Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Las lágrimas toreras de Rafaelillo
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Las lágrimas toreras de Rafaelillo
Las lágrimas toreras de Rafaelillo
Madrid. Crónica 31ª de la Feria de San Isidro

Las lágrimas toreras de Rafaelillo

Leo Cortijo

Toda la verdad con la que había toreado Rafael Rubio “Rafaelillo” al interesante y muy bueno en la muleta Injuriado de Miura, se dejó ver a todas luces al dar la vuelta al ruedo. Fue entonces cuando tras haber perdido la puerta grande por la puñetera espada, la plaza de Las Ventas, -rompiéndose a aplaudir-, quiso rendirse a sus pies, lo que hizo desnudarse al murciano, que sacó a relucir unas lágrimas de hombre y de torero. Lágrimas que hablan de la imposibilidad de camuflar, sin emocionarse, la rabia contenida de haber tirado por la borda la gloria de Madrid. Y en su caso, la gloria de Verdad. No la de bisutería que ha imperado este San Isidro. El menudo pero enorme torero no pudo estar mejor con su segundo, con el que bordó el toreo al natural más auténtico y con el que derrochó firmeza, valor, disposición y un par de coj… Lo que él sintió y lo que sentimos todos en esa vuelta al ruedo quedará para la posteridad. Me atrevería a decir que lo que se vivió para nada tiene que envidiar a otros triunfos de puerta grande. Y es que en este mundo deben prevalecer las emociones y el toreo que te llega a lo más profundo del alma, pues a veces lo numérico y lo estadístico carece de cualquier valor por lo frío que resulta. Lo de Rafaelillo trascendió todo eso. Fue especial, único y memorable.

Él se las vio con el segundo mejor del decepcionante encierro del hierro de Zahariche, del que el aficionado debe esperar mucho más. Por ser quien son y por la historia que les contempla. Corrida en el tipo de la casa, pero nula en los primeros tercios y con dos ejemplares, sencillamente, inválidos. Hubo dos ásperos y exigentes que recordaron levemente a lo más duro de esta santa casa ganadera. Y he dicho que el de Rafaelillo fue el segundo mejor porque el primero fue a manos de Serafín Marín… y qué desgracia. El catalán no pudo estar más ofuscado y dubitativo con una perita en dulce que regaló un sinfín de embestidas. El de Montcada culminó con ese una tarde muy negra, en la que nunca lo vio claro y en la que la falta de convencimiento y la nula claridad de ideas evidenciaron muchas lagunas. Discreta fue la actuación de Javier Castaño, que pechó con el lote más deslucido de la tarde. Volvió a brillar su cuadrilla, especialmente Fernando Sánchez y Ángel Otero. Lo negativo fue la cogida de Marco Galán, notable en las labores de brega. Punto negativo (uno más) para Julio Martínez, que no echó para atrás a los dos que debieron ver el pañuelo verde.

El agalgado Fogonero que abrió la última de San Isidro barbeó las tablas de salida antes de salir suelto tras cada lance en el saludo capotero de Rafaelillo. Blandeó una barbaridad y no mostró ni un ápice de fortaleza en varas ni en banderillas, para cabreo mayúsculo de un público que pidió con fuerza su devolución. Sin embargo, Julio Martínez no sacó el pañuelo verde, y cuando a las primeras de cambio el toro se echó antes si quiera de que el murciano pudiese hacer nada, la parroquia estalló abroncando de forma unánime al presidente, que aguantó el chaparrón consciente de que no había devuelto a un inválido de libro. Con semejante saldo delante, el coleta no pudo ni siquiera justificarse porque el miura apenas pudo mantenerse en pie. Al segundo de su lote, Injuriado, más largo que un día sin pan, lo recibió con una larga cambiada de rodillas antes de que al burel le faltasen unos centímetros para saltar al callejón (Sí, uno de Miura intentando saltar). Con la fuerza cogida con alfileres, se dejó pegar en el caballo sin gracia antes de que Rafaelillo brindase al público. Inició de rodillas al cobijo de las tablas para sacárselo a los medios y lograr dos primeras series a derechas con firmeza, disposición y valor. Apuntaba muy alto. Figura encajada y compás abierto a más no poder, pero todo por abajo y con verdad. Antes de pasar a izquierdas dejó un cambio de mano extraordinario. Al natural llegó lo mejor, enfrontilado, cargando la suerte y exponiendo una barbaridad. Por ese pitón fructificaron algunos compases de toreo relajado, natural y auténtico, alternados con la versión más meritoria y valerosa del enorme torero de Murcia. La emocionantísima labor al interesante miura era de premio seguro (y gordo) si llega haber hundido el estoque al primer intento, y no al tercero. La gente entró de lleno, se contagió y se cabreó tanto o más que el torero por el fallo a espadas. Por eso, le instó a dar una merecidísima vuelta al ruedo que el murcianico dio entre lágrimas, consciente de lo que había perdido. ¡Qué emoción y cuánta verdad!

