Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Toreando bajo la lluvia
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Toreando bajo la lluvia
Albacete. 10ª Feria de la Virgen de los Llanos

Toreando bajo la lluvia

Alejandro Martínez

Como con la inolvidable película del año 1952, Cantando bajo la lluvia, hoy en Albacete también nos emocionamos. Pero esta tarde, en el último toro de esta Feria 2014, nadie cantó bajo el diluvio. Ni siquiera Gene Kelly. El que consiguió emocionarnos bajo el aguacero fue Miguel Ángel Perera, y no cantando, sino toreando. El extremeño sacó a relucir su dimensión de figura del toreo en una emotiva faena en la que hubo verdadero toreo del bueno. Es verdad que por momentos Perera descargó la suerte, pero también hubo compases en las que no sólo toreó por bajo con mando y profundidad, sino también encajado y ajustado. Se volvió a cumplir aquello de que en las tardes de lluvia los toreros se inspiran de forma especial. Perera sabía que se marchaba de Albacete sin haber podido redondear su feria. A pesar de las dos excesivas orejas de la primera tarde, una de sus plazas talismán no había terminado de ver el arrollador momento que atraviesa, y Miguel Ángel no dejó escapar el último cartucho. Además, con el tercero no se había terminado de acoplar y sólo había levantado los tendidos con su habitual arrimón final.

Además, en el epílogo de esa faena comenzó a llover y la gente cambió los pañuelos por paraguas. Pero salió el sexto, un chorreado de Daniel Ruiz tan mal presentado como la mayoría de sus hermanos. Algo gacho y sospechoso de pitones, el de Daniel se resbaló y perdió las manos de forma constante en los primeros compases de la lidia. No hace falta decir, por otro lado, que no se le picó. Pero Perera estaba entregado, quería que los aficionados manchegos, tras una flojísima feria, se marcharan con el recuerdo de su toreo, de su momento. Y así fue. Brindó al público Miguel Ángel y se echó de rodillas. Toreó encajado, muy templado, aunque el animal tenía la fuerza bajo mínimos. Eso sí, nobleza y calidad a raudales. Ese último fue uno de los dos que, en el último tercio, se salvaron del infumable encierro de Daniel Ruiz. Y así, entre paraguas y plásticos se sucedieron las series de muletazos por ambas manos en las que Perera hizo crujir a los valientes aficionados que aguantaban en el tendido.

De toda la labor, destacaron varios naturales inmensos ejecutados de verdad y hasta el final. El clima y Perera pusieron la emoción. El cielo negro fue testigo de la capacidad y, sobre todo, del compromiso del torero de la Puebla de Prior. Otro habría tirado por la calle del medio abreviando y matando rápido a su enemigo. No necesitaba justificarse, pero son precisamente estos esfuerzos, estas faenas, las que diferencian a un simple matador de toros, de una figura del toreo. Y llegó el momento de la estocada. Tenía las dos orejas cortadas, pero primero pinchó y después dejó un espadazo defectuoso. Le dieron una oreja, pero lo de menos eran los trofeos; Perera había toreado bajo la lluvia. Y, como mencionaba anteriormente, en el primero de su lote vimos a un Miguel Ángel Perera que no se terminó de acoplar y que construyó una labor en la que faltó muchísima limpieza. Intentó torear por abajo, pero los enganchones se sucedieron y tuvo que recurrir a meterse entre los pitones para estar a gusto.

Y si Perera, que toreó en el último, se marchó a pie, El Juli lo hizo a hombros. Obtuvo dos exageradas orejas del cuarto tras una faena de las suyas. El madrileño anduvo sobrado ante un noble astado de Daniel Ruiz que, sin embargo, tenía la casta bajo mínimos y acabó absolutamente parado. Anduvo Julián más asentado y templado que otras tardes de esta temporada, pero hilvanó tandas de muletazos en las que se retorció y toreó tan abocado como acostumbra. Claro que bajó mucho la mano y condujo larga la embestida, pero casi siempre remató hacia afuera y nunca se enroscó a su oponente. Al final, El Juli se metió entre los pitones de un astado que aguantó como pudo sin hacer un solo amago y ya al borde del infarto. La gente, para no variar, no se dio cuenta de que ese arrimón sobraba por la nula acometividad del astado, y se volvió loca viendo a un torero que abusó de un animal sin vida alguna. Tras una estocada baja ejecutada con el habitual julipié, le dieron las dos orejas. Antes, ante el feo y acochinado primero, poco pudo hacer más que justificarse con bastante vulgaridad. El morucho que abrió plaza, de embestida deslucida y descompuesta, no dejó “sentirse” a Julián y éste lo finiquitó de un trasero espadazo.

Por su parte, Sebastián Castella regresaba a la misma plaza que en su primera comparecencia le regaló la puerta grande. Y, para resarcirse, tuvo el coraje de enfrentarse a una cucaracha indecente que apareció (seguramente por equivocación) en segundo lugar. Imagínense como era el bichejo que hasta el público albaceteño protestó. Por momentos, la protesta alcanzó límites insospechados, pero por supuesto nadie se dio por aludido. Ni el ganadero que embarcó semejante becerro impresentable; ni la autoridad que lo aprobó; ni siquiera la supuesta figura a la que le correspondió. Si Castella hubiera tenido lo que hay que tener, habría despachado de una estocada al de Daniel en cuanto sonó el cambio de tercio para dar paso a la faena de muleta. Habría podido sin problemas pues el fiero ejemplar de la divisa manchega era un completo inválido. Pero no, el francés encima tuvo el provocador detalle de querer brindar y menos mal que la gente se le echó encima y tuvo que desistir. Pero no se crean que ahí acabó todo. Después, Castella, se pasó casi diez minutos toreando al bichejo e incluso llegó a hacer varios desplantes. Cómo si tuviera delante al mismísimo Baratero de Victorino, el de Beziers quiso gustarse y darse importancia. Manda narices. Y me dirán algunos: ¡pero sí anduvo muy templado y ejecutó buenos muletazos! Pues claro, con semejante fiera indómita delante… A ese le cortó una orejita, pero con el morucho quinto (el único correctamente presentado) no se entendió y pegó mil trapazos que no le sirvieron de nada.

 

  • Plaza de toros de Albacete. 10ª y última de la Feria en honor a la Virgen de los Llanos. Con lleno en los tendidos, se lidiaron seis toros de Daniel Ruiz, muy mal presentados en su conjunto, salvo los correctos 1º y 5º; y de noble, pero flojo y descastado juego en general. 1º muy descompuesto; 2º un bichejo tan noble como flojo; 3º noble y repetidor pero en el límite de todo; 4º, que se tapaba por la cara, noble y con calidad, pero de escasa transmisión; 5º muy deslucido; 6º bueno hasta que se rajó.
  • El Juli (verde hoja y oro): ovación y dos orejas.
  • Sebastián Castella (lila y oro): oreja tras aviso y ovación tras aviso.
  • Miguel Ángel Perera (azul turquesa y oro): silencio y oreja.
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