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Vicente Carrillo Cabecera
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«Mi padre se desvivió por el toro, Joselito y José Tomás»

«Mi padre se desvivió por el toro, Joselito y José Tomás»

Antes de cumplir la mayoría de edad, Triana Ramos quería estudiar Bellas Artes, pero se dio cuenta de que su verdadera pasión era la danza, además de tener vocación suficiente para dedicarse a ello. Con los 18, sus padres aceptaron su decisión, la apoyaron y la mandaron a Sevilla a formarse en la Fundación Cristina Hereen. Antes de la pandemia, Triana vivía en Talavera, de donde es natural. Zapateaba y danzaba por los tablaos de Madrid. También se dejaba caer mucho por Sevilla, su segunda casa. La crisis del coronavirus lo cambió todo, incluso su vida: el 28 de julio del pasado año, su padre, el gran Joaquín Ramos, el alma máter del campo bravo, la sombra silenciosa y culpable en las carreras poderosas de dos toreros como Joselito y José Tomás, nos decía adiós de forma repentina. Triana ahora está mucho más en casa. Siente que su deber en estos momentos es estar al lado de su madre, la también bailaora, Carmen Sánchez La Chencha: «Ahora mi vida está en un stand by; ya vendrán tiempos mejores en los que se pueda trabajar como verdaderamente se debe», comenta. Eso sí, la sonrisa es permanente; las ganas de reír, un calco de las de Joaquín y la madurez de sus palabras, un canto a la libertad. La joven bailaora de tan solo 23 años ya ha conquistado el corazón de la mismísima Rosalía, bailando y coreografiando para ella en los MTV EMA Sevilla 2019 y los Grammy 2020: «Rosalía no me conocía de absolutamente nada y, que creyera en mí, dice más de ella que de mí».
Darío Juárez

- Con 4 añitos se sube por primera vez a los tacones de su madre; la maestra con la que empezó todo.

- Ajá. Así es. Yo, de pequeña, siempre bailaba. Pero no era consciente que mi madre era bailaora como tal. Lo que sí recuerdo es que me llevaba siempre al Tívoli, que es un parque de atracciones de Málaga, porque allí trabajaba ella en el tablao. Entonces, cuando llegaba allí, yo era la nena parriba, la nena pabajo, volantes pa aquí, volantes pa allá: a ver, yo quería bailar. Yo iba a clases de baile en Talavera y, es curioso que todavía me acuerde, pero un día me dijo mi madre: «Triana, ¿tú querrías bailar flamenco como mamá?». Le dije que sí y aquí estamos.

- ¿El flamenco le enseñó la vida, o la vida le enseñó el flamenco?

- Creo que... Cincuenta-cincuenta. El flamenco que yo conocía hasta que cumplí 18 años, que fue cuando me fui, era el flamenco de manos de mi madre. Realmente yo estaba en el cascarón. Entonces, cuando sales a campo abierto, vives muchas experiencias buenas y malas; agradables, otras no tanto. También empiezas a sentir lo que es la competitividad, que ésta está en todos los mundillos, pero es que en el del arte es horroroso. Al final te debes quedar con aquellas experiencias bellas de las que bebes y después te formas. Cuando lo haces, ya estás preparado para entrar al campo de guerra.

- Sevilla y su tocaya la estaban esperando para hacer de usted una bailaora profesional. No creo que haya mejor sueño que formarse en la cuna del flamenco.

- Vivir en Sevilla lo recuerdo como los mejores años de mi corta vida. Me fui allí sola, viviendo sola, en una ciudad en la que no conocía a nadie, y tenía ese miedo porque yo estaba acostumbrada a vivir con mis padres y gracias a Dios no me faltaba de nada. Si necesitaba ir a algún sitio, ellos me llevaban donde fuera o se presentaban allí. Pero de la noche a la mañana, verme sola y perdida, porque me perdía mucho por las calles de Sevilla [risas]. Entonces, al principio me pareció un poquito... No voy a decir duro, pero sí chocante. Sin embargo, el apoyo de mis padres es el que me ha aportado seguridad, fuerza y los que me han hecho afrontar la vida con autodeterminación. Y en cuanto a la fundación en la que estuve, qué te voy a contar... Convivíamos más de seis horas diarias entre bailaores, guitarristas y cantaores. Entonces, claro, eso era una fuente de arte increíble. Porque poder convivir diariamente con todos esos artistas es un regalo; eso es una maravilla, por favor. Además de conocer a gente de todas las partes y culturas del mundo. Totalmente enriquecedor.

