Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Talavante y el toro moderno
Pamplona. Crónica 7ª de la Feria del Toro

Talavante y el toro moderno

Alejandro Martínez

Por fin, para disfrute de muchos, llegaron las figuras a Pamplona. Hoy –y las dos próximas jornadas– la Feria del Toro pasa a ser la Feria del Torero. O, lo que es lo mismo: la fiesta moderna. Sí, esa en la que el protagonista absoluto es el de luces, mientras que el toro se convierte en un mero aliado secundario. Sí, esa fiesta en la que solo importa la faena de muleta. Los demás tercios, sobre todo el primero, son un puro trámite que hay que pasar porque lo manda el reglamento. Si no, no se explica que hoy salieran a escena los picadores. ¿Para qué lo hicieron?, ¿por qué estaban allí?, ¿cuál era su función? Cuestiones que tendrá que resolvernos Iker Jiménez. Porque sí, los varilargueros aparecieron, pero no picaron.  Ni para un análisis, que dirían algunos. Con la absoluta complicidad del palco, y para alegría de la mayoría del público, el castigo fue mínimo. Según llegaban a la jurisdicción de los del castoreño, éstos levantaban el palo y el matador de turno solicitaba el cambio de tercio. Y no pasó con uno, ni con dos... Los seis se cambiaron sin haber recibido un puyazo en condiciones. Hecho que contrasta con lo ocurrido en días precedentes. Qué casualidad que a las corridas de Cebada, Escolar y Pedraza sí que les pegaron de lo lindo. Y me juego el cuello a que pasará lo mismo el jueves, con la de Miura.

Pero, ¿por qué? ¿Por qué no picaron la corrida? Muy sencillo: de haberlo hecho, ninguno habría llegado en pie a banderillas. Los seis astados de Jandilla demostraron tanta nobleza como escasez de fuerzas. Animales cogidos con alfileres que, sin embargo, apenas dieron opciones para el lucimiento. Casi todos mansos; algunos se rajaron, otros se pararon, y sólo uno, el quinto, llegó con algo de vida y buena condición al último tercio. Ese ejemplar le correspondió a Alejandro Talavante. El extremeño se dio cuenta de la bondad del de Borja Domecq en un notable recibo capotero y ordenó, inmediatamente, que lo cuidaran. ¿Cuidar?, ¿a un toro bravo? Por supuesto, el piquero obedeció y no llegó ni a meter las cuerdas. Ya con la muleta, Talavante firmó una faena cargada de naturalidad y pureza. Tras un par de series de tanteo con la zurda, llegó una notable por el derecho en la que corrió la mano con mando y templanza. A partir de ahí, y por ambos pitones, se sucedieron las tandas de muletazos largos y rematados con el torero encajado, las zapatillas asentadas, y el mentón hundido en el pecho. Toreo de quilates ante un animal nobilísimo, pronto y humillador, que no presentó complicaciones. En la obra, además, no faltaron los momentos de variedad e improvisación con suertes complementarias como la arrucina, el farol, o los remates por bajo. Tenía Alejandro las orejas cortadas, pero falló con los aceros. Sí que obtuvo una en su primero, un toro noble y muy manso que se rajó a la primera de cambio. Gracias a una faena de disposición y recursos, Talavante se metió a la gente en el bolsillo y se llevó un trofeo tras dejar un espadazo traserísimo y atravesado, y rematar al de Jandilla con el descabello.

Con el mismo tipo de toro moderno, ni Diego Urdiales ni López Simón fueron capaces de estar a la altura. El primero no lo vio claro en ningún momento y no fue capaz de ligar dos muletazos seguidos; mientras que el de Barajas rozó la puerta grande tras una actuación descaradamente populista. Dos trasteos plagados de rodillazos que nada tuvieron que ver con la versión valiente y entregada del año pasado. Si bien López Simón comenzó colocadito y templado la faena al tercero, rápidamente tiró por la calle del medio echándose de rodillas y dando pases acelerados que combinó con circulares invertidos y similares. Tras el final por manoletinas, un pinchazo, una estocada trasera y baja, y un par de golpes de descabello... ¡Cortó una oreja! ¡Alegría! Ese tercero, noble, flojo y de cierta calidad, demostró en todo momento su fondo de mansedumbre en constantes amagos a tablas. Más rebrincado y molesto fue el sexto. El madrileño, por su parte, repitió la jugada. Tras pasarse más de la mitad de la faena de rodillas y pegando banderazos, volvió a dejar un espadazo en los bajos y el exigente público sacó los pañuelos. Afortunadamente, y contra todo pronóstico, el palco estuvo en su sitio.

Desdibujado, sin parar de perder pasos, e incapaz de ligar una serie, el paso de Urdiales por Pamplona fue de lo más decepcionante. Su lote, compuesto por un flojísimo y descastado primero, que no paró de defenderse; y por un cuarto de impresionante arboladura que se movió sin clase y a media altura, tampoco fue nada del otro mundo.

 

  • Plaza de toros de Pamplona. 7ª de la Feria del Toro. Lleno. Se lidiaron seis toros de Jandilla, bien presentados, serios y en tipo; mansos, nobles y flojos. No se picó ninguno. El mejor, el 5º, noble y con clase.
  • Diego Urdiales: silencio y ovación con saludos tras aviso.
  • Alejandro Talavante: oreja y vuelta al ruedo.
  • López Simón: oreja y vuelta al ruedo tras petición.

 

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