Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Urdiales, artículo de lujo
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Crónica Bilbao. 4ª de las Corridas Generales

Urdiales, artículo de lujo

Luis Miguel Parrado

Hoy se ‘enfrentaban’ sobre su arena los dos consentidos que tiene Bilbao, uno de Levante y otro de La Rioja. Y precisamente por eso chocaba sobremanera que los tendidos estuvieran poblados en más de su mitad por ese color azul desolador de las butacas vacías. Eso es una tragedia, le pongan los paños calientes que quieran ponerle.

Menos mal que otro azul, el marino intenso, dio color a la tarde. Lo llevaba en su terno Diego Urdiales, que cinceló una preciosa faena al segundo, por el que nadie daba un céntimo cuando el riojano cogió la muleta. Había sido el animal protestado de salida, y la verdad es que ni de lejos tenía el remate que un toro debe lucir en Bilbao. Degollado, sin badana, pitorrito de pitones... si en vez de ser negro es entrepelado bien pudiera haber pasado por tener sangre Saltillo. Es más, su forma de humillar, de colocar la cara, también me recordó mucho esa línea. Quién sabe, pero también es cierto que en su última época como ganadero a Fernando Domecq le salieron algunos con esa hechura.

El caso es que a Ingresado (mismo nombre que el mejor semental que Jandilla ha tenido en su historia) lo protestaron con fuerza nada más salir al ruedo. Y más aún cuando blandeó durante los dos primeros tercios. Lo dicho, que allí nadie daba un duro por él. Pero como bravo que era, el que más sin duda del encierro, rompió a embestir de categoría y Urdiales lo disfrutó. Sobre todo al natural, porque por ahí no era tan seguido en su embestida, así que le permitió dar un tiempecito entre muletazos, que surgieron como bellísimos carteles de toros uno tras otro. Hubo naturales y trincherillas de auténtico ensueño, pero es que además el toreo accesorio tuvo un regusto especial, a puro lujo. Aquello, sin duda, iba camino de dos, pero Diego se empeñó en volver a la mano derecha en vez de terminar de majarlo al natural, y eso fue lo que se llevó la intensidad para cortarle la segunda, porque además la estocada fue rotunda y letal. Como quinto salió el toro con mejores hechuras. Claro, siempre el feo se casa en los sorteos con el guapo (a priori). Pero resulta que al bonito le dio por no soltarse nunca a embestir a pesar de que Diego anduvo siempre asentado y con las ideas claras, logrando incluso pasajes de largo y limpio trazo en una faena donde estuvo mucho tiempo en la cara... quizá demasiado.

Otra oreja pudo cortar Ginés Marín del último, el único que por trapío se podía calificar como ‘toro de Bilbao’. Tuvo el animal, que siempre quiso más que pudo, buena condición, sobre todo por el pitón izquierdo. Pero el matador no pudo prolongar las tandas ni apretarle para conseguir que aquello despegase de verdad, aunque en muchos muletazos pudo expresar su gran concepto. Curiosamente le jalearon más las bernadinas de epílogo que esos retazos de buen toreo anteriores y a mí volvió a darme pena de ver a dónde ha llegado Bilbao. Le hubieran pedido la oreja, pero la cambió por un aviso después de fallar con la espada y el descabello. Abrió su lote el más deslucido de la suelta, que como dicen los mexicanos se agarró al piso, pero no por falta de fuerzas, sino de raza, con una tardanza a los cites que hizo imposible el lucimiento.

La tarde había empezado con un Zalduendo derribando dos veces y acudiendo cuatro a los montados. Algunos alucinaban. Pero es que tras claudicar en la primera tanda se vino arriba en la muleta, donde tuvo más movimiento que clase. Enrique Ponce tiró de técnica y lo llevó muy tapado, sin dejar que tocase el engaño, ganándole siempre la acción con un toque fijador que lo metía en él. Así, sin grandes apreturas, lo fue enredando en tandas cortas, rebajando los defectos iniciales del toro, que de principio terminaba sus embestidas defendiéndose por arriba. Le pidieron la oreja, y Matías, tan dadivoso ayer, no la quiso dar. El cuarto tuvo poca raza y menos ritmo, así que la faena fue una continua porfía por sacarle muletazos a un ejemplar descastado que en el desarrollo de su viaje iba perdiendo celo y humillación. No se aburrió Ponce, algo que había hecho a las primeras de cambio un toro que acabó coceando la muleta, y con eso está dicho todo.

 

  • Bilbao. Plaza de toros de Vista Alegre. 4ª de las Corridas Generales. Menos de media plaza. Se lidiaron seis toros de Zalduendo, mal y muy desigualmente presentados, compusieron un encierro de juego dispar, donde destacó el segundo, de gran clase en la muleta. Pesos: 539, 551, 538, 533, 553 y 544 kilos.
  • Enrique Ponce (plomo y oro): saludos y silencio tras aviso.
  • Diego Urdiales (azul noche y oro): oreja y silencio.
  • Ginés Marín (grosella y oro): silencio y saludos tras aviso.
  • Saludaron en banderillas Jesús Díez ‘Fini’, El Víctor, Juan Carlos Tirado, Antonio Manuel Punta y Manuel Izquierdo.

 

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