Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Los teloneros fracasados de los Rolling
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Crónica Madrid. 16ª de la Feria de San Isidro

Los teloneros fracasados de los Rolling

Darío Juárez

No sé, corría por mí la sensación de estar en un escenario de expectación condenado a vivir un final llamativamente lastimoso. Por un momento pensé que Mick Jagger, Keith Richards, Ron Wood y Charlie Watts acababan de anunciar la cancelación de su último concierto en España, nada más aparecer en lo alto de la tarima. Con prejuicios o sin ellos, era el cartel para que obrasen como teloneros. Los tendidos claveleros y coloridos de chubasqueros, efervescían con sus murmullos el eco sonoro de una plaza necesitada de afición, y no de público que entre y salga a su voluntad interrumpiendo el espectáculo. Una plaza necesitada de toros, no de inválidos y aborregados novillos que de vez en cuando embisten por el qué dirán. Y una plaza necesitada de toreros capaces de juntar un compendio esencial de ingredientes para poner boca abajo este coso en una tarde. Sólo pido una... pero de verdad. Sin embargo, este es el camino marcado hacia el futuro de la tauromaquia. Si se le pudiera llamar “toro” a lo que hoy nos toca tragar como el pan nuestro de cada día, sería solo por su morfología de bóvido, porque por lo demás… Ni fuerza, ni presencia, ni un simple susto hace atarte los machos por segunda vez delante de estos animales.

El toro-toro es una utopía en tardes como la de hoy. Empezando por la presentación. «De Sevilla al cielo», tuvieron que decir los peones cuando enlotaron por la mañana. Descastada, infame y vareada hasta la saciedad corrida de Victoriano del Río, propia de haber salido por la manga del Baratillo, desesperadamente aburrida y donde sólo destacó la clase del sexto pese a ser un inválido como muchos de sus hermanos, al que Roca Rey le cortó una oreja entre fuegos de artificio.

Por el camino de la amargura se iba la decimoquinta de abono, entre lamentos y conveniencias fingidas que apenas hacían desdeñar rayos de luz a una tarde cárdena, que fue adquiriendo a poquitos una pinta entrepelada. Última bala para Roca Rey en su San Isidro particular. Tan particular para él como para los mortífagos compañeros (figuras) de un señor oscuro que se hace llamar compromiso. Enmorrillado y degollado de papada apareció el inválido sexto. El peruano se jugó todo a su baza más común: las cercanías. Las saltilleras cambiando el viaje que utilizó como quites fueron el prólogo de una faena que empezó muy sometida –pese a perder las manos continuamente– y que acabó entre pitones, donde se le vio encimista y con una continua tendencia a ligar y buscar los recursos del toreo accesorio. Valor a raudales, exposición sin discrepancia y la sensación de estar ante una erala desmochada. Pero esto es lo que nos toca asumir. De hecho, la corrida terminó cuando el toro hizo por meterse en los terrenos sin precauciones y tirarlo al suelo. Sin precauciones, digo, porque una vez a su merced el animalito lo miró y no hizo ni el amago. El mismo Roca Rey se levantó a cámara lenta. Estocada hasta los gavilanes –siendo la mejor de la feria– y oreja sensacionalista.

Talavante pasaportaba rápidamente al segundo cuando empezó a llover. El empedrado se vaciaba para colmar los vomitorios de desafortunados aficionados que habían pagado una elevada entrada. El runrún era patente y, como ya se sabe, el tercero siempre va a la cuerda. Salió Roca Rey a saludar a éste entre olés sugestivos de palmeros sin pretextos. Recibió dos varas en el sitio para salir con buen tranco, incluso entre atisbos de falsa casta. El inicio por la espalda y redundante al que nos tiene acostumbrados encogió las almas de toda la plaza cuando salió milagrosamente indemne del primero. La tanda de inicio le descubrió. Navegante reponía y le hacía perder algunos pasos, además de evidenciar una clara falta de temple. También reculó justo antes del cite que abría cada serie hasta que cayó. Por el izquierdo, ya enfrontilado y sin aprovechar el toreo al hilo del pitón como había hecho hasta entonces, le sacó algún natural muy natural. El toro se vino abajo y ahí de terminó de acabar la contienda.

Con la miel en los labios nos dejaba Alejandro Talavante hace justo una semana, cuando versificó al natural el toreo clásico. Hoy, sin gracia ni suerte en el sorteo, pasó desapercibido en su última tarde de la feria. El segundo fue un inválido de libro al que Justo Polo no quiso cambiar y con el que tuvo que abreviar ante tal enfermizo bochorno. El quinto, por su parte, tampoco le haría descubrirse a su amigo Sergio Ramos, que portaba un sombrero gondolero en el burladero del callejón del 9. Se le pegó lo justo en el caballo, llegando con denotada humillación a la franela. Probó todas las alturas pero ahí no transmitieron ninguno de los dos. Y mucho menos cuando Entonado perdía constantemente las manos. Abrevió y se fue como vino.

Primer paseíllo para Miguel Ángel Perera tras la puerta grande en la pasada Feria de Otoño. El extremeño encontró la horma de su zapato con un lote muy distinto. El primero fue un carretón sin vida, anovillado, que andaba y no corrió en ningún momento y con todas las papeletas para que te apoden como la tonta del bote. Alargó sin sentido un tedio de muletazos que no dijeron nada para terminar descabellando, que no matando, por la condición del manso de amorcillarse en tablas. Lo curioso es que había gente que le recriminó que no entrara de nuevo con el estoque y cuando cogió el descabello, aficionados con buen criterio le increparon por el mismo palo de los silbidos a que sí lo hiciera. El cuarto fue el toro que más se pareció a lo que vemos en Sevilla. Puso en aprietos a Curro Javier tras la salida del primer par, haciéndole hilo hasta llegar a alcanzarlo sin mayor agravio en el burladero de matadores. Tres tandas tenía para haberse entregado con él buscando la profundidad, pero prefirió ganar las distancias y asfixiarlo en un palmo de terreno. Frialdad que se convirtió en hielo seco cuando se rajó hasta en seis ocasiones.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 16ª de la Feria de San Isidro. Cartel de «No hay billetes» (23.642 espectadores) en tarde lluviosa y desapacible. Se lidiaron seis toros de Victoriano del Río, muy mal presentados en líneas generales. Descastado y lastimoso el 1°, inválido el 2°, venido a menos el 3°, manso y rajado el 4°, sin transmisión y sin fuerza el 5° e inválido enclasado el 6°.
  • Miguel Ángel Perera (verde botella y oro): silencio tras aviso y silencio.
  • Alejandro Talavante (purísima y oro): silencio en ambos.
  • Roca Rey (verde botella y oro): silencio y oreja.

 

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