Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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La Quinta: debut, casta y triunfo
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La Quinta: debut, casta y triunfo
ALBACETE. 1ª de la FERIA DE LA VIRGEN DE LOS LLANOS

La Quinta: debut, casta y triunfo

Alejandro Martínez

La casta, ese apasionante misterio de la genética, fue la protagonista de la primera corrida de toros de la Feria de Albacete. La casta, en todas sus vertientes, se hizo presente gracias a los toros de La Quinta. La divisa de Álvaro Martínez Conradi, que se presentaba en Albacete, lidió una señora corrida de toros, tan interesante como variada. Un encierro en el que no salió ningún toro tonto y sí alguno de una listeza infinita. Fue el caso del primero, un astado complicadísimo y peligroso que corneó dramáticamente al picador Marcial Rodríguez y que después hizo pasar un auténtico quinario a su matador Eugenio de Mora. Hubo alguna alimaña, sí; pero también algunos animales completos y agradecidos que pusieron en bandeja el triunfo de los actuantes.

El premio gordo se lo llevó Joselito Adame. Al mexicano, que trenzaba su segundo paseíllo en el coso manchego, le correspondió un lote de lío y cortó dos orejitas que no maquillan la lección de destoreo que firmó. Ventajista y mentiroso en la colocación, Adame se dedicó a retrasar y esconder la pierna que torea descargando la suerte de forma clamorosa en cada muletazo. Y es una pena. Lo es porque este mismo torero ha demostrado en otras ocasiones que sabe torear y que sabe hacerlo de verdad, con pureza. Pero, camaleónico él, esta tarde tocó la otra versión. Un toreo largo pero muy lineal y ante un lote para bordar el toreo. El tercero de la tarde, Detenido de nombre, un galán con trapío de plaza de primera, fue uno de esos milagros de la naturaleza. Toro encastado y completísimo que embistió con nobleza, codicia y transmisión hasta el final. Discreto en su pelea con el caballo, el de La Quinta fue el toro soñado en el último tercio. Eso sí, no fue tonto. La casta, lógicamente, conlleva exigencia. Por abajo, humillado y entregado, Detenido no desistió nunca en su empeño de perseguir el engaño con fijeza y prontitud. Joselito Adame, animoso, fue retrasando cada vez más la pierna y la conexión con el público fue in crescendo. «Si me aplauden por esto, ¿para qué me la voy a jugar con verdad?» debió pensar Adame. Después dejó un espadazo caído y atravesado, conseguido en la suerte de recibir, y le dieron la oreja de rigor. Apéndice que se sumó al que obtuvo en el sexto, un bravísimo toro en el caballo. Botellero, cinqueño pasado, el más simplón en apariencia, reivindicó la emoción de la suerte de varas. Y eso que cuando sintió el hierro la primera vez se repuchó y salió de najas. Pero después… ¡Qué forma de arrancarse al caballo señores! Como una auténtica exhalación, con prontitud y alegría, el de La Quinta acudió otras dos veces al encuentro con el piquero. Dos veces que podrían haber sido más pues el toro estaba completamente encelado e hizo el amago de volver a arrancarse desde los medios. Lamentablemente, no le dejaron. Por cierto, valiente y profesional estuvo Paco María en un tercio para el recuerdo. Luego, ante la pañosa de Adame, se movió con codicia y a media altura, pero Joselito tampoco lo terminó de aprovechar. De nuevo, el truco del almendruco. Pero no pasa nada, entre ese toreo efectivo y los molinetes y pases de pecho se metió a la gente en el bolsillo. Eso sí, a pesar de todo, es justo reconocer que el torero se la volvió a jugar a la hora de matar. De nuevo, en la suerte de recibir, Adame logró una estocada algo trasera pero de fulminante efecto. Tras la espectacular muerte del bravo toro de La Quinta le pidieron las dos orejas pero el palco sólo concedió una.

