Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Por actitud, Román
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Crónica Madrid. 4ª de la Feria de San Isidro

Por actitud, Román

Luis Miguel Parrado

La tarde fue de esas típicas de San Isidro donde el ganado no embiste, Florito tiene que salir un par de veces y el ambiente se va poniendo a la contra poco a poco. Una de esas en las que la gente no hace tantos años se encabronaba y montaba el cirio pero que ahora, con el público tan bizcochón que hay en Las Ventas, pasó como una más.

Apenas hubo dos momentos para salir del letargo y uno de ellos, que fue creciendo en dimensión conforme la corrida avanzaba, fue la faena de Román al segundo de la suelta, un sobrero de Torrealta de mucha báscula y que llegó poco picado a la muleta. Román fue como él es, un dechado de entrega de principio a fin que iba a la cara del toro a ponerse y que pasara lo que tuviera que pasar, sobre todo por el pitón izquierdo, por donde el esaborío cuatreño se le coló con descaro en el primero por ahí para enseguida volver a querer echarle mano. Pasó un trago el valenciano, pero eso metió a la gente en un trasteo al que no se puede negar las ganas, aunque por momentos se echase de menos que bajara las revoluciones y anduviera más atemperado por un pitón derecho que ni mucho menos era tan malo como el otro, sobre el que había que llevarlo muy tapado y manejar las alturas a la perfección. El caso es que la sinceridad de Román caló en los tendidos, más aún cuando con el viento flameando la muleta como si fuera un papelito se puso por manoletinas para finalizar antes de citar recibiendo y cobrar una estocada caída. Le pidieron la oreja que, la verdad, habría sido un premio demasiado holgado.

A mí me gustó más en el quinto, raro que es uno, porque ahí vislumbré a otro torero distinto. Pausado, sin prisas, fue acoplándose a la evolución durante la lidia de un cuatreño que pareció llegar a la muleta con bríos renovados... que le duraron justo hasta que le bajó una vez la mano. Ahí perdió las suyas y se afligió. A partir de ese momento hubo que sacárselos uno a uno y Román lo hizo con suavidad, echándole las bambas para embarcarlo y sacar partido de su corta, sosa y cansina arrancada. Además, sin dar una embestida por perdida ni aburrirse, lo que el toro sí había hecho a las primeras de cambio. Curiosamente, los tendidos pasaron de él. Lo dicho, a ver si el raro voy a ser yo...

El otro momento de la tarde tuvo como protagonista a Álvaro Lorenzo en la primera parte de su faena al que cerraba plaza. Le habían echado para atrás a su primero, que se derrumbó en un quite de Joselito Adame (Por favor, que alguien me cuente la cara de Fernando Lozano en ese momento ‘déjà vu’ de aquel otro trance ocurrido cuando Morante hizo el quite en el toro de Juan Pablo Sánchez, también poderdante suyo, allá por 2012). El caso es que el de Montealto huyó de manso mientras se lo cerraban a Lorenzo y después fue desabrido en la muleta, llegando a quitársela de las manos cuando en los primeros compases lo pasaba al natural. A un toro así hay que imponerse, pero allí faltó mando y el cuatreño se fue remontando, defendiéndose cada vez más y, encima, por arriba. Cuando salió el sexto la actitud del torero era distinta (que importante debe ser tener un apoderado que te hable claro) y el toledano cuajó el mejor recibo capotero de la tarde. Había runrún cuando se cambió el tercio, que comenzó por estatuarios, pero al rematarlos estuvo a punto de echarle mano. Después de ese ‘ay’ ya tuvo al público pendiente y entonces llegaron un par de tandas donde aplicó la medicina del temple y las alturas, lo que hizo que el toro rompiese a embestir con nobleza y recorrido. Pero entonces cambió de pitón, por donde no era igual, llegaron altibajos y aquello no remontó ni de vuelta al derecho, donde ya no hubo la fluidez del principio ni el animal tuvo el mismo fuelle.

Por delante había actuado el mayor de los Adame, que sorteó por delante uno muy serio, noble, y que se afligió en el segundo uno y otro que, ayuno de raza y fuerza, no dio importancia alguna a lo que se le hacía. Pese a ello Joselito, Adame, estuvo largo rato en su cara antes de fallar con los aceros para pasaportar al lote con menos opciones que otro Joselito, José Miguel Arroyo Delgado, había mandado en lo que era su presentación como ganadero en San Isidro y con el que, salvando al sexto, pegó un petardo... verdadero.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 4ª de la Feria de San Isidro. Tres cuartos de plaza (17.344 espectadores) en tarde nublada con rachas de viento. Se lidiaron cuatro toros de El Tajo y dos sobreros, (2º y 3º bis), de Torrealta y Montealto, respectivamente, que sustituyeron a sendos ejemplares de La Reina. Bien presentados y vacuos de raza, fuelle y empuje, a excepción del 6º los titulares; el primer sobrero fue muy complicado por el pitón izquierdo y el otro sacó mal estilo. Pesos: 606, 586 (devuelto), 595, 549 (devuelto), 565, 574, 577 y 561 kilos.
  • Joselito Adame (gris plomo y oro): Silencio y algunos pitos tras aviso.
  • Román (gris plomo y oro): Vuelta al ruedo tras aviso y silencio tras aviso.
  • Álvaro Lorenzo (teja y oro): Silencio y ovación con saludos.
  • Óscar Bernal picó con maestría. Lucidas bregas de Raúl Martí y Rafael González Amigo. Fernando Sánchez banderilleó con su brillantez habitual.

 

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