- Si dentro de unos años le preguntaran por la temporada que acaba de finalizar, ¿qué destacaría de ella?
- Ha sido una temporada inesperada, y es que cuando salí a hombros de Las Ventas fue cuando empecé a matar corridas de toros, y todo ocurrió en muy poco tiempo. Sinceramente, ha sido una temporada con la que no contaba.
- Si tuviera que ponerle un pero al año pasado, ¿cuál sería?
- Al año pasado no le pongo ningún pero, porque creo que las cosas son como son. Las cosas buenas son para disfrutarlas.
- Hablemos de Madrid. Dos tardes de inmensa belleza pero con un desenlace bien distinto. Una por la puerta grande y otra de vacío y con cornada. ¿El destino le debía el reconocimiento de Madrid?
- Es verdad que han sido dos tardes, una por una puerta y otra por otra, y Madrid es Madrid. Para lo bueno y para lo malo. No hay dobleces, Madrid es la leche… Es todo y muchas veces es nada. Del cero pasas al infinito…
- ¿La tarde de Otoño fue la más importante de su vida o la salida por la puerta grande el Domingo de Ramos no tiene comparación alguna?
- Son dos tardes y dos sensaciones distintas. La del principio de temporada fue complicada para mí; fue como un Domingo de Resurrección al pasar de estar olvidado a dar un toque de atención. Y en Otoño Madrid lo marcó todo. Una temporada buena, si no pasa nada y no triunfas en Madrid, parece que no ha pasado nada.
- ¿Qué sensaciones le quedan después de firmar una de las tardes más importantes del año y que por culpa de la espada se dejara tres o cuatro orejas por el camino?
- Las puertas grandes siempre son importantes, pero sobre todo en Madrid estaba obligado a dar la cara tras el triunfo del Domingo de Ramos. Se ha hablado mucho de que la corrida de El Puerto en Otoño fue muy dura, y creo que la corrida fue como tenía que ser, una corrida que te puede cambiar el destino y también de poner a los toreros en su sitio. Y es que los toros salieron con complicaciones, pero Madrid disfrutó conmigo. Tengo que agradecerle mucho a esa corrida de toros. Los toreros somos una parte importante del espectáculo, pero sin toro no somos nadie
- Y eso que siempre tuvo fama de ser un genial estoqueador…
- Ese día hubo muchos milagros, tuve tres volteretas… Recuerdo grandes toros y grande faenas en Madrid como Lironcito de Baltasar Ibán, al Enrique Ponce lo pinchó, o a Bastonito, de la misma ganadería, pero en este caso fue César Rincón. En ambos casos quedan un enorme regusto. Mi tarde de Otoño estuvo llena milagros… que lo único que me llevara fuera una cornada es para dar gracias, porque podía haber pasado cualquier cosa. Pienso que la vida tiene mucha importancia. La peor cornada es el fracaso. Gracias a Dios, pagué con sangre lo que luego fue un triunfo.
- Haciendo repaso: Baltasar Ibán, Fuente Ymbro, Ana Romero, La Quinta, Los Maños, Pedraza de Yeltes, El Puerto de San Lorenzo… Todo ello resume la importancia de una temporada determinante. ¿Cree que para llegar a ser respetado hace falta anunciarse con estos hierros?
- Ha sido un año difícil porque a principio de temporada estaban las ferias hechas y después de la puerta grande de Madrid no quería que llamasen para carteles rematados. No me planteé la temporada a largo, sino a corto plazo, ir toro por toro, y ver que estaba a buen ritmo. Gracias, sobre todo, a las corridas toristas de Francia como la de Vic-Fecesanz y la de Ceret, es donde he firmado tardes importantes y he podido matar esas ganaderías que tenía contratadas antes de triunfar en Madrid.
- En septiembre en Tarifa un toro le dejó un pitonazo en la nariz, pero al día siguiente estaba anunciado en Valladolid y no opuso resistencia. Ser torero está al alcance de muy pocos y usted lo honra día a día. ¿Entendería la profesión sin hazañas como ésta?
