Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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La vida misma
Opinión. La 9ª de Albacete, por Leo Cortijo

La vida misma

Leo Cortijo

La vida puede cambiar en un instante sin apenas tiempo para digerirlo. Cuando el devenir de los acontecimientos da un giro de 180 grados todo lo que antes era negro pasa a ser blanco, y al contrario. Lo que casi acaricias con los dedos de la mano se puede esfumar y no verlo nunca más en cuestión de un segundo. Así de puñetera es a veces la vida. Esa es su esencia y lo que hace de este transcurrir de días algo bello por lo inesperado. Es la vida misma. Pero hay veces que eso que no esperas es negativo. Y si no, que se lo pregunten a Manzanares, que cuando casi saboreaba las dos orejas del sexto, se atascó con la espada y también con el descabello, y mientras andaba tirando de verduguillo, el toro se arrancó de sopetón, lo prendió y lo mandó derecho a la enfermería. En un instante cambió la puerta grande por la que ningún torero quiere salir.

Y era triunfo porque a ese pilaron que cerró encierro y que fue a más en  la muleta, lo cuajó (en su concepto) en el toreo al natural. Plasticidad y empaque en la figura y temple en el trazo del muletazo, pero eso sí, al hilo del pitón y con el ajuste y el ceñimiento bajo mínimos. Ahora no vamos a descubrir el toreo tan propio y característico del alicantino. Lo cierto es que su público entró de lleno. Le demostró su cariño desde el minuto uno, y es que Albacete pareció su segunda Sevilla, dónde él se siente arropadísimo. Por eso reinó entre ellos el sabor amargo al final de la tarde.

La penúltima tuvo, aparte de esto, poca historia, sobre todo por el insulso juego del ganado, que transmitió pocas emociones. Solo El Fandi paseó una oreja del primero tras enfandilar a la masa en banderillas. Toreo accesorio, superficial y vulgar del granadino, que se puso pesado en su segundo. A estas alturas no vamos descubrir nada nuevo de él. Castella, por su parte, firmó una gris actuación (como su feria en general), sin terminar de acoplarse ni encontrarle el aire a un lote descastadito, pero manejable. Frío y desdibujado, el francés se perdió entre lo insustancial. Correcto el presidente no concediendo la oreja, porque la petición no fue mayoritaria. Así se ahorró las protestas de su primer día, cuando sí la dio con idéntica petición.

Y ahora, a contar las horas que restan para la corrida que cierra feria, en la que la empresa, vía sustituciones, ha cerrado un cartel interesante que combina una figura con dos jóvenes emergentes. A ver qué gallo es el que hace prevalecer su canto en el corral.

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