Por el piton derecho
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No me gusta cómo huele a vino, padre
OPINIÓN. La primera puerta grande de San Isidro

No me gusta cómo huele a vino, padre

Darío Juárez

Lo que está claro es que ayer a Ricardo Gallardo no le hizo falta la valeriana para dormir. Y eso que criticó de manera humilde y como aficionado el mal juego de su encierro, a excepción del tercero, claro. ¡Equilicuá! El tercero en discordia. Porque es el que siempre va a la cuerda. Y, en Madrid, parece ser el desatascador de las malas tardes o de aquellas que ya dirigen su rumbo camino de la decepción o el petardo, los días de expectación. Me refiero al tercer torero. Y si ya le sale un toro bueno… Está comprobado, a menos que sea algo incontestable lo que haya acontecido en manos de sus predecesores de cartel, evidentemente.

Y fíjate si ese guapo y serio colorado ymbrote, de nombre Pijotero, hubiera salido por el mismo palo que sus hermanos y el bueno de Ricardo no salva su tarde contemplativa ni con un bypass en las arterias coronarias de los aficionados. Aficionados, que no isidros. Ayer era el día del patrón y, el cemento, entre chulapos y chulos y no chulos que beben como sapos, se ocultó por momentos hasta que volvieron a asomar la cabeza con la petición de la segunda oreja.

Bueno, oye, has pasado un día de toros con los colegas, has pagado, la has pedido y vale. Nadie te va a hacer un juicio de valor a modo personal. A la cara, me refiero… Porque ya sabemos que Twitter es la mejor trinchera (anti) social para poner a quien sea a caer de un guindo. Sin embargo, ayer el isidro o el ‘público de clavel’ no fue el culpable de tirar el rigor de Madrid por la borda. ¿Ayudó? Quizá. Pero la losa caería sobre Gonzalo de Villa, que se autodeslegitimaba por su decisión -una vez más- como autoridad meritoria y capacitada de presidir un festejo en la primera plaza del mundo.

La última puerta grande de Castella y esta de Perera, más la inexplicable vuelta al ruedo a Asturdero de Saltillo y la póstuma no concesión de la oreja a Octavio Chacón ese mismo día, ponen al señor De Villa en el centro de la diana de la afición de Madrid. Sobre el rabo de Ventura no tengo opinión, sinceramente.

Con esta nueva voz de alarma, parece que se ha vuelto a consumar otro atropello a la seriedad y el rigor de la primera plaza del mundo. Y, en pleno comienzo de feria, es lo peor que podía haber ocurrido. Sobre todo para el torero que se ha ido a hombros hacia la calle Alcalá.

Todas las comparaciones son odiosas. Pero sin quemarme, pongo una mano en el fuego a que se cortarán orejas con mucho más peso que el abultado y bochornoso veredicto presidencial de la tarde de ayer. Treinta y dos festejos por delante... Y, tras lo barato que ha puesto el señor De Villa el inicio de la Feria, sigo diciendo que no me gusta cómo huele a vino, padre.

Ahora, cómo ha dormido Ricardo esta noche pensando en Pijotero.

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