Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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'¿Qué hacemos ahora,  José Antonio?'
'¿Qué hacemos ahora,  José Antonio?'
'¿Qué hacemos ahora,  José Antonio?'
'¿Qué hacemos ahora,  José Antonio?'
'¿Qué hacemos ahora,  José Antonio?'
'¿Qué hacemos ahora,  José Antonio?'
CRÓNICA SEVILLA / 8ª de la Feria de Abril

'¿Qué hacemos ahora, José Antonio?'

Ignacio Muruve | Sevilla

La realidad es que la pregunta responde a mi estado de ánimo. Mientras estas líneas comenzaban a alargarse, no tenía ni la menor idea de qué escribir. Deben disculparme si no culmina con creces la descripción de lo ocurrido, pero es que Morante de la Puebla había cambiado el destino de todos los que el 26 de abril de 2023 respondíamos a la llamada de la belleza y del arrebato, de la pasión y de las pocas prisas, del desenfreno y de la recompensa. ¿Sabíamos lo que era el toreo antes que la espada atravesara la cruz de Ligerito o todo lo anterior era sucedáneo de esto? Era el premio a nuestra afición, a habernos entregado a la magia de un espectáculo que seguro que estuvo en la cabeza de Dios el día de la creación y que seguro que este lo soñó como toreó Morante a este ochenta y dos. La luz era eso. El sabor era eso. La torería era eso. En el capote del cigarrero viajaron todos los hilos que han tejido la historia de este arte y en la muleta, sus intérpretes. Y sin parecerse a nadie ni necesitarlo. También era un premio tras tanto agravio en forma de ignorancia. Los derechazos no fueron perfectos ni hacía falta que lo fueran. Los naturales tampoco. Había aquel misterio que mencionaba Rafael que había que decirlo. Había de Juan y de José. Había de todos. ¿Era de rabo? ¿Es el mejor de la historia? Ignoren circunstancias y situaciones. José Antonio Morante Camacho, Morante de La Puebla, ha cortado un rabo en la Plaza de toros de Sevilla y ha abierto la Puerta del Príncipe. ¿Qué hacemos ahora José Antonio? 

Antes… todo esto había pasado.   

Morante acribilló a verónicas al castañito primero. Embarcó con un temple faraónico, con una sutileza mayestática para soltar una embestida templada pero falta de orden. Le dio todo el tiempo del mundo -justo el que les faltaba un día más a los de la bocana del siete- y dosificó. El animal no mereció tanto poso y por supuesto, tanta paciencia. El cigarrero no pudo espetar ni dos tandas a este marmolillo.   Huesudo, alto y sin perfil, el agalgado segundo no dejó ni estirarse a Diego. Un buey de carreta para alguien que necesita mucho, mucho más. Se intentó apretar el riojano pero no hubo manera. Segunda bala en blanco esta tarde.   

La clase del tercero iba a permitir la realización de un monumento a la verónica por parte de Ortega. Todo lo que hemos esperado a Juan estuvo en la tercera por el izquierdo. Lo que tarda el Cachorro en volverle la cara al barrio. Fue el acabose. Qué manera de fundir la embestida a la seda rosa, de pegarla con temple, con dulzura. Y a sensibilidad, más sensibilidad. Tejera no se aguantó el grito. Para colmo, no acabó nada ahí. Ni siquiera la mitad del trance en el que estábamos sumergidos las diez mil almas sentadas. El de Triana recogió el capotito y quitó por unos delantales vaciados con las muñecas. Con la sed de los primeros años y lo añejo de estos últimos, Morante corrió a por el colorao. De la media se pueden sacar libros y películas del arte de torear. Ellos también entraron en trance. Estaba la tarde más que pagada. Juan Ortega se quedó sin toro. Lógico y normal. Que se quede sin más toros si es de esta forma. En el sexto entre que todos queríamos correr hacia el Paseo Colón y que aquello no remontaba nada...

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.  10° de abono. Tres cuartos de entrada.  Toros de Domingo Hernández: Bien presentados y de variado juego. Bueno el 3°. 

Morante de La Puebla: Ovación con saludos y dos orejas y rabo. 

Diego Urdiales: Ovación con saludos tras aviso y ovación con saludos. 

Juan Ortega: Ovación con saludos y saludos

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