- Como jugar la Champions con 18 años, vaya.

- Sí, sí, absolutamente. Yo, te juro que pagaría lo que fuera por volver atrás y poder vivirlo de nuevo.

- Madrid también ha sido baluarte y despensa preciada del flamenco durante años. La Sala Almonte echó el cierre el pasado año por la pandemia. También lo hizo otro tablao en el que usted bailó, Casa Patas, con una intensa historia a cuestas. ¿Cómo recibió la noticia?

- Mira, recuerdo que en ese momento estaba con mi padre tentando con Alejandro (Talavante) y vi la noticia en Facebook. Me quedé paralizada y mi padre también. Nos empezamos a escribir entre unos cuantos compañeros: ¿Esto es verdad? ¿Esto cómo va a ser? Es que no estamos hablando de un tablao cualquiera, es que es el Patas. Y no es por quitar ni una gota de prestigio a los demás pero es que, me reitero, estamos hablando de un templo para los flamencos. Recuerdo que escribí a Martín, al dueño, y le dije que estaba paralizada por la noticia pero que le brindaba todo mi apoyo y que si necesitaba cualquier cosa, ahí estaría. Igual que ellos apostaron por mí y me dieron la oportunidad de bailar en el templo, creía que había que corresponder.

- ¿Considera como vital y de obligado cumplimiento dar la llamada batalla cultural en estos momentos en los que nuestra identidad y nuestras raíces son tan vilmente atacadas desde la más supina ignorancia?

- Hablando de tauromaquia y quiero que lo que voy a decir no se entienda en modo despectivo, la gente está cada vez más empática con los animales. Y yo lo entiendo, porque nadie quiere ver sádicos de animales pero, lejos de eso, que respeto al que no le guste, no logro entender la persecución que hay ahora. No entiendo la falta de educación, la falta de respeto, la falta de saber estar. Yo, por ser taurina, tengo que soportar que me llamen de todo. Igual que muchos taurinos, a otros antitaurinos. Sinceramente, creo que es una batalla que no se va a acabar nunca

- ¿Cómo se acepta perder a un padre?

- Es complicado, porque por ley de vida los abuelos se tienen que ir antes. Tú esperas que pase. No lo piensas, ni lo deseas, pero que sabes que es así, que hay que aceptarlo y se acabó. Entonces, siendo mi padre y pasando en ese momento sin esperarlo, para mí fue el peor día de mi vida. A mi padre ese día le habían operado a las 2 de la tarde para quitarle la vesícula y tres horas más tarde, vengo de tomar un café tranquilamente y súper contenta por lo bien que había salido la operación, y veo un montón de llamadas perdidas en mi teléfono de números que ni tenía. Llamo, se pone mi madre y me dice que vaya para el hospital, que mi padre ha entrado en parada. Claro, no me lo creía. No es que pensara que mi madre me estaba mintiendo, pero es que no me lo creía. Ya llegué allí y me quedé en la puerta esperando a que los médicos salieran. Cuando lo hicieron, me dieron sus condolencias y me quedé mirando a mi madre y a mi tío con una sensación extrañísima. De verdad, créeme, no sabría explicártelo. Vi una silla, me senté y me puse a gritar a pulmón. Es lo único que recuerdo de ese momento.

- ¿Cuál es el último recuerdo que tiene con él?

