Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
Volver
Talavante, por los siglos de los siglos
Talavante, por los siglos de los siglos
Talavante, por los siglos de los siglos
Talavante, por los siglos de los siglos
Talavante, por los siglos de los siglos
Talavante, por los siglos de los siglos
Talavante, por los siglos de los siglos
Talavante, por los siglos de los siglos
Talavante, por los siglos de los siglos
Talavante, por los siglos de los siglos
Talavante, por los siglos de los siglos
Talavante, por los siglos de los siglos
Talavante, por los siglos de los siglos
Crónica Madrid. 14ª Feria de San Isidro

Talavante, por los siglos de los siglos

Darío Juárez

A estas alturas de la vida, el ocultismo de la evidencia queriendo dar palos de ciego es lo último que se busca en tardes así. El poder que otorga la verdad y da sentido al sentimiento no es otro que el del compromiso cuando se pone al servicio del espacio y del corazón. No existen baúles de recuerdos sin memoria ni retales de una vida sin una pizca de gloria. Cada uno es libre de pensamiento, obra u omisión, sin embargo, cuando los dos primeros se entrelazan para conjugarse, el tercero desaparece y sólo da cabida a la inteligencia y al resurgir de lo auténtico y pulcro del toreo. El sentido artificial se desalma y es entonces cuando la natura de la dicha queda impoluta ante un amanecer de sensaciones que hacen de un instante algo eterno. Algo que quedará en el recuerdo para siempre.

Cuesta dar cabida a todo ese cúmulo de emociones pero más difícil es encontrarlas. Hoy, una vez más, se volvieron a dar. El reino de los cielos se abre para aquellos que dan con ellas, pero sólo algunos –muy pocos– canalizan con alma de acero, certeza sin desacatos y con un sentido de entender la tauromaquia tan absorta y con tanta pureza, esa capacidad de catapultar al menos atraído e invitar a reclinarse al más creyente. La corrida de Cuvillo hizo y deshizo en cuanto a juego y presentación se refiere, ya que el trapío y la falta de casta siguen de viaje sin vuelta cuando más se los añora. En cuanto a nombres, el mañana está escrito: Alejandro Talavante, por los siglos de los siglos.

El ejemplo se hace persona cuando aquella no utiliza el triunfalismo en su tauromaquia. No es de hoy, esto es una batalla ganada por Talavante que empezó a subrayarse un 7 de abril de 2008 cuando confirmaba su alternativa. Su segunda tarde no caería en saco roto ni despejaría dudas porque nunca las hubo. Enmendado en una idea del querer saludó al segundo. Un manso encastado protestado de salida debido a su impresentable morfología. Al parecer, el castigo le aliviaría la condición, viendo así una virtud ampliamente detallada que sería la movilidad. Era lo que había y había que torearlo. Pues no hay más que hablar. Sí, sí, torear. Sin inicios de faena de ensueños ni trapazos de valor con dueño, comenzó a trazar la primera tanda entre las dos rayas en redondo aprovechando el trazo que imprimía Tristón. El mismo que despachaba alegría al embestir por el grato recorrido que atesoraba. La inercia de querer someterlo por bajo desde el principio hacía que le protestara tocándole el engaño y desluciendo los pasajes. Dos a zurdas que intercalaba uno por el derecho y una última mostrando los alamares del pecho al animal y sin una tendencia liviana a querer dudar. Acero, otra vez tú. Pinchaba y dejaba entera la tizona para saludar una fortísima ovación.

No es que el quinto fuera malo, pero tampoco fácil. La decadencia de su fuerza se hacía notar por doquier al perder las manos saliendo del caballo. De nuevo la presentación se quedaría de nuevo a la altura del betún. Era un toro sin remate en los traseros y con una embestida muy incierta. En manos de otro sujeto el burel quizás se hubiera quedado en el limbo, pero era Alejandro. Serenidad por derroche para una mano que volvía a obrar el milagro del querer. Se vio, se palpó y se reconoció. Una faena hecha a medida y sin reloj. Templando naturales de inicio, alternando muletazos cara a cara y por abajo cuando el toro protestaba su sometimiento. Nadie apostaba por la colaboración del toro, sólo se percibía miedo cuando arremetía con violencia y únicamente la esperanza la fraguaba su matador. Era la tercera tanda, en la que sin desatornillar las zapatillas ni dar un paso atrás, Nenito se cruzó en su camino empitonando su muslo derecho y dejando una seria cornada. En ese momento me preguntaron por la verdad y les dije que miraran al ruedo. De nuevo, en la cara del toro, trazaría dos series templadísimas de naturales abocadas a un ralentí torero y con mando. Madrid se caía y el rincón de Ordoñez, donde dejaría la espada recibiendo, le privaría de una petición mayor y de seguido, de un posible segundo apéndice. Aún así, sin pasearlo, lo recogió y entró a la enfermería cruzando el ruedo.

A Roca Rey había ganas de medirlo. Su tauromaquia suscita algunas dudas cuando el torear se queda a un lado y sólo juega el valor y el porque sí. Sin embargo, esta vez le caería en mala suerte el lote. La puerta grande al de Conde de Mayalde del pasado año quedaría a un lado para lo poco que pudo decir en la tarde de hoy. El tercero sería un toro sin kilos pero bien hecho, del que Andrés sólo pudo sacar de él la primera serie. Desde la segunda hasta el final, los muletazos se quedaban cortos y se veía incapaz de hilarlos. Las manoletinas no adornarían su actuación, pero claro, es el gallo que más canta y al que no le gusta dejarse nada. Si de por sí la faena no había dicho nada, el bajonazo terminó de amordazarlo. El sexto se quedaría inválido en los primeros tercios, llegando al famoso cambio por la espalda muy mermado y sin coordinación. Tampoco se iba a mover, era la última bala del día y no la quería desaprovechar, hasta que se dio cuenta del problema y acudió de inmediato a por la espada.

Abriría el cartel un ya veterano Juan Bautista. El francés obtuvo el par de dos que más se dejó. El más soso a su vez pero con más posibilidades de hacerle las cosas. Y a eso vamos, ¿cómo han de hacerse las cosas? Tengo entendido que con inteligencia y maneras, pero parece ser que cuando falta la disposición, el coger el sitio, el no obligar, no entenderse con tu oponente y pasar por alto el sentido que da el temple, no hace despejar dudas sino crearlas aún más. Así le pasaría con su primero con el que no se entendió. Una perita salinera que se dejaba y con el que no diría absolutamente nada. El cuarto sería otro debilucho de esta cuvillada dispar. De varas en adelante sólo se caía y no acometía con franqueza. Aún así lo poco que tenía se lo dejó Bautista batiéndose en duelo de quites con Talavante. A posteriori, lo único que quedaba era sensatez para no pecar de pesado y acudir a por la tizona.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 14ª de la Feria de San Isidro. Cartel de «No hay billetes» en tarde calurosa. Se lidiaron seis toros de Núñez del Cuvillo, de muy reprochable y mala presentación. Soso el 1º, manso y con fondo el 2º, a menos el 3º, sin fuerza el 4º, difícil e incierto el 5º e inválido el 6º.
  • Juan Bautista (corinto y oro): silencio y ovación con saludos con división de opiniones.
  • Alejandro Talavante (azul marino y oro): ovación con saludos y oreja.
  • Roca Rey (azul noche y oro): silencio en ambos.

 

Sigueme en Twitter Sígueme en Twitter @dariojc21
Comparte y comenta esta noticia: