Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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En el ruedo se pone la vida en juego, pero eso sí, a cambio de más vida
José Tomás escribe una página dorada de la historia de la Tauromaquia

"En el ruedo se pone la vida en juego, pero eso sí, a cambio de más vida"

Leo Cortijo

El Coliseo de Nimes fue el escenario propicio. Las 11,30 de la mañana del domino, 16 de septiembre de 2012, el momento preciso. José Tomás hacía el paseíllo en solitario para enfrentarse a seis toros de distintas ganaderías. La expectación en la plaza francesa no podía ser mayor, lleno hasta la bandera con todo el papel vendido.

De antracita y oro con bordado mexicano y liado con un capote de paseo inspirado en colores mexicanos, cruzó solemne el coliseo, después del cual fue obligado a saludar por insistencia del público. Todo apuntaba a día triunfal, a día de gloria, a día histórico… y casi todos los calificativos se quedaron cortos cuando el de Galapagar soñó el toreo y dejó para siempre marcada esta fecha en la historia de la Tauromaquia.

El balance de la encerrona, abrumador: once orejas, un rabo y un ‘Ingrato’ de Parladé, -que de eso tenía bien poquito-, indultado. La salida a hombros por la puerta de los Cónsules, apoteósica. Casi sacan también a hombros al empresario Simón Casas, que no se dejó, pero sí saludó. Un empresario que al término de la corrida dijo lo siguiente: “José Tomás ya ha muerto en la plaza, es Manolete resucitado”.

Personalmente, me quedo con una frase del propio torero y que retrata lo vivido hoy en el Coliseo de Nimes: “En el ruedo se pone la vida en juego, pero eso sí, a cambio de más vida”. Ahí queda eso.

 

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