Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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El día que me pongan en Madrid…
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El día que me pongan en Madrid…
El día que me pongan en Madrid…
Crónica Madrid. 14ª de la Feria de San Isidro

El día que me pongan en Madrid…

Darío Juárez

Cuántas veces habremos oído hablar de los sueños que quita la eternizante espera de poder torear en Madrid. Sueños que se acumulan desde que uno entra en la escuela taurina y que siguen aumentando a medida que los pueblos y las volteretas te van haciendo torero poco a poco. Niños, primero, y adolescentes, después, enganchados a un no se qué que les va colmando por dentro y que les hace decir aquello de: «El día que me pongan en Madrid…». Intentando encontrar parangón, quizás la noche del 5 de enero para un niño es el equivalente a lo que un novillero debe sentir desde que el apoderado le anuncia que va a torear en Madrid. Sin embargo, hoy se pudo comprobar que la espera desespera. No se puede entender que un novillero con cuatro tardes en Madrid siga viniendo a no decir nada. Veáse Pablo Atienza. No es posible que quieras tomar la alternativa de aquí a unos meses, presentándote en Madrid, dejando que se te vaya un novillo sin torear –del que te vas a acordar toda la vida– y cubriendo el expediente con el otro. Véase Alfonso Cadaval. Toñete, por su parte, cortó la oreja del sexto bajo el diluvio universal que hizo escala en Madrid, calando a un Ponce que, junto a su suegro Victoriano Valencia, abandonaban la localidad para refugiarse en la sala de prensa. En cuanto al ganado, novillada mansita, justa de presentación, pero interesante de Conde de Mayalde, que ofreció animales muy potables en la muleta; sacando clase alguno de ellos.

Llegaban vientos de tormenta cuando Cadaval, entre el murmullo generalizado que adivinaba lo que iba a pasar, pasaportaba sin pena ni gloria al soso y desclasado quinto. Y ahí se formó la mundial. El cielo venteño abrió la alcachofa de una ducha natural contínua y cada vez más copiosa. «Se va a quedar solo Toñete», decían cuando la gente abandonaba su localidad descubierta ante tal aguacero. Por chiqueros apareció Buzonero. Algunos aficionados –más bien pocos– presenciaban, en el empedrado con el agua por los tobillos, un tercio de varas en el que el novillo tiró al caballo tras un primer encuentro cogido por los pechos. Media universidad se había traído consigo el madrileño a grito de «¡Toñete, Toñete!» antes de dirigirse hacia los medios para brindar. Se lo cantaban todo, sí, pero no se pudo estar mejor en esas condiciones. Ligó tres tandas con la mano derecha debajo de una ducha filiforme y otra por el ala izquierda de menos reciprocidad. Una estocada arriba valió para caer y pasear una oreja pasada por agua.

El tercero fue un animal mal presentado. Con hechuras de eral apareció este Guardamonte II. Quiso hacer el amago de emplearse en el primer encuentro con el jaco para salir con afianzado tranco en banderillas, hasta el punto de hacer hilo a Gómez Pascual. Inicio de faena muy torero, descolgando los hombros y sacándolo al tercio. De ahí en adelante Toñete se encimó. Compuso de manera correcta pasajes bellos que hicieron ver, aún más si cabe, la facilidad que tiene este chico. El animal asfixiado y el joven con la impresión de estar toreando en un tentadero. La estocada caída le valió para saludar una exagerada ovación.

Pese a estar invitados, Joshua y Omaíta no aparecieron por Las Ventas. Sí uno de los hijos de Antonia (César Cadaval) que además hacía su presentación en Madrid. Y eso es lo que hizo: presentarse. El resto fue un tobogán de emoción desde la segunda tanda al segundo por el lado derecho, que fue un novillo muy justo de presentación y que salió con la cara por encima de la esclavina. Estaba cantando por qué palo dirimiría su condición tras mansear cabeceando y saliendo rápido del peto, para llegar con ritmo sostenido a la muleta. En un primer momento, parecía que Alfonso Cadaval venía a comerse el mundo cuando tras brindar se postró de rodillas en los medios a esperar a Extranjero. Exactamente, lo que un novillero debe hacer en Madrid. Ligó dos firmes tandas por el lado derecho, bajando la mano a una embestida descompuesta y que no llegaba a tocarle el engaño pese al contraproducente cabeceo. Su error fue cambiar de pitón tan pronto. Por el izquierdo el novillo venía menos metido y el infante tampoco despedía con afanosa entrega. Al cambiar de nuevo, el animal ya no quería lo que le estaba ofreciendo dos tandas antes. Remates por bajo y estocada arriba, por la que recogió una ovación. Se acordará de este novillo toda la vida… El quinto fue un animal soso, sin transmisión y que hacía inútil el estar delante de él… cuando el que tiene delante tampoco dice nada.

Cuarto paseíllo en Madrid para Pablo Atienza en menos de un año. El segoviano no limó asperezas con su lote, ni entró en la tarde en ningún momento. El primero fue un novillo –que me hubiera gustado ver de toro– igual de justo que la mayoría de la corrida, sacando cosas de manso y una clase en la muleta muy aprovechable. Alargó una labor que empezó malentendiendo por empezarla en los medios. El burraco pedía las tablas… y como mucho las rayas. Fue allí donde Atienza le sacó algún muletazo robado y bien compuesto, a falta del acople y la emoción necesaria que requiere una faena en Madrid, y más siendo el que abre cartel. Pases y pases que no vislumbraban el faro para atracar en buen puerto. Más rajado aún, se vino a chiqueros donde alargó con él un parlamento tedioso y sin argumento sonoro. El cuarto fue un novillo con una falta de remate por detrás estrepitosa. Defensivo en el primer puyazo, se arrancó de largo en el segundo. Fernando Sánchez de nuevo obraba en plenitud con los palos para dejar el novillo en suerte al infante castellano. Despegado y adherido al pegapasismo desmedido por el lado derecho. Únicamente desglosó ese toreo sin concatenación ni respuesta, por supuesto. Por el izquierdo repuso, haciendo quedar sobrepasado al torero obligándole a perder muchos pasos para afianzar el embroque con más convicción... Pero nada, fue un mar de dudas.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 14ª de la Feria de San Isidro. Casi dos tercios de entrada (15.763 espectadores) en tarde nublada y lluviosa a partir del sexto. Se lidiaron seis novillos de Conde de Mayalde, de justa presentación, siendo muy mala la del 3°. Manso y enclasado el 1°, manso, encastado y exigente el 2°, a menos el 3°, muy potable el 4°, sin transmisión el 5° y con transmisión el 6°.
  • Pablo Atienza (sangre de toro y oro): silencio tras aviso y silencio tras dos avisos.
  • Alfonso Cadaval (corinto y oro): ovación con saludos tras petición y silencio.
  • Toñete (azul rey y oro): ovación con saludos y oreja.

 

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