Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Por fin, el toro; por fin, la emoción
BILBAO. CRÓNICA 7ª DE LAS CORRIDAS GENERALES

Por fin, el toro; por fin, la emoción

Eneko Andueza

Había comenzado la tarde con ambiente enrarecido. El devenir de las Corridas Generales, sumado a la desazón por haber dejado en mano a mano la tarde en la que debía haber comparecido Roca Rey, provocó que la afición premiara con una sonora pita a la Junta Administrativa nada más romper el paseíllo. La protesta fue prolongada, intensa, sentida y elocuente. La gente demandaba que la vacante hubiera sido para Javier Jiménez tras su rotundo triunfo en Las Ventas el pasado domingo. Cuestiones de despachos lo evitaron. Una pena.

Tan pronto se hizo presente en el ruedo el primer Torrestrella, un ejemplar de irreprochable integridad, con cara, pero falto de remate, comenzó el calvario de López Simón. Demudado, desbordado en ocasiones, sin sitio, y con evidentes síntomas de estar pasando un trago en varios pasajes de la lidia, intentó quitarse de en medio al toro con un bajonazo que no fue suficiente. La mala suerte quiso que el  primer golpe de descabello, éste, saliera despedido hacia el tendido he hiriera de carácter leve al gran aficionado Nicolás Murillo, referente indiscutible entre los habitantes habituales del Tendido 5 de Vista Alegre. No pasó, aparentemente, la cosa a mayores y, tras ser atendido en la enfermería regreso con absoluta normalidad a su localidad tras ser curado de un corte en el brazo.

Arrastrado el toro comenzó López Simón a sentirse mal en lo que, a posteriori se convirtiera en un severo cuadro de ansiedad que provocó que saliera mermado mental y físicamente a matar el tercero de la tarde. Inédito y sin condiciones, pasó a la enfermería para no regresar a matar al tercero de su lote.

Había mandado Álvaro Domecq una corrida variada de hechuras. Irreprochable de integridad, generosa de defensas, con dos toros más justos de remate que hicieron primero y segundo, algo más rematado el tercero, y excelentemente presentados los jugados en la segunda mitad del festejo. De largo, la mejor presentada de todo lo que llevamos de Corridas Generales.

Cuatro de esos ejemplares hubo de matar un José Garrido dispuesto, con ganas de reivindicarse, que ya había puesto encima de la mesa su tarjeta de presentación en un ceñido quite por chicuelitas al primero de la tarde. No se quedó atrás el saludo capotero al primero de su lote, que hacía segundo de la tarde, un toro que recibió dos picotazos dejándose y al que en ningún momento le sobraron las fuerzas. No le sobraron tampoco al que hizo tercero, una ruina de animal que debió ser devuelto y que, sin embargo, se mantuvo en el ruedo de forma injustificada por obra y gracia del presidente del festejo.

En el cuarto de la tarde, un toro bien hecho, armónico y muy bien presentado, José Garrido se enteró tarde de las posibilidades de un toro que pedía a gritos más distancia. Pasó, incluso, un atragantón en ciertos pasajes en una faena de muleta que culminó con unas bernadinas ajustadas, en ocasiones con el toro cruzado, que a punto estuvieron de costarle un percance, pero que elevaron la temperatura de una tarde que iba ya camino de la enésima decepción.

Todo cambió con la salida del quinto de la tarde, un señor con todas las barbas que pavoneó un trapío digno de Bilbao, rebosante de cuajo, bien rematado y ofensivo por delante. Codicioso y pronto, peleó con fijeza y metiendo los riñones en un buen tercio de varas. No se vino abajo ni mucho menos Barbadura, que con celo acudía a la muleta de un José Garrido dispuesto. Exigente toro, encastado, bravo, al que había que hacerle muy bien las cosas. Un toro de los que ponen a prueba. Toro con transmisión, con motor… con ¡emoción!

Las dificultades propias de la casta se hicieron presentes. No lo tuvo fácil, ni mucho menos Garrido que, a ratos, estuvo ventajista. Dos tantas de naturales cargadas más de emoción que de pureza, metieron la faena por la senda de la vibración. Disposición, entrega y ganas de ser ante un toro extraordinario. Una estocad arriba puso a la plaza de acuerdo en una petición de oreja que fue concedida por el palco. Oreja de ley tras la muerte de bravo del que, sin duda, hasta el momento, ha sido el toro más bravo de la feria.

No se afligió cuando le comunicaron que había de matar al que hubiera correspondido a su compañero López Simón, que ya se encontraba camino del Hospital. Ni corto ni perezoso se fue a recibir a portagayola al sexto de la tarde en un gesto de responsabilidad, vergüenza torera y querer ser. A punto estuvo de arrollarle el precioso ensabanado, un toro bien hecho, armónico, ofensivo también que completaba un lote desigual, con un par de toros faltos de remate pero que, en conjunto, fue toda una corrida de toros. Lástima que no tardara en venirse abajo tras un discreto tercio de varas. Poco, o nada pudo hacer antes este último toro en una tarde en la que la emoción, por fin, se hizo presente ante algo menos de la media  plaza que ocupaba la sufrida afición bilbaína.

 

  • Plaza de toros de Vista Alegre. 7ª de las Corridas Generales. Algo menos de media entrada. Seis toros de Torrestrella, desiguales de presentación, pero que en su conjunto hicieron toda una corrida de toros. En general, encastados, destacando el quinto de la tarde, bravo.
  • López Simón: pitos y silencio.
  • José Garrido: ovación con saludos tras aviso, vuelta al ruedo tras leve petición, oreja y ovación con saludos.

 

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