Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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La feliz resurrección de David Mora
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La feliz resurrección de David Mora
La feliz resurrección de David Mora
Madrid. Crónica 19ª de la Feria de San Isidro

La feliz resurrección de David Mora

Alejandro Martínez

Dos años y cuatro días después. En total, setecientos treinta y cuatro días de sufrimiento, dolor y lucha; pero también ilusión y esperanza porque llegara este día. Un duro camino que tenía un único objetivo: enfundarse el traje de luces y volver a hacer el paseíllo en la plaza de toros de Las Ventas. En el mismo ruedo en el que a punto estuvo de perder la vida, la historia debía tener su final. O un nuevo principio. David Mora volvía lleno de vida; una vida que se esfumaba a borbotones ese 20 de mayo de 2014 por el agujero que dejó aquel certero pitón en su pierna izquierda. Pero David Mora regresó a Madrid. Y Madrid lo recibió con una clamorosa ovación al término del paseíllo. Esa plaza dura y exigente tan criticada por algunos, puesta en pie y rendida ante un héroe. Un héroe de carne y hueso, sin capa ni antifaz, vestido de oro. El círculo se había cerrado. Aunque el madrileño ya había reaparecido meses atrás, el día de hoy suponía la auténtica resurrección. A la vida y al toreo. Y al final, tan emotiva tarde, tuvo el epílogo soñado: el torero, a hombros, por la puerta grande.

Parecieron alinearse todas las constelaciones para que ocurriera: un público entregado, el recuerdo y reconocimiento por el esfuerzo y la lucha, y un toro de bandera. Malagueño se llamaba el segundo, un animal extraordinario que puso en bandeja el triunfo de David Mora. Marcado con el número 1, negro chorreado bragado meano y axiblanco, cinqueño, de 563 kilos, llevaba el hierro y divisa de Alcurrucén. La misma ganadería que el pasado viernes lidió una corrida infumable, hoy echó el que hasta ahora es, sin duda, el toro de la feria. Porque... ¡Qué toro! Cumplidor en varas –aunque al final pareció aburrirse y dejó de empujar– en el último tercio reunió todas las virtudes que un ganadero, torero y aficionado pueda soñar: con gran prontitud y fijeza, embistió de forma incansable, por abajo, con enorme clase, recorrido y transmisión. Un toro completísimo que fue premiado, merecidamente, con la vuelta al ruedo en el arrastre. David Mora, que lo recibió templado con el capote y dejó un par de verónicas de sabor, lo brindó a ese ángel de la guarda llamado Don Máximo García Padrós. Quiso comenzar la faena con un pase cambiado por la espalda a escasos metros del astado y, lógicamente, pues el diestro se olvidó del toque y se echó encima al animal, el de Alcurrucén lo arrolló y lanzó por los aires. La gente, asustada, se temió lo peor, pero afortunadamente, el susto no pasó de eso. Regresó David a la cara del toro y, entonces sí, comenzó la faena. Un par de estatuarios precedieron a varios ayudados por alto y a un puñado de remates por bajo que desataron la pasión en los tendidos. Un toro embistiendo y un torero toreando, ¡por fin! A partir de ahí, se sucedieron las tandas sobre el pitón derecho y hubo de todo. Por momentos más relajado y erguido, Mora logró muletazos largos, profundos y de mano baja, aunque alguna de las series no fue rotunda y también hubo instantes de toreo despegado en los que sacrificó parte de la colocación y pureza para ligar. Pero no importó, el corazón había devorado a la razón. La emoción por encima de la técnica y la lógica. Cosas necesarias en esta fiesta actual tan carente de emociones. Además, el torero anduvo firme en todo momento y no dudó ante un ejemplar que habría dejado en evidencia al más pintado. La intensidad bajó algo en el toreo al natural. Pese a ello, los detalles y remates por bajo, templadísimos y muy toreros, lo compensaron. Por encima de todo, al público le llegó la entrega, la despaciosidad de un torero que quería disfrutar cada segundo de ese sueño. Tras la estocada, las dos orejas fueron la mejor recompensa a tanto dolor y sacrificio. Con el mansito y deslucido quinto, que tenía cara pero no remate, puso voluntad, pero no hubo lucimiento.

Y no sólo hubo un gran toro en el encierro de los Lozano; tanto el primero como el sexto, ofrecieron más de lo que sus matadores fueron capaces de conseguir. En su tercera y última tarde en el abono, Roca Rey no despejó las dudas surgidas tras sus dos anteriores comparecencias. Que atesora un valor que da escalofríos nadie lo duda. Otro cantar es si, además de quedarse muy quieto y demostrar su ambición, tiene capacidad para cuajar un toro de verdad y de principio a fin. Porque, otra vez, sobraron pases cambiados por detrás, y faltó toreo fundamental. Frente a sus dos toros, se dedicó a tirar líneas, para luego meterse entre los pitones y, entonces sí, cruzarse. ¡Pero qué equivocados están! Cuando hay que cruzarse es al principio, para torear, no luego cuando el toro está consumido. Y no sólo se exige el cruce, todavía más importante es la ejecución del pase: de arriba a abajo y de fuera a dentro. Si estás muy cruzado pero después, en el embroque, expulsas al toro hacia fuera y no te lo enroscas... Su primero, el tercero fue noble y tuvo codicia aunque le faltó fuerza y tendió a defenderse y echar la cara arriba; mientras que el sexto, que pareció lesionarse de salida, aguantó, se recuperó, y tuvo una veintena de embestidas encastadas en las que quiso coger la muleta por abajo. Al margen de su más que mejorable labor muletera, el joven peruano se volvió a mostrar fácil con capote y espada.

Más que de puntillas pasó Diego Urdiales. El de Arnedo, que no tuvo opción con el mansísimo y morucho cuarto; no se acopló y anduvo manifiestamente por debajo del encastado e interesante primero, un toro que exigió y no regaló nada, pero que tuvo prontitud y transmisión, y que pidió siempre una muleta firme y poderosa, que le llevara toreado por abajo.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 19ª de la Feria de San Isidro. Lleno. Se lidiaron seis toros de Alcurrucén, desiguales de presentación y juego. 1º encastado y exigente; 2º extraordinario y completo (premiado con la vuelta al ruedo); 3º noble y codicioso pero blando; 4º muy manso y descastado; 5º mansito y deslucido; 6º con movilidad y punto de casta.
  • Diego Urdiales: silencio tras aviso y silencio.
  • David Mora: dos orejas y silencio.
  • Roca Rey: ovación con saludos y ovación con saludos tras aviso.

 

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