Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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El curioso caso de Juan Bautista
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El curioso caso de Juan Bautista
El curioso caso de Juan Bautista
Madrid. Crónica 3ª de la Feria de San Isidro

El curioso caso de Juan Bautista

Alejandro Martínez

En esto del toreo hay casos de todo tipo. Están los toreros de calidad, los valientes, los tremendistas, los pegapases... Y también hay casos curiosos. Uno de ellos es el de Juan Bautista, un torero con más de dieciséis años de alternativa que aparece y desaparece como el Guadiana. Un diestro que ha demostrado sobradamente un oficio bien aprendido, pero que sin embargo ha pecado en muchas ocasiones de conformista. Quizás falta de ambición, quizás exceso de comodidad. El caso es que al francés lo hemos visto infinidad de tardes y, muchas de ellas, anduvo en paradero desconocido. Un torero frío que, sin embargo, ha firmado un puñado de notables faenas en las que a su más que sobrada técnica sumó un amor propio, una entrega y torería fundamental para ser figura. Hoy, en Madrid, lo volvió a demostrar. Cortó una oreja indiscutible tras una labor intermitente que contó con momentos sobresalientes. Lo mejor llegó en el ecuador del trasteo, en dos series de toreo vertical y desmayado en las que corrió la mano con exquisita templanza. Colocado como Dios manda, se fajó con el toro en muletazos de mando y cintura. Además, hubo detalles por bajo de gran calidad. Un sabroso caldo sazonado con trincheras y pases de desprecio de indiscutible belleza y torería. El trofeo estaba en el límite, pero no hubo dudas a la hora de su concesión tras una monumental estocada en la suerte de recibir que puso la plaza en pie. El broche final de un Juan Bautista que, cuando quiere, puede.

Aunque, bien es verdad, que también se necesita un enemigo digno delante. Y Bautista lo tuvo. El primero de Montealto, gordo como una pelota, bajo, badanudo y algo acapachado, cumplió en un primer puyazo largo para después llegar al último tercio desbordando nobleza y calidad. Animal de muy buena condición, muy para el torero, al que le faltó un punto de fiereza, casta y picante para ser un toro de bandera. A pesar de ello, fue despedido con una gran ovación en el arrastre. El resto de la corrida de Agustín Montes, con varios toros enormes que superaron con creces los seiscientos kilos, tuvo interés, aunque no terminó de romper. Varios de ellos pelearon de forma desigual en los caballos y luego se movieron en la muleta, aunque faltó casta, fondo bueno para mantener esas virtudes hasta el final. Fue el caso del cuarto, segundo de Juan Bautista que, pese a mostrar nobleza, acusó los kilos, se movió sin gracia y le costó un mundo ir hasta el final. Mucho más vulgar que en su primer turno, el francés alargó en demasía un trasteo que nunca caló en los tendidos.

Morenito de Aranda se marchó de vacío, pero andando. Y puede dar gracias tras la brutal voltereta que sufrió cuando toreaba al manso segundo. El astado le prendió de forma espeluznante, le buscó en el suelo y acabó destrozándole la taleguilla. Con el muslo derecho al descubierto, volvió a la cara del toro y lo intentó todo dejando detalles de personalidad. El de Montealto, rajado desde el principio, se movió mucho con la cara alta y nunca se empleó ni entregó. Una difícil papeleta que requirió un concepto menos estético así como más mando y autoridad. Tras una estocada atravesada y otra posterior de efecto fulminante, y ya calzado con unos pantalones vaqueros que ocultaban un vestido hecho trizas, Morenito saludó una ovación. El quinto, otro tren largo y hondo como él solo, empujó en el caballo con los riñones llegando a derribar en la segunda vara. Noble pero descastado, le faltó recorrido y transmisión. El torero burgalés, de nuevo, dejó constancia de su voluntad y entrega.

Menos afortunada fue la tarde del madrileño José Manuel Mas. Tras una esperanzadora trayectoria como novillero, y tras tomar la alternativa precisamente en la plaza de Las Ventas, pasó al ostracismo y tuvo que marcharse a las Américas a buscarse la vida. Desafortunadamente, su regreso no saló como seguro había soñado y Mas se marchó del coso madrileño entre lágrimas. Lágrimas de impotencia y rabia tras no conseguir acabar con la vida de su segundo oponente. Tras sonar los tres avisos, el sexto tuvo que ser conducido –magistralmente– por Florito de vuelta a los corrales. Hasta en diez ocasiones tuvo que entrar a matar. Se le atravesó la espada y también el descabello y, todo, tras una actuación en la que no se le vio seguro y en la que abusó del toreo periférico. Demasiadas precauciones y carencias para afrontar un compromiso tan importante.

Y, a todo esto, el festejo comenzó con media hora de retraso y a punto estuvo de ser suspendido. Tras llover ininterrumpidamente durante toda la noche y la mañana, a la hora dispuesta para el comienzo de la corrida, el ruedo estaba impracticable. Los operarios de la plaza trabajaron duro para arreglar el desastre y, pese a las dudas, los tres toreros y sus respectivas cuadrillas tomaron la decisión de torear. Y, al final, pareció que fue la decisión acertada. Veremos que ocurre los próximos días pues las previsiones meteorológicas no son demasiado alentadoras.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 3ª de la Feria de San Isidro. Menos de media plaza. Se lidiaron seis toros de Montealto, desiguales aunque bien presentados en general; nobles y la mayoría cumplidores en los caballos, pero faltos de fondo y casta en el último tercio. El 1º de gran calidad. El 2º, muy manso.
  • Juan Bautista: oreja y silencio.
  • Morenito de Aranda: ovación con saludos tras dos avisos y ovación con saludos.
  • José Manuel Mas: silencio y silencio tras tres avisos.

 

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