Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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En tierra de nadie
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En tierra de nadie
Crónica Valencia. 9ª de la Feria de Fallas

En tierra de nadie

Darío Juárez

Esto ya no nos pertenece. Es jodidamente escamoso percibir en el tacto de la Fiesta la falta de sensibilidad tan inusitada que hay con el aficionado. Nos lo han arrebatado delante de nuestros ojos. Nos han ido echando palas y palas de tierra para que nosotros mismos pusiéramos la losa. Hemos visto disuelta esa identidad, esa singularidad, lo genuino de ver a un TORO con mayúsculas frente a un torero o verdaderas figuras del toreo, que al mirarlo a los ojos tendieran, de cuando en cuando, a dudar de por dónde meterle mano. Pero no hay marcha atrás, esto ya es historia. Nos hemos doblegado a un sistema subordinado por magnates que maquillan un trasfondo lúgubre y tétrico, ofertando la cara de un escaparate lleno de maniquís –como el toro desorejado por Ponce– y luces atractivas, para así olvidarse del principal elemento, el toro, y en su defecto vender como triunfo un triunfalismo infame y abyecto de cara a la galería. Han ganado, hay que reconocerlo. Han hecho de la fiesta de los toros un espectáculo funesto y domesticado para hombres capaces e incapaces, los cuales la vitola generalista de último héroe moderno han querido venderla al mejor postor en muchos de los casos. Estamos en tierra de nadie.

Ponce abrió de nuevo la puerta grande de Valencia en una faena muy torera y a placer tras desorejar a un contendiente clamorosamente aborregado. Primer intento del plan renove de López Simón que hacía lo propio cortando un apéndice de cada uno de sus toros, mientras que un Perera despegado y sin trascendencia, se iba ovacionado en la penúltima, mansa, indigna y larga corrida de Juan Pedro Domecq, de esta Feria de Fallas.

Parecían dos tortolitos. Por un momento me transporté al Broadway del 52 y vi en ellos a Gene Kelly y Debbie Reynolds en Singin' in the rain. Lástima, faltó el aguacero. Enrique Ponce, el hombre de las parábolas, el buen samaritano de animales enfermos a los que les saca una lidia de envite a grande, con 28 años de alternativa, y ganando pares y juego. El hijo pródigo de una plaza que ha perdido su seria personalidad y su sello propio. ¿Se mueve? Suficiente. Valencia le volvió a sacar a saludar y tras ello pasaportó al vastote primero que se desfondó en el caballo, al que acometió con los riñones. El viento molestó en una faena que no fue a mayores después de bajarle la mano en la segunda tanda y ver que no podía. Ahí no había nada.

Aceptó sin ser empático y sin necesidad, por supuesto, la sustitución de Cayetano porque lo que no le falta son las ganas. Cosa que a otros les abundan cuando se pasean por las plazas. El cuarto. La perita de conferencia golosona. Maniquí. Así se llamaba y de eso mismo dio la sensación: elegante desde la calle y plástico duro por dentro. Sin casta, sin entrega, podido y acomplejado de su enfermero que le recreó una faena de estética, pulso y recursos propios como las chivanas que cerraban una suma cuantiosa de decibelios por la algarabía que le formó. Dócil y obediente a una muleta llena de recursos plásticos y bellos ante, como digo, un animal vacío de todo menos de clase y de ganas de embestir al ralentí. Quiso rizar el rizo echándose de rodillas para terminar su obra con una estocada muy caída con derrame. Después de lo de ayer, al presidente no le quedó otra opción que darle las dos ante una gran petición, para que el de Chiva abriera su 39ª puerta grande.

El cambiar de aires, encontrarse a sí mismo y no hacer y deshacer al antojo de esa voz fatalista que le taladraba el tímpano de callejón en callejón cada tarde que toreaba y que, por supuesto, y a la vista está, no le hizo ningún bien. Hablamos de López Simón. Un torero que se quedó atrás y que poco a poco está intentado a través de sus ganas de triunfo pulir todos esos defectos que le llevaron a estar en el dique seco de los carteles importantes durante un tiempo. Hoy le vi renovado. No digo excelso, ni mucho menos, pero sí con otro aire. Un semblante torero, cómodo, sin aires de venir con una faena premeditada desde el hotel y serio en sus actuaciones. El primer novillo, porque es lo que fue, perdió las manos tres veces antes de entrar al caballo. Pañuelo verde. Corrió turno y salió el sexto de Juan Pedro, justo de hechuras y presencia, que no cataría la segunda vara. Faena larga de series, en ocasiones, pulsadas y vaciando atrás las embestidas y tras la que la rúbrica de una buena estocada recibiendo le valió para cortar el primer trofeo. El sobrero de Parladé que hizo las veces de sexto fue el mejor presentado de todo el encierro. Armónico, serio sin ser descarado y de hechuras parejas. Vamos, el toro de Valencia. Compás en el galope, ritmo y humillación. Le pidió sitio y que no se encimara con él. Se lo dio, más tres tandas ligadas y metiendo al público en la faena. Se volvió a alargar, hasta que el gozo se tiró a un pozo; se rajó, se fue a tablas y tras otra estocada, cayó a los pies de los chiqueros como los otros cinco mansos de la tarde. Oreja que vale una puerta grande.

Por su parte, Miguel Ángel Perera hizo con sus dos mansos y descastados oponentes un toreo fuera de sitio, sin medir el fondo de los toros y obligándolos en demasía. Muleteó con soltura aunque sin trascendencia al segundo que hacía bis, tras haber sido devuelta una raspa sin fuerza ni presencia, al que sólo le dejó dos naturales de voluptuosa vistosidad. El quinto tuvo movilidad y se dejó, pero el extremeño no lo supo encauzar y llevarlo a un toreo más profundo y de más verdad, quedándose fuera de sitio y ganando ventajas al descaste. Cabe destacar la gran cuadrilla que porta este torero. Javier Ambel, Curro Javier y Guillermo Barbero saludaron tras las lidias y los pares del segundo y quinto, siendo éstas de una categoría y un oficio muy respetable.

 

  • Plaza de toros de Valencia. 9ª de la Feria de Fallas. Tres cuartos de plaza en tarde ventosa. Se lidiaron cinco toros de Juan Pedro Domecq y uno de Parladé (6° bis) tras devolverse el 2° y el 3°. Desfondado y a menos el 1°, desorientado y sin casta el 2° bis, noble y con movilidad el 3°, dulce y con clase el domesticado 4°, brioso y descastado el 5° y noble y rajado el 6° bis.
  • Enrique Ponce (marfil y oro): ovación con saludos tras aviso y dos orejas tras aviso.
  • Miguel Ángel Perera (verde botella y oro): ovación con saludos tras aviso en ambos.
  • López Simón (fucsia y oro): oreja tras aviso y oreja.
  • Se desmonteraron Javier Ambel, Curro Javier y Guillermo Barbero tras la lidia y los pares del 3° y el 5° y Yelco Álvarez y Jesús Arruga tras los del 6°.

 

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