La corrida de Adolfo Martín que cerró la Feria de Otoño sucumbió a las expectativas y no dio el juego que se esperaba. El encierro de Albaserrada, blando y descastado, no contó con ejemplares de notable juego, a excepción del primero y de un sexto que en otras manos habría cambiado de suerte. Tarde densa a la que le faltaron ejemplares de entidad para componer faenas más redondas.
Rafaelillo continúa con el idilio madrileño, que ha encumbrado su carrera en estos últimos años. Muy dispuesto y aseado estuvo con el primero, al que saludó una ovación. Los inicios de faena lidiadora del murciano parecían confirmar el avance y la progresión del adolfo. Aunque lejos de ello, solo hubo una serie de mérito sobre la mano derecha, pues en la segunda se descompuso. Al natural le corrió la mano con soltura consiguiéndole ligar naturales estimables de uno en uno. Lo mejor vino en la suerte suprema, donde se cobró una estocada de notable ejecución. El cuarto no le permitió lucimiento y estuvo más pendiente de los muslos que de la composición. Por los dos pitones llevaba peligro. Muy de verdad, le hilvanó un par de series templadas a derechas sin apreturas, en una actuación de peligro sordo. Soberbio el estoconazo que cerró la función.
Manuel Jesús “El Cid” firmó una tarde de absoluta seriedad. Dos faenas asentadas y de corte clásico rindieron a una afición que continúa esperando al hombre de la mano izquierda. Muy dispuesto estuvo ante el segundo, un toro deslucido y de poco juego, que imposibilitó que la faena fuera a más. Los inicios fríos y calculadores del adolfo no fueron buenos síntomas. Tardó en despertar del letargo Sombrerillo, pero dos series sobre la diestra hicieron bramar a Madrid. Al natural se descompuso todo, y más ante un toro con tendencia a rajarse. Lo que son las cosas, esta vez no lo pinchó y dejó una estocada trasera al primer encuentro, siendo obligado a saludar. Dos perchas llevaba el quinto. De largo acudió al caballo de Juan Bernal, que le recetó un segundo puyazo magistral. No hubo faena grande, y eso que Alcalareño interpretó un excelente lidia. Muy dispuesto y sereno el de Salteras, lo intentó hasta la extenuación con Murcianito. Ligazón y profundidad hubo en los pasajes frente a éste, que careció de transmisión. De nuevo saludó para confirmar una tarde de compromiso.
No fue la tarde de un Morenito de Aranda ausente y que ni comprendió al sexto ni entendió al tercero. Inédito quedó en su primero, en una actuación anodina y de escaso fuste. El inválido no le permitió lucimiento alguno y el arandino se entretuvo en correr la mano sin decir nada. Largura en el trazo y distancias pidió el sexto, pero el de Aranda realizó una labor de cercanías. Impasible. No atinó con la espada y la gente se marchó entre pinchazo y pinchazo, siendo silenciado en sus dos turnos.