Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Roca Rey, amo del toreo
Roca Rey, amo del toreo
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Roca Rey, amo del toreo
Roca Rey, amo del toreo
Crónica Madrid. 9ª de la Feria de San Isidro

Roca Rey, amo del toreo

Luis Miguel Parrado

Lo de Roca Rey hoy en Madrid ha sido de chapeau. O dicho más castizo, de sombrero. De quitárselo y tirarlo a sus pies. Hoy el peruano ha estado en figurón máximo del toreo. Aplicando literalmente aquello de «Maestro, ¿hoy que va a pasar? ¿hoy? Lo que a mí me dé la gana». Y así ha sido.

No se puede estar más redondo que como ha estado él frente al sexto. Manso el toro en los primeros tercios, se puso en los medios para citar desde largo y cambiar su embestida. Pero es que la faena no fue sólo una exhibición de cojo..., sino de cabeza, de dominio, de temple, de todo. Administró a la perfección al toro, primero pasándolo en tandas cortas, esperando las embestidas para engancharlas y llevarlas por abajo hasta el final, encelando así al cinqueño, que rompió a embestir, y de qué manera, en la muleta. Después los toques fueron más pronunciados y fijadores, pero el trazo igual de largo y dominador. Madrid se le entregó. No podía ser de otra manera. Y lo hizo más aún con su toreo al natural, verdad desnuda, mano bajísima y dominio absoluto de la escena y del toro, al que no consintió que rozara siquiera las telas. Tan bien le hizo las cosas que el de Parladé perdió defectos y potenció virtudes hasta que ya con muchos muletazos encima buscó el refugio de tablas. Entonces Roca, transfigurado ya en amo del toreo, citó por bernadinas a contraquerencia y la plaza rugió. Las dos orejas eran de ley, y más aún después de un estoconazo por todo lo alto.

Había salido Andrés apenas minutos antes de la enfermería, adonde lo había mandado el primero, sobrero de Conde de Mayalde, que lo cogió por pura ansia. Quiso pararlo por gaoneras cuando el toro no estaba definido y venía cruzado. Le echó mano para matarlo, pero por suerte aquello no pasó de un puntazo grande. Justo después se puso por chicuelinas en los medios y, como es habitual en él, lo dejó crudo en el caballo. Eso lo pagó en la muleta, porque el burel, a tres meses de cumplir seis años, nunca se entregó, sobre todo en el remate de sus embestidas, donde a veces sorprendió al torero y enganchó los trastos más veces de la cuenta. De todas formas, cuando consiguió que eso no ocurriera surgieron muletazos de largo trazo y mano baja que conforme la lidia avanzaba levantaban una mayor división de opiniones en los tendidos. La misma que se agudizó cuando mató de un bajonazo que provocó un gran derrame. Faltaba apenas una hora para que Madrid se le entregase. Y creo que él en su fuero interno lo sabía.

Hablando de entrega, si hay un torero con el que esta plaza se haya roto cien veces en los últimos años ha sido con Manuel Jesús El Cid, que este año anda en trance de despedida. Su lote fue muy similar, y más que con el hierro de Parladé, que también es probable que fuera la última vez que aparezca con una corrida completa en Las Ventas, parecía herrado con el de Juan Pedro Domecq. Vamos, que a Manuel le salieron dos toros de esos que el anterior Juan Pedro denominaba ‘artistas’. Al primero, burraco mosqueado, noble pero medido de todo, le hizo López Simón un quite por altaneras como para llevarlo a un juzgado de guardia por lo criminal. Pero es que a su matador, en vez de dosificarlo no se le ocurrió mejor idea que hacerle uno de remanguillé después del primer par de banderillas. Yo pensé que el toro iba a llegar gastado a la muleta, pero sin embargo aguantó un buen número de muletazos en los que embistió con buena clase y la pujanza justa. Total, que entre que sí, que no, aquello discurrió sin coger vuelo, aunque todavía al final El Cid enseñó lo que pudo ser y no fue en un par de tandas sobre el derecho donde hubo el mismo poco compromiso que a lo largo de la faena, pero mayor  ligazón. Más de lo mismo ocurrió con el cuarto, que humilló un punto menos que el otro y siempre pidió temple. Si Manuel hubiera sido capaz de atemperarse con él lo mismo que en los remates de algunas tandas, de las que salió andando despacio y con torería,  quizá otro gallo hubiera cantado. Sin embargo, su toreo de líneas rectas y apuesta justita caló cada vez menos en los tendidos que, eso sí, lo sacaron a saludar tras pasaportar al que él mismo ha anunciado como su último toro en Madrid. Y yo, la verdad, me emocioné recordando tantas grandes faenas hechas sobre esa arena cuando le vi coger un puñado y besarlo con el mismo cariño que un hijo besa a su madre.

