Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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No le busquen pellizco a un tsunami
No le busquen pellizco a un tsunami
No le busquen pellizco a un tsunami
No le busquen pellizco a un tsunami
No le busquen pellizco a un tsunami
No le busquen pellizco a un tsunami
No le busquen pellizco a un tsunami
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No le busquen pellizco a un tsunami
No le busquen pellizco a un tsunami
Crónica Valencia. 6ª de la Feria de Fallas

No le busquen pellizco a un tsunami

Darío Juárez

Algo que arrasa por donde pasa, que no es generoso, que aniquila al que le haga frente y que no perdona a la hora de actuar, nunca tendrá algo con lo que emocionarse artísticamente. Ahora bien, el poder que contempla este fenómeno es incontestable, tanto el meteorológico como el taurino. Roca Rey descerrajaba por sexta vez la puerta grande del coso de Monleón en una tarde indiscutible del peruano, en la que reunió su poderosa y vertiginosa técnica a su capacidad indómita de llenar la escena, poniéndolo todo ello al servicio de 12.000 almas que colgaban el primer No hay billetes del serial fallero. Tres orejas que debieron ser dos –una y una–, ya que el palco no aguantó la presión de una Valencia facilona y sin apenas un ápice de rigor. Chover fue eclipsado por su lote en el día de su alternativa, debido a un cúmulo de carencias notorias que no dejan en buen lugar al toricantano, mientras que El Juli se fue como vino: en silencio, apagado y con un semblante abatido.

No es la primera vez que ocurre. Y es que en muchas disciplinas, sobre todo deportivas, llega un momento en la carrera de ciertas estrellas en el que ven apagada su luz o su sed de triunfo, porque el destello de una nueva estrella les deja sin vida. Precisamente eso es lo que le está pasando al Juli con Roca Rey. Hoy se ha vuelto a evidenciar. Como en evidencia ha dejado el palco a la seriedad de una plaza de primera otorgando el segundo trofeo para el peruano tras un bajonazo. Sin lugar a dudas. Pero antes, un tsunami había arrasado Valencia. No le busquen pellizco porque no lo encontrarán. Perfectamente definido por Juanma Lamet como el Cristiano de los toros, a su manera, con sus armas y contra todos, Roca Rey se posiciona frente a los messis del duende que son pocos y elegidos. Primero sorteó un torete, por llamarlo de alguna manera, pobrísimo de todo. Otro día que sus hombres de a caballo volvieron a cobrar sin trabajar. Y eso tiene un porqué: el simple y llano temor de que se nos caiga en la muleta. Porque el medio toro es lo que tiene. Pero allá se fue a los medios a esperarlo con su particular inicio por la espalda. Pese a no estar picado, sabía que estaba falto de todo. Así que lo sobó con un leve tanteo en las dos primeras series, antes de empezar a apretarle por abajo. Profundidad con ritmo sostenido y mando en plaza. Roca Rey se salía del escenario. Naturales vaciados por debajo de la pala del pitón, improvisación en un palmo de terreno y el calor que desprenden sus zapatillas por los sitios que pisa. Tras un pinchazo, enterraba una estocada hasta la bola que hacía cortar la primera oreja de la tarde.

Si ya tenía a Valencia en el bolsillo antes de venir, con el quinto echó la cremallera. Lo recibió variado de capa, dejando como remate un desdén a una mano. Sin sangrar de nuevo en el peto, llegó a la muleta con un tranquito de más, siendo lo que aprovechó el peruano para llevarlo aliviado y de manera lineal como hizo con el anterior, antes de bajarle la mano y pedirle todo lo que tuviera dentro. Ajuste, precisión y solvencia por doquier. El animal, mal presentado y feo como él solo, se venía a menos y la faena bajaba de voltios. Sin embargo, en uno de esos impases, se sacaba el toro por la espalda para levantar de nuevo la algarabía. Su cara cuando salía de la del toro, lo decía todo. El gesto del samurái. Remató con manoletinas antes de cerrar con un bajonazo deleznable que hizo emborronar la firma de una gran tarde.

Yo me atrevería a etiquetarlo como fin de ciclo, y creo que en el yo interior de El Juli, también deambula esa frase. Eso ocurre cuando estando en la cima empiezan a coronar otros el pico que tú has alcanzado hace tiempo, mientras que durante muchos años, por más que mirases, no veías subir a nadie. Y si lo intentaban, no se lo permitían. Sin embargo, a Julián desde hace algún tiempo ya le hablan de tú. Su tarde lo dijo todo, pero más su rostro. Alicaído, sin su mirada de batalla característica y pasando un trámite. Sorteó un mal lote, la verdad. El segundo fue un inválido que se quedó en el primer puyazo. Y el cuarto, que sin servir, tampoco quiso buscarle las vueltas ni a él ni a su condición. Abrevió de inmediato. Las lidias de sota, caballo y rey no siempre se dan.

Sinceramente, poco que decir del recién alternativado Jesús Chover. El valenciano era bautizado como matador de toros y no supo estar a la altura de las circunstancias. Es evidente su falta de rodaje, pero no puedes culpar a un toro de orejas y que no te ha hecho un solo feo de tu ineptitud para el trasteo durante la lidia del mismo. Así ocurrió con el primero, donde lo más destacable fue el brindis a sus padres, por no hacer leña del árbol caído con la colocación y el ajuste. En el sexto, sin ser nada poderoso el animal, no dio ni uno. Destacar un gran quite salvador de El Sirio a Raúl Martí durante la lidia.

 

  • Plaza de toros de Valencia. 6ª de la Feria de Fallas. Cartel de ‘No hay billetes’ en tarde apacible. Se lidiaron cuatro toros de Victoriano del Río y dos de Toros de Cortés (3° y 6°), de desigual presentación y feas hechuras. Noble y manejable el 1°, inválido el 2°, noble y de poco fondo el 3°, áspero y parado el 4°, con transmisión el 5° y manejable el 6°.
  • El Juli (marino y oro): silencio en ambos.
  • Roca Rey (malva y azabache): oreja tras aviso y dos orejas tras dos avisos.
  • Jesús Chover (blanco y oro): vuelta al ruedo tras fuerte petición y ovación con saludos.

 

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