Cerca de acompañar por la puerta grande a Adame estuvo Manuel Escribano. El torero de Gerena, que también hacía su presentación en Albacete, anduvo fácil y templado toda la tarde, pero en su actuación escaseó el ajuste. Al contrario que en la mayoría de tardes de su notable temporada, Escribano anduvo a medio gas y trasteó a sus dos oponentes a distancia sideral. El segundo, bajito pero muy serio y ofensivo por delante –casi veleto–, fue un astado más noblón que tuvo cosas buenas pero el gran defecto de salir casi siempre desentendido de los muletazos. Con él, y a pesar de ese detalle que deslució mucho la labor, el sevillano destacó en algunos naturales sueltos que ejecutó de frente y de uno en uno. Tras una estocada desprendida, llegó la oreja. El quinto, un cárdeno claro flor de gamón y calcetero, que abría más la cara, fue un toro medio que se movió y tuvo fondo de casta, pero al que le faltó transmisión y continuidad en la embestida. Como en su primero, Manuel Escribano lo muleteó sin apreturas y finalmente anduvo desacertado con los aceros.

Aún peor fue la tarde de Eugenio de Mora. El toledano, que vive una segunda juventud y que volvía al coso albaceteño dieciséis años después, tuvo peor fortuna que sus compañeros en el sorteo pero ofreció una imagen de gran desconfianza y falta de sitio. Muy listo, complicado, exigente y peligroso fue el que abrió plaza, un animal precioso que fue recibido con una ovación. Cárdeno, pero bragado, meano, axiblanco, coliblanco, calcetero y careto, el de La Quinta era una pintura. Una lámina del encaste Santa Coloma. Astifino, de pitones muy blancos y puntas muy negras, su presencia imponía tanta admiración como respeto. Eso de salida; después, cuando empezó a embestir, lo que causó fue psicosis. Y más tras el drama del primer tercio. El picador de Eugenio de Mora, Marcial Rodríguez, cayó de la montura y quedó a merced del toro. Éste, dejó de empujar, lo vio, y no le perdonó. Le cogió en el suelo y se ensañó con él durante varios segundos interminables y angustiosos. Cuando el animal se deshizo de su presa, pudieron recoger al hombre herido. Tras el accidentado primer tercio y el reglamentario de banderillas, Eugenio de Mora lo intentó pero fue imposible. El toro cazaba moscas con el rabo. Nunca se puso en el sitio, no le aguantó con la muleta por delante, ni se dobló con él para romperlo por abajo, pero el peligro estuvo siempre presente y la cogida pudo haber llegado en cualquier momento. Menos excusa tuvo Eugenio con el cuarto, un toro muy bajo y más estrecho de sienes, al que le faltó recorrido y transmisión. Desconfiado y dubitativo en todo momento, el manchego se limitó a perder pasos y terminó abreviando. Con la espada, se alivió y lo acabó cazando.

 

  • Plaza de toros de Albacete. 1ª Feria de la Virgen de los Llanos. Tres cuartos de plaza. Se lidiaron seis toros de La Quinta, desiguales de hechuras pero excelentemente presentados (la mayoría, muy serios y en tipo), y de encastado, interesante y variado juego. El 1º, listo, exigente, complicado y peligroso; 2º, noble y distraído en los finales; 3º encastado y muy completo, de gran juego en el último tercio; 4º falto de recorrido y transmisión; 5º con movilidad y nobleza pero justita transmisión y ritmo; 6º, muy bravo en el caballo, con movilidad y a media altura en la muleta.
  • Eugenio de Mora: palmas y silencio.
  • Manuel Escribano: oreja y ovación con saludos.
  • Joselito Adame: oreja tras aviso y oreja con petición de la segunda.

PARTE MÉDICO DE MARCIAL RODRÍGUEZ: Herida de asta de toro en región escrotal izquierda con trayectoria descendente y en profundidad hacia la cara interna y posterior del muslo izquierdo, de 35 cm. que produce destrozo de la musculatura isquiotibial y adductor medial. Hemorragia venosa muscular abundante. Una 2ª trayectoria de 15 cm. que produce evisceración testicular y con dirección a región inguinal que afecta a piel y tejido celular subcutáneo. Se procede a hemostasia de vasos sangrantes, colocación de cinco drenajes, reconstrucción muscular y cierre de la herida. Luxación de hombro derecho procediéndole a reducción e inmovilización, quedando pendiente de estudio radiológico. Se traslada a Clínica de Santa Cristina. Firmado Dr. González Masegosa.

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