Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Figuras de la golfería
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Madrid. Crónica 20ª de la Feria de San Isidro

Figuras de la golfería

Alejandro Martínez

¡Vaya tarde! Sin duda, para el recuerdo. Para recordar de lo que son capaces esos a los que algunos llaman figuras del toreo. Una tomadura de pelo, una estafa. En eso consistió el vigésimo festejo de la Feria de San Isidro. Una vez más llegaron Juli y compañía para hacer de las suyas y demostrar que no respetan ni a Madrid, ni al aficionado, ni a nada. Sólo les importa una cosa: el dinero. Ellos con trincar... O es que alguien piensa que estos señores se marcharon a casa cabizbajos, hundidos, o preocupados por la reacción de parte del público de Madrid. ¡Qué más da! Mataron una corridita tan indecente como infecta y se fueron con los bolsillos llenos. Y, el año que viene, ¡otras dos!, ¡o tres! ¿Y la plaza? Pues llena. Hasta arriba de un público palmero e ignorante que lo aplaude todo y que va a los toros con el único objetivo de pedir orejas. Y mientras esos, los “isidros”, los del clavel, sean mayoría, el aficionado tendrá que seguir soportando los tejemanejes y corruptelas de los “taurinos”.

Madrid dijo ¡basta ya! Bueno, lo gritaron unos cientos de aficionados que aún no han tirado la toalla y siguen, tarde tras tarde, reivindicando la fiesta íntegra. Un puñado de valientes que se enfrentaron –con dos narices– a otros miles que, por una cosa o por otra, no tuvieron oportunidad de sacar los pañuelos. ¡Vaya por Dios! Para un día que vienen a los toros... En los tendidos hubo momentos de verdadera tensión. Mientras algunos recriminaban, silbaban o se ponían de pie para tocar las palmas de tango; otros muchos se revolvían en sus asientos y entonaban las proclamas de siempre: “¡baja tú!”, “¡un respeto por favor!”, “¡cállate ya, tonto!” ¿Un respeto?, ¿a qué?, ¿a quién? ¿Acaso merecen respeto aquellos que a su vez no respetan al aficionado y lo intentan engañar día tras día? ¿Merecen algún tipo de consideración aquellos que trajeron esa bazofia de Vellosino para sustituir a la inicialmente prevista corrida de Jandilla? Por cierto, cómo sería la de Borja Domecq... Aunque quién sabe, aún desconocemos las causas del cambio ganadero. Y nunca nos enteraremos, teniendo en cuenta esa enorme trasparencia que caracteriza al mundo del toro.

Pero lo peor es que la estafa constante, el engaño, no termina por la mañana en los corrales, ¡hombre por favor! Esa sólo es la primera parte. La segunda tiene lugar por la tarde, en el ruedo. Allí, las figuritas continúan demostrando su absoluta falta de decencia y torería. No sólo exigen borregos impresentables, sino que luego ordenan simular la suerte de varas y, por último, dan toda una lección de destoreo. Y si no miren al Juli, al número uno de esta tauromaquia decadente y desvergonzada de nuestros días. Otra vez, el madrileño se fue de Las Ventas de vacío. ¡Qué racha! Eso, claro, si no tenemos en cuenta los pitos y la bronca que se llevó en algunos momentos de la tarde. Cómo cuando trapaceó a sus dos oponentes de forma tan ventajista como antiestética. Citando desde fuera, se retorció y escupió a las dos fieras de Vellosino más allá de Manuel Becerra. ¡Pero qué descaro! ¿Cómo se puede venir a la primera plaza del mundo con semejante actitud? Eso por no hablar de su depurada y personalísima forma de entrar a matar. ¿Cómo puede haber alguien que tape tamaño atentado contra la pureza de la suerte suprema? Si es que, del salto que pega, ¡casi se cae de cabeza! Ya colocado en la periferia, cita al toro, le tapa los ojos con toda la panza de la muleta, se sale aún más de la suerte, pega un salto y mete la espada por donde sea. ¿Qué es eso de jugártela y dejar el acero en todo lo alto? Cosas de viejos talibanes amargados... Y, aunque el “julipié” suele ser infalible, en el cuarto pinchó en una ocasión y luego tuvo que coger el descabello. Eso impidió que los “isidros” sacaran los moqueros blancos y el todopoderoso Julián se llevara una orejita. Ese cuarto, grandón y con más carita que alguno de sus hermanos, fue un mansito muy noble que no dio problemas al Juli. Éste, más allá de su infinito ventajismo y espantoso concepto del toreo, logró algún que otro natural estimable en el que no retorció tanto la figura y llevó sometida la embestida por abajo. Con el borrego primero, que tuvo mucha clase y nobleza pero ninguna casta ni transmisión, se dedicó a tirar líneas.

Lo mismo hizo un Miguel Ángel Perera que se va de San Isidro sin dar un muletazo en condiciones. Con el impresentable y manso segundo, grande pero con una carita propia de Brihuega, dio pases sin decir nada; mientras que frente al feo y morucho quinto, que se movió con la cara por las nubes, anduvo descolocado y no tuvo reparos en ponerse encima del animal para deleitarnos con un arrimón insulso y demagogo. Como despedida, se lo cargó de un infame bajonazo.

Casi inédito quedó Alberto López Simón en su primera tarde en el abono. El madrileño, que no ha tardado en subirse al carro de las figuras, puso voluntad y firmó algún muletazo de estimable trazo frente al noble y flojo tercero, que tuvo movilidad. Escasísimo balance artístico para el triunfador del pasado año y una de las grandes esperanzas del escalafón. Tiene valor y personalidad, pero no puede conformarse con entrar en este tipo de carteles para matar lo más chico y descastado del campo bravo. Además, y con el objetivo de ligar mucho y fácilmente, hubo series en las que toreó despegado y retrasó la pierna que torea. Menos en una notable tanda con la diestra a su primero, en la que anduvo más vertical y ceñido, su colocación dejó mucho que desear. Frente al sexto, un terciado sobrero de Domingo Hernández que sustituyó a otro inválido de Vellosino, pegó pases y sufrió muchos enganchones en un trasteo que fue de más a menos conforme fue apagándose un astado que se movió sin clase.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 20ª de la Feria de San Isidro. Lleno. Se lidiaron cinco toros de Vellosino, desiguales de presentación con algunos impresentables, mansos, nobles, flojos y descastados; y uno (6º bis) de Domingo Hernández, grande pero terciado, que tuvo movilidad pero poca clase.
  • El Juli: silencio y ovación con saludos y protestas.
  • Miguel Ángel Perera: silencio y silencio.
  • López Simón: palmas y silencio.

 

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