Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Toros con mala suerte
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Toros con mala suerte
Toros con mala suerte
Madrid. Crónica 29ª de la Feria de San Isidro

Toros con mala suerte

Alejandro Martínez

En la fiesta de los toros, la suerte, la diosa fortuna, juega un papel fundamental. Sí, por supuesto que es imprescindible la técnica y el valor en los toreros, así como la selección, inteligencia y trabajo en la labor de los ganaderos. Pero la suerte también es importante. Como en cualquier parcela de la vida. Por eso, es muy común escuchar a los profesionales del toro mentar a la suerte o pedirla. Parece que sólo ellos deben tener fortuna. Pero no, el protagonista de este espectáculo, el toro, también puede tener buena o mala suerte. Y es que a la hora de lidiar una corrida de toros, el ganadero puede ser tan afortunado como desgraciado. Eso le pasó a Victorino Martín en el vigésimo noveno festejo de la Feria de San Isidro. El ganadero de Galapagar, que por la mañana recibió un merecido homenaje que le reconoció como el mejor ganadero del siglo XX, lidió en jornada vespertina una de las corridas más interesantes del ciclo. Un encierro variado y encastado en términos generales y que sorteó dos toros de nota. Fueron los corridos en tercer y quinto lugar, un par de animales que se fueron con las dos orejas al desolladero. ¿Por qué? Porque sus matadores no fueron capaces de estar a la altura.

Y es que, yo me pregunto: ¿qué hubiera sido de la misma corrida de Victorino con otra terna delante? Seguramente habría sido una tarde triunfal. Pero eso nunca lo sabremos. Lo que sí se puede afirmar es lo mal que estuvieron los tres toreros. Uceda Leal, Miguel Abellán y Manuel Jesús “El Cid”, que entre los tres sumaban más de medio siglo de alternativa, pegaron un petardo sin paliativos y confirmaron todas las sospechas: hace tiempo que pasó su momento. Aquello de que una retirada a tiempo es una victoria, no parece calar en muchos integrantes del escalafón actual. Pero lo peor de todo es que el aficionado se quedó sin ver, en todo su esplendor, una corrida que mantuvo el interés en todo momento. Hoy el toro tonto, el borrego, no hizo acto de presencia. Y tan sólo uno, el cuarto, tuvo las fuerzas justas. Y todo, pese a que la mayoría de los picadores se afanaron en masacrarlos en varas. Pero cuando hay casta... Caso del primero, un animal duro y poderoso que no dobló una mano a pesar de los brutales y traserísimos puyazos que le propinaron en la mitad del lomo. Fue ese un “victorino” de los de antes. Una alimaña que exigía un torero macho que se la jugara y lo rompiera por abajo, aunque solo fuera para machetearlo y prepararlo para la muerte. ¿Y a quién se encontró? Pues a un Uceda Leal derrotado antes incluso de desplegar el capote. Tras la carnicería del varilarguero y el petardo de la cuadrilla en banderillas, el madrileño tiró por la calle del medio y se lo quito de encima como pudo. La bronca, antológica. Frente al cuarto, una raspa con muchos pitones, siguió desconfiado y se mostró vulgar y pegapases. El de Victorino, noble, repitió pero tuvo poca fuerza y escasísima transmisión.

Uno de los dos grandes toros de la tarde le correspondió a Miguel Abellán en quinto lugar. Llevaba por nombre Alevín, de 504 kilos de peso y marcado con el número 54. Un astado muy serio, descarado y astifino –veleto de cuerna–, pero de escaso remate. Más codicioso que bravo, se dejó pegar en el caballo. Tras el paso por banderillas, el de Victorino llegó al último tercio queriéndose comer la muleta por abajo. Repitió, tuvo recorrido, y una extraordinaria humillación. Como buen Albaserrada, se desplazó arrastrando el hocico por el suelo. Un toro de triunfo claro que se le fue a un Abellán retorcido y descolocado que ligó pases sin fajarse ni torear a su oponente. Muy al final del trasteo pareció darse cuenta de lo que tenía delante y ejecutó un puñado de buenos y templados naturales, mejor colocadito. Anteriormente, frente al mansito y complicado segundo, que se metía por dentro y levantaba la cara a la mitad del muletazo, anduvo con precauciones y no se puso ni una vez. Ya saben, les sale uno que no es de carril y...

Arropado por una afición que sigue recordando sus grandes y heroicas tardes con estos mismos toros, El Cid volvió a evidenciar que quiere pero no puede. El sevillano quiso agradar pero mostró todas sus carencias ante el buen tercero, un ejemplar de nobleza encastada que fue a menos, pero que tuvo las embestidas justas para que su matador se marchará a hombros. Ese tercero, Garrochista de nombre y cárdeno de capa como todos, empujó con fijeza aunque la cara a media altura en el peto, y se arrancó pronto desde la distancia en el segundo puyazo. A lomos del caballo, por fin, había un picador que hizo las cosas bien, apuntó en el sitio, y midió el castigo. Juan Bernal se llamaba. Ya con la muleta, y tras brindar al propio ganadero que ocupaba una localidad del bajo del 8, Manuel Jesús dio muchos pases sin la confianza y el reposo necesarios. Fuera de sitio y sin encajarse, aquel torero no parecía más que una caricatura de sí mismo. Además, y en un alarde de total falta de torería, tras matar al toro de un bajonazo trasero, levantó el brazo y pidió los aplausos como si hubiera recetado todo un estocadón. Con el espabilado sexto, que tenía castita pero se quedaba corto y reponía, aún hubo menos entendimiento.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 29ª de la Feria de San Isidro. Lleno de “No hay billetes”. Se lidiaron seis toros de Victorino Martín, serios, pero desiguales de hechuras (muy justos 4º y 5º, dos raspas); encastados y de interesante juego en general. Destacaron por su notable juego 3º y 5º.
  • Uceda Leal: bronca y silencio.
  • Miguel Abellán: silencio y silencio tras aviso.
  • Manuel Jesús “El Cid”: ovación con saludos y silencio.

 

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