Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Pitones de pavor, pero alma de mansos
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Pitones de pavor, pero alma de mansos
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Pitones de pavor, pero alma de mansos
Pitones de pavor, pero alma de mansos
Pitones de pavor, pero alma de mansos
ALBACETE. 5ª DE LA FERIA DE LA VIRGEN DE LOS LLANOS

Pitones de pavor, pero alma de mansos

Alejandro Martínez

Samuel Flores volvía a lidiar en Albacete y para la ocasión se trajo del campo un corridón de toros. Un encierro bajo y armonioso de hechuras, pero de una seriedad terrorífica. Unos más acapachados y engatillados de cuerna, y otros más abiertos y descarados; la de Samuel tenía leña para pasar un invierno. O dos. Una corrida impecable de presentación, que sin embargo dejó mucho que desear en cuanto a juego. Tan solo dos, el segundo y el tercero, se salvaron de la quema. El resto, mansos y descastados en distinto grado, resultaron prácticamente imposibles para el lucimiento. Y, claro, como la tarde fue de más a menos en intensidad, la gente salió con sabor agridulce de la plaza.

El que peor suerte tuvo en el sorteo fue Rubén Pinar. El torero de Tobarra, que este verano cuajó una importantísima tarde en Madrid, se estrelló con dos mansos con guasa que no le permitieron relajarse ni un segundo. El primero de ellos, que abrió la corrida, tenía las hechuras soñadas. Bajo, de manos muy cortas, badanudo, acapachado, tocadito y algo engatillado, Garzagillo era el prototipo del toro de Samuel. Cuando salió por la puerta de toriles, la plaza comenzó a aplaudir. Y así sucedió con todos los demás. Pero, al igual que algunos de sus hermanos, ese primero tuvo solo eso, fachada. Dormido, gazapón, sin romper ni entregarse nunca, fue un astado completamente descastado y deslucido que además se defendía pegando tornillazos. Con semejante papeleta, Pinar anduvo digno y lo intentó en un trasteo ejecutado, íntegramente, por el pitón derecho. Aunque intentó romper al toro hacia adelante, éste no respondió y el lucimiento fue imposible. Después, con los aceros, anduvo mal: un pinchazo, otro pinchazo hondo y hasta seis golpes de descabello. Y si poco o nada se pudo confiar con ese primero, con su segundo tampoco tuvo la opción de hacerlo en demasía. El cuarto, que causaba verdadero pavor por delante, fue recibido con otra sonora ovación. El toro estaba presente. Muy descarado y astifino, el de Samuel, también descastado, fue un animal incierto y sin fondo. Además, fue muy a menos y acabó muy parado y rajado. En una labor defensiva, Rubén terminó pegándose el arrimón en las cercanías de tablas y luego lo mató de un estoconazo de gran mérito del que salió con la banda de la taleguilla partida. Oreja.

Otro trofeo obtuvo Sergio Serrano del segundo, uno de los dos samueles que tuvieron interés y casta. Locucho, tostado, menos rematado por detrás, pero también muy serio y abierto de cara, fue un toro encastado y exigente. Aunque al final se rajó, el de Samuel se movió mucho y con gran transmisión. Siempre arrancándose con prontitud y alegría, luego tenía el defecto de no humillar. Serrano, que casi nunca bajó la mano, no lo sometió y firmó una labor voluntariosa. Se puso y expuso, pero el notable defecto del toro que él no logró corregir provocó que surgieran demasiados enganchones. Tras matarlo de una buena estocada, el toro fue ovacionado en el arrastre y Sergio paseó la oreja. Con el quinto, el de más peso pero menos exagerado por delante, el manchego volvió a destacar por su entrega en una labor demasiado larga en la que también faltó limpieza. Su enemigo, manso y deslucido, embistió a media altura y no se lo puso fácil. En repetidas ocasiones se le metió por dentro y se quedó debajo, provocando momentos de peligro y una voltereta sin consecuencias. Esta vez pinchó el torero a la primera para luego dejar una estocada desprendida que no fue suficiente. Con el toro ya muy herido en tablas, y a punto de escuchar los tres avisos, Serrano lo intentó descabellar aunque finalmente el astado se echó y fue apuntillado.

Y si bien, tanto Rubén Pinar como Sergio Serrano se justificaron sobradamente, la actuación de José María Arenas fue bien distinta. El torero nacido en la localidad albaceteña de Munera se presentó como matador de toros en Albacete e hizo el ridículo. Sin más méritos que ser de la tierra para estar anunciado en la feria, Arenas se mostró desconfiado e incapaz y dejó escapar al otro buen toro de la corrida. Fue el tercero, bajo como un zapato pero de un trapío sobrecogedor. Muy por encima de su matador, tuvo movilidad y casta aunque su comportamiento no se pudo ver en plenitud. El sexto, también precioso de hechuras, en cambio fue un manso al que solo le faltó el cencerro. Rajado desde el principio, José María Arenas se dedicó a perseguirlo y a correr, delante, y detrás de él. En ambos, con banderillas y espada, también pegó un petardo.

 

  • Plaza de toros de Albacete. 5ª Feria de la Virgen de los Llanos. Tres cuartos de entrada. Se lidiaron cinco toros de Samuel Flores y uno (1º) con el hierro de Manuela Agustina López Flores, muy bien presentados, bien hechos, pero muy serios y ofensivos; mansos y descastados a excepción de los interesantes 2º y 3º.
  • Rubén Pinar: silencio tras aviso y oreja.
  • Sergio Serrano: oreja con leve petición de la segunda y ovación con saludos tras dos avisos.
  • José María Arenas: silencio y silencio.

 

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