Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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La Fiesta del último tercio
Con la firma de Alejandro Martínez

La Fiesta del último tercio

Alejandro Martínez

¡Digan adiós! Adiós a la fiesta de los toros; eso sí, den la bienvenida a la fiesta del último tercio. Madrid hoy lo confirmó, dio su bendición a esta nueva Tauromaquia que rige en la actualidad y que, me temo, nos acompañará siempre. Es la fiesta del tercio final, de la muleta. Ya lo saben, olvídense de ese tercio que antaño tenía una importancia fundamental. Sí, me refiero al tercio de varas, ese que consistía en que un señor vestido de oro y tocado con un sombrero llamado castoreño, se subía a un caballo ataviado con un peto, e intentaba picar con una vara al toro. Era aquel un tercio realmente bonito y emocionante cuando se realizaba bien. El piquero debía colocarse en su sitio, a contraquerencia, torear con el caballo, dar los pechos o frentes de la cabalgadura y cuando el toro acudiera al cite echar el palo arriba y administrar el castigo justo detrás del morrillo del animal. Imagínense la escena de ese torero a caballo aguantando las acometidas de una fiera que segundos antes se había arrancado con alegría y prontitud. Un espectáculo. 

Pues bien, eso ya es Historia. Fíjense si lo es que hoy un señor presumiblemente aficionado le dio la vuelta al ruedo a un toro que no sólo no cumplió ante el caballo, sino que además no recibió castigo alguno. Pero no pasa nada, en esta fiesta de la modernidad ya saben que sólo importa el último tercio, lo que el toro haga ante la muleta. Y claro, como el de Alcurrucén fue muy bueno en ese tercio pues al final fue premiado con el honor de la vuelta al ruedo en el arrastre. ¡Y en Madrid oigan! Pero ahí no se queda la cosa. Ese mismo señor llamado presidente, que se supone debe velar por el cumplimiento del reglamento y la defensa del que paga, también le concedió el doble trofeo a un torero que remató su labor de forma defectuosa. Sebastián Castella, que era el torero en cuestión, dejó un espadazo bajo y atravesado que incluso fue escupido en parte por el astado. Para que una actuación se premie con dos orejas el torero ha debido estar bien en todos los tercios, no sólo en el último, sino también con el capote. Y, por supuesto, debe rubricar su labor con una buena estocada, tanto en ejecución como en colocación. Y más, en Madrid. Pero como comentaba al principio, Las Ventas también se ha sumado a la fiesta del último tercio o de la muleta. Así que como la suerte suprema parece no ser tan importante, en la que se supone es la plaza de toros más importante del mundo, un torero paseó dos orejas tras matar de un bajonazo defectuoso ¡Olé!

Y más allá de estas cuestiones superfluas, secundarias, que sólo nos importan a aquellos amargados que añoramos tiempos pasados, hay que decir que Castella estuvo muy bien. Muy bien dentro de sus posibilidades artísticas. Me explico. El francés firmó ante el tercero un trasteo muy completo en el que sobresalió en el toreo accesorio. Los remates, trincheras, pases de desprecio, y otros adornos por bajo fueron extraordinarios. Además, Castella volvió a demostrar que es uno de los toreros con más valor de los últimos tiempos. Con las zapatillas asentadas, se la jugó no sólo en los pases cambiados por la espalda con los que inició el trasteo, sino en algún que otro cambio de mano que remató con la figura clavada enroscándose a su oponente. En cambio, el toreo fundamental fue otra cosa. Castella estuvo en Castella. Anduvo muy templado y alargó mucho los muletazos, sí, pero casi siempre trazó líneas y no circunferencias. Bordó el toreo, el lineal. Pero como los nuevos públicos son ajenos a estas cuestiones técnicas, todo o casi todo el mundo se emocionó mucho y a pesar de la estocada final los pañuelos flamearon al viento. Dos orejas para el matador y vuelta al ruedo para el toro. ¡Qué viva la fiesta! 

Por cierto, que ese tercero, de nombre Jabatillo, fue un mansito que sacó fondo y rompió a embestir de verdad en el último tercio. Noble y pronto, persiguió siempre la muleta humillado y con una clase superior. El toro soñado en Madrid. Y menos mal que salió él para salvar un poco el honor ganadero. El resto de la corrida, casi toda mal presentada, fue una mansada insoportable. Y respecto a los compañeros de Castella diré poco. En el cartel figuraban como Morante de la Puebla y Julián López "El Juli" y según contaban mis vecinos de localidad eran muy buenos y famosos. Casi todo el mundo había ido a verles a ellos. Pues bien, los pobres tendrían una mala tarde porque yo al menos ni siquiera pude llegar a atisbar alguna de esas grandes condiciones que me contaban. ¡Qué desgraciado que soy!

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