López Simón volvió a lograr una oreja en Madrid. Pero a mí, la verdad, me gustó más con el manso y aquerenciado quinto que con el encastado segundo, que fue el del trofeo. Ese último de su lote, grande y pesador, se rajó como una pava tras el primer muletazo, aculándose en terrenos del 7. Lo sacó de allí y volvió a hacer lo mismo, así que el de Barajas ya hizo lo adecuado, que fue irse a la querencia y sacarle muletazos que el toro tomó a regañadientes, sin raza y sacando la cara por arriba. No se aburrió el matador, que continuó allí mucho tiempo –quizá demasiado– hasta acabar por pegarse un arrimón que algunos no valoraron. Queda dicho que le había cortado una oreja al segundo, donde habrá que aplicar aquello de que al que da todo lo que tiene nada más se le puede pedir. Y Alberto lo que había hecho fue emplear el arma que tantas y tantas veces le ha servido para triunfar. ¿Cuál? La ligazón. Esa que, lo mismo que el movimiento en los toros, tapa tantas y tantas cosas, como por ejemplo la velocidad imprimida en la mayor parte de su labor ante el único cuatreño de la suelta, animal con motor que acortaba el recorrido a partir del segundo de cada tanda. Curiosamente, hubo muchos muletazos pero aquello no cogió vuelo verdaderamente hasta las bernadinas finales. Una suerte accesoria que, visto el panorama, va camino de convertirse en algo tan fundamental como un natural. Dios nos libre de tal barbaridad. Ahora, que para barbaridad, lo hecho por Roca Rey esta tarde. Los que no lo hayan visto que busquen el vídeo... y luego me cuentan.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 9ª de la Feria de San Isidro. Lleno de «No hay billetes» (23.624 espectadores según la empresa) en tarde espléndida. Se lidiaron cinco toros de Parladé, menos uno, todos cinqueños y bien aunque desigualmente presentados. Compusieron una corrida de nota, excepción hecha del manso y descastado 5º. En tercer lugar salió un sobrero de Conde de Mayalde, que se quedó sin picar y tuvo bríos. Pesos: 588, 556, 555 (devuelto), 535, 607, 626 y 565 kilos.
  • El Cid (añil y oro): Palmas y ovación con saludos tras aviso.
  • López Simón (negro y oro): Oreja tras aviso y ovación con saludos protestada.
  • Roca Rey (canela y oro): Palmas cuando se retiraba a la enfermería y dos orejas, en ambos con aviso.
  • Yelco Álvarez saludó en banderillas.

Parte médico de Roca Rey: Herida por asta de toro de seis centímetros en el tercio superior de la cara posterior del muslo derecho, que rompe fascia superficial y lesiona musculatura isquiotibial. Contusiones y erosiones múltiples. Es intervenido quirúrgicamente en la enfermería de la plaza de toros bajo anestesia local. Pronóstico: reservado, que no le impide continuar con la lidia. Fdo. Dr. García Leirado.

 

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