Por el piton derecho
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El punto culminante del toreo es la naturalidad
Juan Mora, en la charla del Ateneo Orson Welles

"El punto culminante del toreo es la naturalidad"

Soraya Sanz

¡Le hemos visto en pocas corridas esta temporada. Tampoco se prodiga mucho en tertulias. Por eso, esta ocasión no nos la queríamos perder. Este jueves el Ateneo Cultural Taurino “Orson Welles” organizó en la madrileña librería “Con Tarima” una charla coloquio en la que pudimos escuchar a un pausado, reposado y sincero Juan Mora. Aforo completo. La mayoría, jóvenes (aspecto muy importante a tener en cuenta). Curiosos por la calle mirando a través del cristal intentando saber qué es lo que estaba ocurriendo dentro y quién acaparaba tanta atención. No sé si llegarían a tener sus respuestas. Pero los allí presentes sí las encontrarían. Despacio, dándose tiempo para contestar. Naturalidad, guiños de humor, y mucho, mucho de profundo.

El torero deleitó con su forma de entender la Tauromaquia y la esencia que le ha hecho grande: “Al principio buscas perfecciones, pero llega un momento en el que sientes la necesidad de transmitir otro tipo de cosas, quizás más espirituales, y buscas en tu interior sensaciones más sublimes. El toreo es un rito. Es un culto. Y se ponen en juego los detalles. El andar, las salidas, las entradas, el gusto… y parecen cosas insignificantes, ¿no? pero yo creo que ahí es donde se encuentra la esencia más pura del torero. Esa es la base”.

Por otro lado, habló de la cánones de la pureza del toreo: “considero que el dogma y las tablas de la ley de esta profesión la escribieron nuestros predecesores. Por ese motivo siempre volvemos a nuestros ancestros. Cuando empezaba me apasionaba ver faenas de toreros como Antoñete, Manolo y Curro Vázquez… y tantos otros, que igual no eran faenas formidables pero había pasajes sueltos que me enriquecían”. Y es que, continuó, “ese andar, ese torear sin estar dando el muletazo, ese estar en la plaza, ese llenar los espacios… Eso también es toreo y no siempre es la faena. El toreo, lo que parece poca cosa, cuando aflora la esencia, al final terminas quedándote con unas cuantas cosas, en unos cuantos detalles. Cuando surge la magia es cuando hay improvisación. A mi el detalle es una cosa que me alimenta. Reconozco que en ocasiones cautiva mucho más la sorpresa del muletazo que la capacidad de firmar una proeza perfecta”.

La personalidad de este torero expresada en sus palabras hizo aflorar algún olé espontáneo del público que le escuchó atentamente: “voy a tentaderos, pero matar toros a puerta cerrada ya hace años que dejé de hacerlo. Mis miedos y mis sueños los comparto con el público, vestido de luces”. Y añadió: “en estos momentos, que no me hablen de orejas ni de números. Me parece una traición a mí y a mi filosofía el decir que voy a torear muy seguido, porque me gusta preparar cada obra. Creo que merece la pena el sacrificio y el esfuerzo, porque te lo compensa un simple natural, hondo y relajado”. No obstante, reconoce que “un punto de inflexión fue una cornada muy grave que tuve, de la que tardé mucho tiempo en recuperarme. Te planteas las cosas de otra manera. Mis pensamientos más materialistas se convirtieron en algo más espiritual y me aferré al toreo en busca de, no voy a decir la faena perfecta, pero por lo menos acercarme. Tengo la intensa sensación de que venimos a este mundo por dos cosas: para aprender y para amar. Para aprender a amar la vida y a las personas; y mientras uno tenga ganas de aprender y evolucionar, es feliz. Yo estoy en ese estado, miro siempre para adelante y me marco metas”.

También habló de su forma de entender el triunfo: “la auténtica satisfacción para uno es cuando te has expresado delante del toro y das esa vuelta al ruedo y ves esas caras agradecidas del aficionado, y piensas, ¡qué momento de felicidad! Esa magia envolvente cuando hay esa comunión del alma del torero con el aficionado… Creo que el aficionado que va a una corrida es una persona de mucha sensibilidad porque capta todos esos detalles”. “El punto culminante del arte de torear tiene un nombre: naturalidad. Luego el torero lleva un vestido muy engalanado, pero es muy transparente, y todas esas percepciones el aficionado las ve. El toreo clásico es lo eterno. Es ese toreo que te transporta por el túnel del tiempo y rescatas ahí cosas de uno y de otro y te traen un sabor de naturalidad”.

Como no puede ser de otra forma, también habló de la mítica e histórica faena de las dos orejas de Madrid: “esa faena sobreviene por esa especie de catarsis. Fue muy breve, cuatro minutos. En otras cosas cuatro minutos no es nada. Es la intensidad con la que suceden las cosas. Creo que es ese el valor. Por lo menos en el toreo no está en la duración, sino en la intensidad. Fue un momento inolvidable e inexplicable. Esa tarde hubo un natural que hizo estallar la faena. Y fue una sensación… de este soy yo y esto es lo que tengo que decir”. Y todo lo que aquello supuso: “ahí resurgen todos los valores que me enseñaron, si crees en ti no hay que venirse abajo. Uno de los mayores tesoros que alberga la raza humana es la humildad ,y esa es la que te hace ver las cosas como son. Yo seguía y seguía pensando que ya llegará el día. Tuve la suerte de que fuera en Las Ventas, que todo tiene una transcendencia mayor”.

Después de terminar esta amena charla, le hice una pregunta a título personal: ¿título del libro para la siguiente temporada? Juan Mora se tomó un tiempo para responder y con una sonrisa que le delató me contestó: “apasionante”. Volvió a repetir. “Sí, apasionante. Hay motivos para ello y me vais a poder ver más”. ¡Cómo para perdérselo estamos!

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