Aguilero puso en un aprieto muy serio a Javier Castaño en el saludo con la capa, cuando pegado a tablas lanzó un derrote que le desarmó y le dejó expuesto. El toro se paró en seco en varas y no se puso fácil tampoco con los rehiletes, pero Ángel Otero y Fernando Sánchez solventaron la papeleta de forma notable. El de Miura midió mucho y cada minuto que pasó en el ruedo antes de llegar a la muleta le valió como tres años de universidad. Llegó muy orientado a la roja del salmantino, en la que tardeó y echó el freno de mano a mitad del viaje. Se puso muy complicado, y es que su labor fue una continua porfía por ambos pitones sin terminar de domeñar a la ingrata fiera, que con media docena de derrotes puso en tensión a Castaño y al respetable. No bajó la mano y los toques fueron demasiado bruscos. En definitiva, un Miura más en Miura, que sin mando ni sometimiento, hizo de las suyas. Su segundo, Sonajillo, se dejó empujando con un pitón en la primera vara y no se empleó tampoco en la segunda. Marco Galán, que cambió la brega por los palos, fue cogido muy feamente al banderillear. La faena muleteril fue un trago muy difícil de pasar para Castaño, que tuvo que pechar con un animal que lanzó hachazos a diestro y siniestro e hizo paradas que encogían el alma. El torero charró no titubeó en terrenos muy comprometidos y buscó la justificación por ambos lados evidenciando que con lo que tuvo delante estuvo solvente.

Velero tomó el percal de Serafín Marín con las manos por delante y la cara por las nubes, en un saludo en el que el torero las pasó canutas porque el animal no paró quieto. Se ensañó con discriminación Romualdo Almodóvar en sendas varas antes de un tercio de banderillas y una lidia para olvidar. En la pañosa catalana, el toro de la vacada de Zahariche claudicó tristemente yéndose a la arena en repetidas ocasiones, y es que sin fuerza ninguna no pudo ni con su alma, así que como para embestir con codicia y emoción…, Más bien se arrastró dando pena y deshonrando la gloria ganada por el legendario hierro. Por su parte, Serafín se puso algo pesado alargando sin sentido ante tal animalejo, a lo que sumó un lamentable uso de la espada. Mantazos por recibo del torero de Montcada a Arenoso, que cerró festejo y Feria de San Isidro. Escabechina y ensañamiento de Óscar Bernal con la puya siguiendo órdenes de su matador. Con todo y con eso, el de Miura fue una perita en dulce en la muleta, embistiendo con notable calidad, algo que no fue correspondido por Serafín, que acentuó su vulgar pegapasismo. Con fijeza, prontitud, recorrido y humillación tomó la franela del catalán, que repleto de altibajos, muleteó sin sitio, ajuste y ceñimiento. Los que no se aburrieron soberanamente con su trasteo y guardaron silencio, recriminaron con constantes pitos lo poquísimo dispuesto por el coleta. Sin ninguna claridad de ideas, se le complicó todo un poco más en la suerte suprema, que intentó ejecutar sin convencimiento ni oficio. Mala tarde.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. 31ª y última de la Feria de San Isidro. Casi lleno (23.002 espectadores) en tarde soleada y muy calurosa. Se han lidiado seis toros de Miura, bien presentados en líneas generales, en el tipo de la ganadería a excepción del feo 6º. Inválidos 1º y 3º; ásperos, exigentes y que desarrollaron sentido 2º y 5º; y muy buenos en la muleta, manejables 4º y 6º.
  • Rafaelillo (grosella y oro): silencio y vuelta al ruedo tras aviso.
  • Javier Castaño (blanco y oro): silencio tras aviso y silencio.
  • Serafín Marín (azul celeste y oro): silencio y leves pitos tras aviso.
  • Fernando Sánchez y Ángel Otero saludaron una ovación tras parear al 2º de la tarde.

Parte médico de Marco Galán: Herida por asta de toro en escroto, que produce contusión y evisceración de testículo izquierdo; y puntazo corrido en pierna izquierda. Contusiones y erosiones múltiples. Pronóstico reservado. Fdo. Dr. García Padrós.

 

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