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Vientos de tormenta
Opinión. Preacuerdo de Gobierno con Podemos

Vientos de tormenta

Darío Juárez

Antes de dar paso a 2020, Año Galdosiano y/o Año Gallito, en el que se conmemorará el centenario del fallecimiento de dos grandes personajes de principios del siglo pasado, como fueron el escritor canario Benito Pérez Galdós, y el denominado 'Rey de los toreros', Joselito el Gallo, España aún no sabe si tendrá un Gobierno elegido por el Congreso después de tres años. Como tampoco debe tener nada claro la Real Maestranza de dónde era Gallito y en qué año murió en Talavera, a juzgar por el cartel que se ha presentado para la próxima temporada en el coso sevillano. Algo con lo que Pagés, al parecer, ha tenido que tragar.

Por partes: primero los personajes. La 'Jacinta' de esta historia, Pedro Sánchez, el hombre estéril de verdad, humildad y sentido común, tampoco sabe si se comerá las uvas siendo investido presidente a la tercera. Todo parece depender, de nuevo, del mango secesionista de una sartén que pese a que cada vez se quede más fría y sin apoyos para el camino convulso de la unilateralidad, sigue siendo la llave que forme un gobierno de izquierda. Entre tanto, el principal benefactor de este posible Ejecutivo no deja de ser Podemos. Desde 2016, la formación morada no ha hecho otra cosa que perder representantes en las dos cámaras, pero aún así saben que su futuro como políticos dependen del ahora o nunca. Como también lo sabe Sánchez para su continuidad en la Moncloa.

Apenas 48 horas después de las elecciones generales del 10-N, el PSOE y la formación de Iglesias llegaban a un preacuerdo de gobierno con diez “ejes prioritarios”, en el que se encuentra en tercer lugar “la lucha contra el cambio climático, la transición ecológica, la protección de nuestra diversidad y la garantía de un trato digno a los animales”. No hace falta recordar que la oposición total de Podemos a los toros ha sido tajante desde su fundación.

Tres semanas después del preacuerdo y del abrazo (...), el diputado de Podemos por Álava, Juan López de Uralde, decía lo siguiente en el canal 24 horas: “No me parece adecuado que, en el siglo XXI, la fiesta nacional de un país sea una fiesta en la que se sacrifica a un animal de manera sangrienta. Proponemos hacer una Ley de Bienestar Animal, que es necesaria, y que incluimos en el decálogo con el PSOE”. Esta afirmación supone un hecho gravísimo que atenta contra la cultura del toro como la conocemos actualmente y abre de nuevo la puerta a la incertidumbre que lleva arrastrando la fiesta de unos años para acá, cuando se plantea su extinción, desnaturalización o ‘simplemente’ se pone a debate su futuro. Veremos a ver cuánto se tambalean los cimientos de los toros si finalmente se forma este Ejecutivo, como también veremos cuánto de aficionados son los Ábalos o las Carmen Calvo de turno, que siempre han mostrado su apoyo a la tauromaquia y han sacado pecho cuando se les ha puesto la alcachofa detrás de los burladeros o mismamente dentro de las instituciones. También estaría bien saber cómo gestionará Ferraz las opiniones de presidentes socialistas de comunidades autónomas como Castilla-La Mancha o Extremadura, los cuales han defendido siempre la Fiesta de los toros, promocionándola, defendiéndola y dándole difusión: Emiliano García-Page y Guillermo Fernández Vara.

Galdós solía incluir nombres de toreros para personajes representativos de sus obras, como los curas, bautizando a uno de ellos como Pepe Hillo, por ejemplo. Pero nunca fue un aficionado de cuna, fiel y asiduo al seguimiento de la Fiesta. Sin embargo, su sabiduría a través del trasfondo del marco taurino de su época le hizo creer fervientemente que los toros subsistirían mientras existiera en el alma española ese anhelo de lo pintoresco, del espectáculo brillante, de la apreciación del color y la alegría. “El día que no haya toros, los españoles tendrán que inventarlos”.

Lamentablemente, esa esencia genuina no se ha sabido defender y se ha perdido con el paso del tiempo; sobre todo con el conformismo del sector que realmente vive del toro, con el no querer blindar la Fiesta cuando se ha podido, pero también con la venida del sensacionalismo, las corrientes animalistas radicalizadas y el no soportar ver la muerte o tomarse la muerte de un animal como algo que forme parte de la propia vida.

Verdaderamente, desde el punto de vista pasional, siempre serán metáforas que los aficionados creemos a pies juntillas porque así las sentimos, pero a su vez son dificilísimas de explicar a quien no entiende esta liturgia. Aunque, bueno, para defender algún que otro régimen criminal no repugna tanto el cliché de ser de izquierda y, por ende, antitaurino.

A día de hoy, para las altas esferas de esta ideología más radicalizada, esas dos premisas deben ir de la mano, además del feminismo, el anticatolicismo (que no la antirreligión: sea la que sea y a excepción de la cristiana), y otros ‘ismos’ que les gusta abanderar. Esta moda actual de decir ‘no’ a todo lo que huele a España, cada vez apesta más. Pero es lo que hay, comúnmente dicho.

En cualquier caso, a los aficionados, que Dios nos pille confesados en la tierra en la que nadie cree pero todos rezan... Porque se vienen tiempos oscuros. Soplan vientos de tormenta...

Aunque muy ‘chic’ todo, eh. Eso sí.

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