Si algo nos ha enseñado el desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación en los últimos años es que ahora todo el mundo tiene voz... y casi voto. Ya sea a través de un perfil en Twitter o con un blog, decenas de aficionados expresan lo que sienten y lo que padecen en su condición de tal. Y no solo eso, sino que ahora otros muchísimos aficionados también les escuchan y les leen. Gozan de cierto prestigio entre la comunidad, crean opinión y con sus juicios y opiniones influyen en el devenir del tinglado. Antes, esta faceta solo estaba reservada para las grandes firmas de los grandes diarios, radios y televisiones. Y desde hace no mucho, de los grandes digitales. Ahora ya no. Ahora ese castillo de naipes en el que también manejaban todo como querían se les ha venido abajo. Ahora ven como su fuerza, otrora incontestable, es más débil que nunca. Muchos aficionados –los más críticos– también han destapado su mentira.

Vivimos en la era de la posverdad. Pero muy pocos comulgan con esa deliberada distorsión de la realidad taurina que cada vez menos correligionarios de ella nos quieren hacer creer. Yo los llamo los negacionistas. Sabrán ellos por qué motivo o por qué contraprestación a cambio, niegan que exista un sistema hermético y oligopolístico que se intenta repartir las últimas migajas de un negocio que antaño fue próspero, pero que hoy está en ruinas. Niegan que entre esos mandamases se marquen vetos, amenazas y venganzas hacia los toreros/ganaderos/empresarios/periodistas que no promulgan con sus preceptos. Niegan que existe un trato de favor entre su círculo más próximo en forma de intercambios y presencias injustificadas en multitud de ferias, tanto de toreros como de ganaderías, sin importar los méritos que cada uno ha desempeñado en el ruedo. Niegan que son el cáncer del toreo y que ellos solitos han hecho más daño a la Fiesta que 100.000 antitaurinos juntos. Niegan todo esto y mucho más. Lo que no saben (o quizás sí) es que esa negación es como intentar tapar el sol con un dedo. Porque por mucho que les coma por dentro, su castillo de naipes hace tiempo que se derrumbó.

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