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Lo que 'Leslie' se llevó
Opinión. Un final de temporada de despedidas

Lo que 'Leslie' se llevó

Darío Juárez

No le ha hecho falta un besamanos a la vera de un rey para que hablaran de él. En menos de 24 horas se ha hecho presente en primera persona de imperativo, pasaportando un temprano invierno a base de frío y vientos indecorosos, unidos a una aguda falta de diálogo y democracia para con el otoño. Un pergamino de agua caía sobre la península a modo de cortina menuda y fina. Aprovechando la escala por estos lares, el ciclón Leslie llegó con la idea de no irse de vacío y lo ha conseguido. Debía de ser él quien se llevara una dura temporada. Un curso lleno de puertos de primera, de los que han salido necesarias revelaciones de toreros olvidados, que han ido de la mano, por otro lado, del abandono del líder, del torero que más se espera de él, de una figura consagrada que dice adiós momentáneamente, coincidiendo todo ello con más despedidas que aglutinan un fin de semana gris y tormentoso para el mundo taurino.

Pasaban nueve minutos de las nueve de la noche de ayer, cuando el gabinete de comunicación de Alejandro Talavante hacía saltar las alarmas anunciando la retirada del diestro extremeño por tiempo indefinido. Todos los aficionados ponían sobre la mesa las razones por las cuales esta decisión ha podido consumarse de una forma tan inesperada: el hartazgo de ver la putrefacción del sistema, la falta de un apoderado con rédito y técnica solvente en los despachos... y un tal Roca Rey. Sí, sí, para algunos el peruano es también causa-efecto principal en la retirada de Talavante, ya que el factor taquilla lo ha arrasado. Pero, ¿qué sabemos realmente de esos motivos?. Primordialmente es una obviedad que la ruptura con Toño Matilla tras la conquista una vez más de Madrid el pasado San Isidro, hizo atar cabos de manera presurosa ante las ausencias del diestro extremeño en ferias como Pamplona, Bilbao o Illumbe. Es de recibo pensar que a partir de la estrecha relación que poseen los cinco grandes señores del NBO (New Bullfighting Order) con sus haceres y deshaceres confluyendo en el famoso cambio de cromos, el veto de los secuaces de Matilla en sus plazas al diestro extremeño sería un hecho inminente. Como lo es el as bajo la manga de Simón Casas al ofrecerle una feria como la de Otoño bajo su protagonismo, para cubrir un abono solvente, como así ha sido. Pero ni a Talavante le ha retirado el Otoño de Madrid, ni Roca Rey ni Perico el de los palotes. Alejandro necesitaba romper en dos los folios en sucio que tiene delante. Esos que no quieren ni los oficinistas para distraerse haciendo garabatos.

A lo mejor, la responsabilidad que siempre le ha gustado cargarse al hombro es ahora un lastre que le esté pesando por la fragilidad de sus sentimientos. Quizás sea el momento de resetearse, de buscar al mejor Talavante dentro de su soledad o en su círculo de seres queridos, pudiendo disfrutar de su familia en plenitud, la que no te da recorrerte España de marzo a octubre de arriba a abajo en una furgoneta.

Ciertamente, no creo que se vaya para que le echen de menos o como indirecta propagandística, puesto que por fortuna para él no lo necesita, como sí parece que ocurra en casos como el de Morante de la Puebla, que dejó de colgar el “no hay billetes” en el Baratillo -su casa- hace ya algún tiempo. Pero ese anhelo llegará, porque la necesidad como aficionado de pagar una entrada para llenarte de sensaciones y escalofríos muy pocos la producen dentro de ese aura que cubre a propios y extraños. Y Talavante es uno de ellos. Leslie arrasó con todo en la noche cenicienta que cerraba la temporada. Ayer en Zaragoza, su mozo de espadas abrochaba las cinchas de su esportón, donde se archivan tardes que inciden en las memorias cortas para relevar datos de vértigo y sensaciones que solo un figurón del toreo es capaz de realizar. El tiempo y el bienestar de Alejandro serán los jueces que dictaminen el devenir de su carrera con la elección de nuevos caminos que hagan encontrarnos con un torero sobrio, seguro y con el rumbo infranqueable en su impredecible tauromaquia, que ha tomado todo este tiempo atrás. No se ha ido y ya se le espera.

Por otro lado, en apenas un mes, se cumple un año de la recordada citación de Juan José Padilla a los medios de comunicación en el Hotel Colón de Sevilla para anunciar que pondría punto y final a su carrera al término de la temporada. Todo este tiempo no ha sido más que un cúmulo de reconocimientos para el diestro jerezano en todas las ferias, donde ha dado la cara y ha sentido como nunca el cariño de la afición. Tanto es así, que ayer mismo salía a hombros del sitio donde su vida cambió. El lugar donde un toro le hizo perder un ojo para hacernos ver a un héroe. Un pirata torero. Un galán del desparpajo y la solera a partes iguales, que demostró que si el amor mueve montañas, la afición al toro es sin duda el elixir que te devuelve a la vida. Y con ella, el tesón y una capacidad de superación ensombrecedora, que ha hecho acabar su carrera con una regularidad notoriamente demostrativa. Sin entrar en gustos ni tauromaquias, por supuesto. Únicamente la vertiginosa puesta en escena de un hombre que se ha vuelto a jugar la vida después de una desgracia de tal envergadura, sólo por el amor a ese animal que le entrega la suya cada tarde. Parecerá curioso y es que todo queda en casa, pero un ciclón se ha llevado a otro ciclón.

Aunque estos dos fenómenos no se han ido solos. Alberto Aguilar, Juan Bautista, Ricardo Torres o el novillero Carlos Ochoa pusieron también fin a sus carreras profesionales en este curioso y casual sórdido mes de octubre, después de una lesión crónica, la pérdida de un ser querido, una decisión meditada y la sensatez como frente en la vida, respectivamente en cada uno de ellos. Leslie, muy egoístamente se lo ha llevado todo. Aquí todavía quedan cenizas que dicen que, quizás, cualquier tiempo pasado siempre fue mejor.

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