- Hay algo que muchos no saben, y es que en Valladolid me operaron esa misma mañana y me reconstruyeron el tabique y luego por la tarde hice el paseíllo. El toro te lo cura todo y es mi deber cumplir con la responsabilidad. El caso de Valladolid fue un momento duro, aunque luego todo se me quitó en Albacete en la corrida de La Quinta. La perspectiva del toreo me ha cambiado y la afición reclama algo que los toreros deberíamos plantearnos y es que el toreo no es una estadística, es algo mucho más grande que los números.
- Viendo el devenir de su temporada, ha pasado de ser un torero reconocido por los aficionados a ser ninguneado por muchas empresas, ¿qué conclusión extrae de todo ello?
- La verdad es que no tengo nada en contra de ninguna empresa. No me he quejado nunca. Un toro en Sevilla me imposibilitó rallar a la altura en la que estaba y otro en Madrid me ha puesto en el camino. En esta vida he dado de todo menos pena.
- Artista, pasional, heroico, clásico… ¿Donde se enmarca su concepción del toreo?
- Para lo bueno y para lo malo he sido siempre yo, nunca he seguido modas, ha habido momentos en mi vida que era un patito feo y otros en los que he sido hasta un cisne (risas).
- ¿Qué es lo que cree que le hace ser especial?
- La torpeza por no saber ser yo mismo, y es que el triunfo fácil viene siguiendo la corriente de la afición triunfalista, aunque muchas veces no sé si ha sido por torpeza o porque creía en lo que sentía y todo eso ha hecho que no haya seguido un patrón definido en mi carrera.
- ¿Se sufre más por las cornadas o por el hecho de no sentirse reconocido a la hora de confeccionar los carteles?
- En mi caso ambas han ido de la mano, y es que el fracaso es la cornada más dura que existe, aunque nunca me haya sentido fracasado en la vida. En cualquier profesión es lo peor que a una persona le puede llegar a ocurrir.
- ¿Cree firmemente que el año que ha firmado tendrá recompensa en 2017?
- Cuando interesas te llaman y si no, no lo hacen nunca. El mejor apoderado es uno mismo.
- No cabe duda que el 9 de julio de 2016 en Teruel quedará en su retina como el día más doloroso de su vida, ¿también como torero?
- No queda duda. Como torero fue un palo, pero más como hombre, porque no estamos hechos para vivir esos momentos. Muchas veces la vida no es justa, y arrancarle la vida a un hombre tan joven es terrible y jamás estaremos preparados para que eso ocurra.
- ¿Qué se le pasó por la cabeza cuando tuvo que deshacerse de Lorenzo?
- Fue una sensación rara. Como un caos, algo muy rápido, fueron momentos dramáticos. Como hombre se que me va a marcar, aunque creo que todo se cura toreando y como hombre tuve también la suerte de matar al siguiente toro aquella fatídica tarde… y al día siguiente actuar en Pamplona.
- ¿Añora algo en su vida?
Profesionalmente hablando, lo que he hecho hasta ahora estoy seguro que lo voy a recoger el año que viene. Siempre intento vivir el presente.
- Y en esa búsqueda de la felicidad, hace poco contrajo matrimonio, ¿el compartir su vida le hace replantearse bajar el ritmo de actuaciones o no?
- Al contrario. Mi vida, lógicamente, es el toreo. Además, en un momento en el que empiezo a torear bastante. Han sido años muy duros. Lo que tengo es la intención de seguir al nivel que he mostrado este año. E incluso ir a más.
- ¿Es consciente de lo que ha logrado esta temporada?
- Lo que más me puede apasionar en la vida es el toreo y esa sensación de torear, aunque siempre falta algo y cada día que me levanto me doy cuenta del veneno que tiene el toreo. Esta temporada ha sido un comienzo, si me respetan los toros, de lo que va a ser mi vida.