- La tarde del 24 de julio. Siempre he pensado que las cosas suceden por algo y que nada es por casualidad. No es por entrar en tópicos, pero lo creo firmemente. Y yo sentía que la última vez que estuvo ingresado, necesitaba pasar mucho tiempo con él. Mi cuerpo me decía que tenía que estar con él. Dormía con él, estaba con él, aunque me turnara con su compadre y mi madre, sólo quería estar con él. Recuerdo que aquel día, no paramos de reír. O sea, no te puedes imaginar la marcha que tenía mi padre. Aquello era constante.

- Se complementaban mutuamente de forma modélica.

- Siempre ha habido un cariño enorme entre ambos. Él era como yo, o, mejor dicho, yo era como él. También tengo muchas cosas de mi madre, eh, pero nuestra relación era especial. Hasta el punto que, sin saber lo que iba a pasar, las últimas dos palabras que le dije a mi padre fueron 'te quiero'.

- El odio vertido hacia ambos en sus cuentas de redes sociales por el hecho de ser taurinos, a partir de su fallecimiento, fue absolutamente repugnante.

- [Coge aire] Fue horroroso, no te voy a engañar. Recuerdo que estaba en la sala del tanatorio frente al féretro de mi padre, miraba al teléfono, miraba al ataúd y decía: Dios mío, ¿qué está pasando? Fue horrible. Pero también te digo, no le echaba toda la cuenta que debiera porque en ese momento mi dolor por haber perdido a mi padre era mayor que el que estos seres quisieran hacerme a mí. Sinceramente, no creo que su finalidad fuera hacerme daño a mí, la verdad, porque lo único que hacían era soltar odio sin saber realmente lo que estaban diciendo. Me cuesta creer que haya seres humanos tan inhumanos. ¿En qué momento se te pasa por la cabeza escribir a la hija de un caballero que acaba de fallecer alegrándote de su muerte? Porque mi padre era eso: un caballero, de la cabeza a los pies. Y no lo dice Triana Ramos por ser su hija, lo puede afirmar cualquier persona que le haya conocido. Al final, eres lo que das. Yo de esta gente sólo puedo compadecerme. Lo único que les deseo es que no les pase lo mismo que a mí.

- No hace falta decir quién es el culpable de que hoy sea aficionada a los toros.

- Cómo lo sabes. Yo no recuerdo ningún momento de mi vida en el que mi padre no tuviera relación con el toro.

- ¿Cómo surgió la idea de llevar al tablao el libro de José Tomás y Vargas Llosa, Diálogo con Navegante?

Comiendo [ríe] en la cocina de mi casa. Además, me acuerdo perfectamente. Yo tenía 20 años y no sabía qué hacer para abrir la IV Gala Bienal de Arte Flamenco de Málaga. Quién soy yo para estar aquí, que no soy nadie, que no tengo nombre. Y a mí, me encanta contar historias a la hora de bailar; me encanta. Entonces, seguíamos soltando ideas mientras comíamos, hasta que mi madre dijo: «¿por qué no haces el libro de José Tomás?». En ese momento, nos miramos mí padre y yo, y dijimos: sí, eso es. Pero vamos, surgió comiendo [vuelve a reír].

- ¿Fue Joaquín Ramos quien llegó hasta José Tomás o José Tomás hasta Joaquín Ramos?

- Pues mira, sinceramente, nunca se lo he preguntado. Es que, ¿sabes lo que pasa? Como para mí era tan normal que mi padre estuviera con uno, con otro, con el de más allá... Lo tenía tan interiorizado que no me preguntaba ciertas cosas. Pero creo que debió ser un fifty-fifty. Como te he dicho antes, creo que las cosas pasan por algo y su encuentro, sin duda, no fue ninguna casualidad: estaban destinados a conocerse y a trabajar juntos. Tanto para el beneficio de mi padre, como para el de José Tomás.

- ¿Cómo se vivió en su casa los días previos a la encerrona de Nimes 2012, después de estudiar con minucia los 6 toros del genio de Galapagar que supusieron aquel triunfo histórico de las 11 orejas y 1 rabo simbólico, tras el indulto de Ingrato de Parladé?

