Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Se vende mansión sin amueblar
Opinión. La 5ª de Albacete, por Leo Cortijo

Se vende mansión sin amueblar

Leo Cortijo

Tarde gris y plomiza, y no solo en lo meteorológico. La quinta cita del serial albaceteño fue perdiendo en interés y emoción conforme iban procesionando los pupilos de Samuel Flores, que se quedaron solo en fachada. Mucho contenido y poco continente. Tan tremendamente serios, de ofensiva y prominente arboladura, cuajados y con plaza, como vacíos por dentro. Vamos, una mansión que por su aspecto exterior centra todas las miradas y los sueños de los que ansían vivir en ella; pero que por dentro solo alberga la más absoluta nada. Esa mansión, ahora mismo, por tanto, se vende sin amueblar. Y a ver quién es el listo que la quiere comprar... El único que salvó los muebles del encierro fue el Locucho que hizo segundo, un geniudo y duro animal, que exigió colocación y mando. Todo lo demás, mansedumbre, descaste y falta total de emoción. Más mulos que toros bravos.

Ante semejante material se las vio (y deseó) una terna íntegramente local, que respondió en muy distinta forma. Abrió cartel Rubén Pinar, otrora matador curtido en mil batallas, con todo el oficio y la disposición del mundo. Ahora vive horas bajas, pero de los últimos años fue el albaceteño de mayor recorrido. Aunque con su primero estuvo gris, diluyéndose entre sus propias dudas, en su segundo anduvo mucho más firme y asentado, rematando una tarde aseada y digna. Y más, conociendo el camino de espinas que ha recorrido en el último año y medio.

Sergio Serrano fue todo corazón y entrega, de eso no le faltó. Pero sí más entendederas para poder por abajo al único samuel aceptable. Naufragó en ese capítulo, haciendo todo a media altura o por arriba y con nula pulcritud. Por momentos, a ese corazón torero le pudo faltar cabeza. En el quinto estuvo a merced del toro y no generó nada.

El que no estuvo para nada fue José María Arenas, y es que si a sus compañeros de cartel les pudo pesar la falta de rodaje, a éste ni hablamos. Desconfiadísimo, dubitativo y sin sitio, fue un flan con el primero de su lote. No sabía ni por donde le venía. Solo la efectiva estocada mitigó los inminentes pitos. Y tres cuartos de lo mismo en el que cerró plaza, con un pegapasismo vacuo con la lluvia como testigo. La tarde le vino enorme.

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