Por el piton derecho
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Una corrida de casta brava
Pamplona. Crónica 5ª de la Feria del Toro

Una corrida de casta brava

Alejandro Martínez

Cuando la tarde se despedía de la plaza de toros de Pamplona, noticias terribles llegaban desde Teruel. El tercer toro de la tarde, del hierro de Los Maños, había cogido de suma gravedad al matador de toros segoviano Víctor Barrio. Poca gente lo sabía y el coso pamplonica seguía en plena ebullición. La fiesta proseguía, mientras en el coso turolense se apagaba la vida de un torero. Minutos después, se confirmaban las peores noticias. Víctor Barrio no había superado el percance y había fallecido en la enfermería. La tragedia se cernía, otra vez, sobre el mundo del toro. Un joven torero repleto de sueños e ilusiones había dado la vida en pro del arte más duro y auténtico.

Un arte, un espectáculo, que de vez en cuando enseña su cara más amarga. Pero ahí radica precisamente la esencia y grandeza de la fiesta de los toros. No, no es un tópico; aquí se muere. Una verdad que muchas veces olvidamos, pero que nos recuerdan tragedias como las de este 9 de julio, o, también, corridas como la lidiada por José Escolar en el quinto festejo de la Feria del Toro. Un encierro magníficamente presentado, y que además resultó variado, interesante y encastado.

Y es que, ante todo, la corrida de Escolar estuvo marcada por la casta. La casta brava. Toros mansos o bravos, pero que no salen rendidos de chiqueros y que venden cara su vida. Pero, claro, ya se sabe: la casta conlleva complicaciones. Y para eso están los toreros, para solventarlas, imponerse y triunfar. Desgraciadamente, la terna actuante no estuvo a la altura de tan exigente prueba. Y no era fácil, claro que no. Los pupilos de Escolar apenas regalaron una embestida, pero sí fueron agradecidos.

Fue el caso del lote de Alberto Aguilar. Tanto el tercero como el sexto fueron dos ejemplares de notable juego que desbordaron casta desde su salida por chiqueros. El primero de ellos, que llevaba por nombre Cantaor, fue en apariencia el astado más en Buendía del sexteto. Más altito, y tan serio como sus hermanos, estaba más redondeado, lucía otra expresión así como un hocico más chato. Mal picado –como casi toda la corrida–, empujó sin humillar y salió suelto de la segunda vara. En el último tercio, tardeó en los cites, pero cuando se arrancó lo hizo con todo, con sobresaliente transmisión. Muy exigente, se desplazó queriéndose comer la muleta de un Alberto Aguilar que se puso y colocó correctamente, pero que fue incapaz de cuajarlo. Sin bajar la mano, remató la mayoría de muletazos por alto en un trasteo en el que primó la voluntad. Tras un pinchazo, dejó un espadazo caído y atravesado y saludó una ovación. El gran Cantaor, por su parte, se marchó con las orejas al desolladero. Lo mismo ocurrió con el muy asaltillado sexto, un animal de gran seriedad y preciosa estampa. Encastado, codicioso y exigente, Chulón II demostró su condición y fondo en unas intensísimas embestidas por bajo al comienzo de la faena. Después siguió repitiendo, pero sin la claridad del toro actual. A veces más corto, otras rebozándose y yendo hasta el final, el de Escolar sobrepasó a un Aguilar dispuesto que hizo lo que pudo.

Con más oficio, y una espada incontestable, Juan Bautista le cortó la oreja al quinto, el más noble y humillador del encierro. Fue ese un astado que duró mucho, pero que pecó de sosería. El francés, que no puso la emoción que requería la ocasión, dio muchos pases insulsos y no aprovechó la calidad de su oponente. Sin embargo, como dejó una gran estocada de efecto fulminante, le pidieron el trofeo y, por supuesto, se lo concedieron. Antes, con el tremendamente serio segundo, un toro muy en tipo de Albaserrada –fino pero rematado, hocico rata, veleto y muy astifino– tiró de oficio en una labor vulgar que remató de una media estocada mortal. El “escolar” fue un mansito que tuvo movilidad, pero el defecto de salir siempre con la cara arriba.

Como cabeza de terna, y presente por enésima vez en San Fermín, actuó Francisco Marco. El torero de la tierra, que anduvo digno con el manso y descastado primero –el peor del conjunto–, no supo qué hacer con el inmenso cuarto. Pese a lo mucho y mal que le dieron en varas, el de Escolar sacó casta, exigió, y tuvo la complicación añadida de un molesto e intermitente gazapeo que su matador no supo corregir.

 

  • Plaza de toros de Pamplona. 5ª de la Feria del Toro. Lleno. Se lidiaron seis toros de José Escolar, muy serios y de impecable e imponente presentación; de juego variado, encastado e interesante. Los mejores fueron 3º y 6º. El 5º, más noble y soso.
  • Francisco Marco: silencio y silencio.
  • Juan Bautista: aplausos y oreja.
  • Alberto Aguilar: ovación con saludos en ambos.
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