- Madre mía... Mira, para empezar, mi padre en esos momentos era inexistente. Si de por sí ya lo era de manera habitual, tanto cuando estaba con el maestro José Tomás, como con el maestro Joselito, en aquel momento fue el doble. Si algo te puedo decir, es que él se desvivió por el toro y por ellos dos. Y esta es la mayor realidad que te puedo contar en esta entrevista. Como sabrás, mi padre ha llegado a dormir durante una semana en los corrales para que los toros no se pegaran. Perdóname por barrer para casa, pero creo que pasará mucho tiempo hasta que vuelva a existir un perfil como el suyo en el mundo del toro. Él antepuso el toro a su propia vida. Bueno, a todo, en definitiva. Él era el toro y la vaca, y la vaca y el toro, y el toro y el campo... No salía de ahí.

- Hace poco, su madre y usted tuvieron en su casa al propio José Tomás para rendir homenaje a su padre. ¿Cómo fue ese día?

- Muy emocionante. Fue un día imborrable lleno de alegrías, penas, muchas risas, porque a mi padre le encantaba reírse, y yo ahora intento hacerlo lo máximo posible. Era un día para rendirle homenaje a él y lo pasamos muy bien.

- Puede estar muy orgulloso desde ahí arriba de haber sido el único capaz de juntar a la para mí Santísima Trinidad –junto a Morante–de la época más contemporánea del toreo (Joselito, José Tomás y Talavante), pese a no estar vestidos de toreros.

- Eso lo he pensado muchas veces; era una cosa que sólo la podía hacer él. Es que, no podría ser otra persona.

- Qué tendrá el agua cuando la bendicen...

- Totalmente. Me da apuro pensar que está mal decirlo porque es mi padre, pero es que es la verdad.

- ¿A qué sabe bailar y coreografiar para Rosalía?

- A gloria. La primera vez que bailé con ella nos entendimos muy bien desde el principio porque es una persona muy humilde, muy llana y no tiene prejuicios a la hora de decir: yo soy Rosalía y tú Triana Ramos. Yo no soy nadie, pero ni comparada con Rosalía, ni comparada con otros. Es verdad que yo soy una persona prudente y cuando la conocí tampoco quería romper esa barrera del respeto. Oye, yo estoy trabajando contigo y estamos trabajando, no tomando café. Y si se habla, es fuera del ensayo. Aquí se viene a bailar y a trabajar; si alguien te habla, tú respondes, y si tienes una duda, preguntas. Y ya está. Pero ella es una persona que le encanta hablar y compartir ideas. Conectamos tan bien que después de bailar con ella en los MTV me llamó meses después para corografiarla en los Grammy. Rosalía no me conocía de absolutamente de nada y, que creyera en mí, dice más de ella que de mí.

- Pisar aquella alfombra debió de ser  "buenamente, tra-tra".

- [De nuevo, las risas] Ufff, total. Mira, en los Grammy me lo pasé increíble. Aquello fue brutal. Aprendí muchísimo de Charm La'Donna, su coreógrafa de urbano, en la manera tan espectacular que tiene de organizar a tantísima gente; en la manera de imaginarse en su cabeza todo tal cual sale en directo después... Claro, cuando trabajas con artistas como Rosalía, todo es a lo grande. Absorbí muchísima información que desconocía por completo del gran escenario, digamos. Yo me quedaba allí para ver los ensayos cuando a mí no me tocaba ensayar; quería verlo todo. No sé si volveré a verla, ojalá que sí, porque guardo mucho cariño a Rosalía y creo que ella a mí también.

- Triana, deme el último titular. ¿Es o no es flamenco lo que hace Rosalía?

- No es flamenco. No sabría encasillar su música en un género determinado, pero se podría decir que hace inspiración flamenca. Ella no dice que es cantaora. Por tanto, creo que lo que la he coreografiado y lo que, si Dios quiere, la coreografiaré, nunca va a ser flamenco puro. Serán tintes flamencos, pero adaptados a su estilo que no es flamenco. Ella y su personalidad piden una música más vanguardista, más contemporánea, más moderna. No entiendo a la gente que dice: "no, es que ésta no hace flamenco". ¿Y a ti quién te ha dicho que haga flamenco?

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