Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Una corrida rara
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Una corrida rara
Crónica Madrid. 8ª de la Feria de San Isidro

Una corrida rara

Luis Miguel Parrado

Creedme si os digo que esta ha sido, por lo menos para mí, una corrida rara. Yo del que más me he acordado ha sido del bueno de Moisés Fraile, al que estos seis bureles de hoy en Madrid le van a hacer tela de daño entre la grey coletuda, más que proclive a olvidarse de un montón de toros buenos de una casa en cuanto ven uno jodido. Y si es más de uno, ni os cuento. Al tiempo. De todos es sabido que El Pilar es una ganadería encastada, y como tal, entregan su bravura cuando se les puede. Pero los de hoy lo que tenían era genio y, lo que más me ha extrañado, han hecho algunas reacciones muy raras, porque hay que ver cómo se han metido por dentro algunos, cómo han perdido el objeto otros y cómo han arreado sin ton ni son dos o tres.

La tarde ya empezó rara. En unos tiempos donde la libertad, que no el libertinaje, debe llevarse por bandera, no se sabe quién, se supone que la autoridad, mandó a la policía nacional al tendido 7 para retirar las pancartas y acallar las voces que pedían la salida del palco del ‘dadivoso’ Gonzalo de Villa Parro. Y, la verdad, no tiene lógica que en un espectáculo tan civilizado como una corrida de toros se quieran matar moscas a cañonazos.

Estaba la bronca en ebullición cuando salió el primero de los toros salmantinos. Como casi toda la corrida no acabó de humillar, pero tuvo movilidad y transmisión. Juan del Álamo pareció contagiarse de la velocidad del cuatreño al embestir y lo pasó con rapidez aunada a escasa apretura. Así, hasta que se puso por el izquierdo y después de avisarle acabó por echarle mano. La voltereta fue como si Mike Tyson te coge por banda. Pero sirvió para que los tendidos mirasen con otros ojos una labor afanosa donde buscó la ligazón como mayor aval. Le pidieron una oreja que, de darse, hubiera sido muy protestada. Anduvo bastante más atemperado con el cuarto, que se movió sin clase y cierta nobleza, pero pidiendo una colocación mucho más comprometida y mayor temple del ofrecido por su matador, que acabó perdiéndose en una retahíla de muletazos que cada vez tuvieron menos calado. Aún tuvo que matar el sexto, con leña en la cabeza como para abastecer el horno de una tahona. Lo sacó para fuera y cuando quería ligarle el tercero ya le embistió por dentro, así que cogió la zurda, pero aquello tampoco funcionó. Quizá debió intentar la técnica de sacárselos uno a uno a base de colocación, pero a esas alturas Juan parecía estar desencantado de esta rara tarde.

La mejor renta de José Garrido fue la media con que abrochó el recibo de capote al quinto, un cinqueño que tuvo mucho, pero mucho que torear. Correoso, ya se le quiso remontar cuando lo sacaba para fuera. Justo después se puso al natural y el toro respondió metiendo la cara, pero embistiendo seguido y sin irse de los vuelos, poniéndolo en apuros. También por el otro pitón daba esa coba de humillar en el embroque para luego no pasar y encima cada vez con más tralla. En fin, que Garrido pasó un ratito regular con él. Tampoco fue muy agradable su primero, al que nunca vio metido en los engaños, donde lo mismo venía por dentro que embestía sin rebosar y queriéndosele remontar, mientras otras veces se quería abrir de costado al final de su viaje. Así las cosas, Garrido le fue robando muletazos afanosos y ya en el epílogo le apretó más por el derecho, pero en cuanto le pudieron se quedó a mitad de viaje. Lo dicho, que donde unos vieron casta yo vi genio. Y el matador seguro que un trago amargo.

Pero, para amargura, la cogida de Gonzalo Caballero al entrar a matar al tercero, quizá el más noble de la suelta, que potenció virtudes cuando lo llevaron embebido por abajo y sin atosigamientos. Comenzó Gonzalo por estatuarios y después, aún con intermitencias, hizo el toreo más reunido de la tarde, aunque las tandas pecaron de cortas, quizá porque él buscó recrearse más en los remates y los pases de pecho. Buscó un final por bernadinas donde se lo pasó tan cerca como había hecho a lo largo de la faena y, de hecho, la delantera de la taleguilla iba tinta en sangre cuando se perfiló para entrar a matar. Por desgracia el pitón penetró en su muslo en un golpe seco y brutal. Ojalá al final todo sea menos de lo que se antoja.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 8ª de la Feria de San Isidro. Menos de dos tercios de plaza (14.666 espectadores según la empresa) en tarde de nubes y claros. Se lidiaron seis toros de El Pilar, bien aunque desigualmente presentados. La mayoría de ellos geniudos, correosos y con mucho que torear. Pesos: 585, 549, 546, 596, 522 y 619 kilos.
  • Juan del Álamo (caña y oro): Vuelta al ruedo protestada tras aviso, silencio y silencio.
  • José Garrido (negro y oro): Silencio tras aviso en ambos.
  • Gonzalo Caballero (grana y oro): No pudo matar ninguno, pero sonó una ovación tras arrastrarse el tercero de la tarde, en el que sonó un aviso. 
  • Buena brega de Manuel Larios. Saludó en banderillas Antonio Chacón y Óscar Bernal volvió a picar con maestría un día más.

Parte médico de Gonzalo Caballero: Herida por asta de toro en la cara externa del tercio medio del muslo izquierdo, con una trayectoria ascendente de 25 centímetros que produce destrozos en el muslo tensor de la fascia lata, vasto externo e isquiotibiales, y alcanza la cara posterior del fémur contusionando el nervio ciático, alcanzando isquion. Es intervenido bajo anestesia general en la enfermería de la plaza. Se le traslada al Hospital de La Fraternidad. Pronóstico: grave. Fdo. Dr. García Leirado.

Parte médico de Juan del Álamo: Lesión de isquiotibiales en el muslo izquierdo, pendiente de estudio radiológico. Policontusiones. Pronóstico: leve, que no le impide continuar con la lidia. Fdo. Dr. García Leirado.

 

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