Ya hemos pasado el ecuador del certamen de novilladas sin picadores “Soy Noviller@”, y ya tenemos otro nombre para apuntar a la lista de posibles de cara a la final de Toledo: Ignacio Olmos. El novillero de Mora, muy asentado y templado durante toda la tarde, cortó dos orejas tras sendas faenas de mano baja y disposición. Sorteó un buen lote Jesús Martínez, de menos a más en la novillada, pero el fallo a espadas en su segundo le privó de abrir la puerta grande. La misma suerte corrió Amor Rodríguez, que se las vio y deseó con dos novillos de pocas opciones, sobre todo su primero.
Rompió el hielo de la novillada la rivalidad en los quites de Jesús Martínez y Amor Rodríguez, el primero por delantales; el segundo por verónicas. Genuflexo inicio de trasteo del madrileño al carbonero primero, después de brindar al público. Costó de inicio meterlo en la muleta, pues el de Fernando Peña salía suelto tras cada muletazo, pero Jesús Martínez lo acabó metiendo. A la postre, novillo notable. Lo más interesante vino por su buen pitón izquierdo, pero la faena transcurrió en una monotonía que no facilitó que el público entrara en la misma. Parte del respetable pidió con fuerza la oreja, y ésta se concedió. Mucho mejor anduvo con el buen Arcabucero, que brindó al torero Ángel Teruel, que se encontraba en los tendidos illescanos. Más asentado, dejó su impronta por ambos pitones, hilando series de cuatro o cinco muletazos, varios de ellos con interés. Todo el trabajo se fue por la borda a causa de la espada, realmente desacertado en este sentido el de Madrid.
Las ganas con las que afrontan estos novilleros el certamen son enormes, y prueba de ello fueron los quites a Guitarrero, -célebre nombre el del novillo, y si no que se lo pregunten a El Cid-, y es que tanto Amor como Ignacio ofrecieron variedad, pero pecaron de nerviosismo, fruto de lo que se jugaban. Meritoria y laboriosa faena de Amor Rodríguez a un novillo con la querencia muy marcada y al que fue casi imposible sacar nada positivo. Tuvo que sudar la gota gorda el de Cedillo del Condado para sacar muletazos potables. Torear más pegado a las tablas es imposible. A por todas salió en su segundo, recibiéndolo de rodillas en el tercio. Convincente inicio de trasteo doblándose con el novillo, antes de cimentar una templada faena por ambos pitones, dejando detalles de nota alta hasta que el eral dijo: ¡hasta aquí hemos llegado! Se rajó más pronto que tarde y todo se fue apagando, aunque tuvieron que quedar rescoldos porque el público la pidió, y el presidente la concedió.
A porta gayola recibió Ignacio Olmos a su primero, para después comenzar su labor con una pedresina en los medios, donde basó gran parte de su faena. Muy asentado y sereno el novillero de Mora, dejó detalles importantes de toreo por bajo. Y es que esa fue la clave, cómo Olmos bajó la mano en cada uno de sus muletazos, a diestra y siniestra, obteniendo frutos reseñables en forma de goteo por ambos pitones. Oreja merecida. De rodillas comenzó Olmos su labor con la franela al que cerró plaza, sabedor de que tenía media puerta grande abierta, y aunque las condiciones de su segundo oponente no eran las mismas que las del primero, el concepto del novillero no varió, y bajó mucho la mano. Con todo, no tomó la dimensión ni la importancia del primer capítulo, en gran parte propiciado por la descompuesta embestida del animal. Con fe se tiró a matar y con fe el público pidió el trofeo para el novillero. Una más una, y puerta grande.
