El gran Cagancho, legendario caballo de la cuadra de Pablo Hermoso de Mendoza, falleció esta madrugada en las instalaciones de la Finca de Zaraputz, propiedad del rejoneador estellés.
El equino, salió ayer, como hacía a diario, a los potreros de la finca a gozar de su momento de paseo en libertad cuando sufrió una especie de ictus que le provocó un desmayo. Se le administró un tranquilizante y tras unos minutos, el caballo con ayuda consiguió levantarse y así ser trasladado hasta su box. Al box llegó con las fuerzas justas y sin visión, lo que pudo ser provocado por algún coágulo motivado por el ictus. El caso es que entrada la madrugada, el caballo dejó de respirar y se fue en silencio, galopando de costado hacia el olimpo equino, donde seguirá reinando con su poderoso físico.
Cagancho ha sido el caballo más importante en la carrera de Hermoso de Mendoza y sin duda el más importante de la historia del rejoneo. Posiblemente no fue el mejor, ni el más bonito, ni el más ágil. pero sí fue el que más personalidad imprimió en la plaza a todas sus evoluciones. Una personalidad cimentada en un físico barroco, un tono negro cuatralbo que lo distinguía fácilmente de todos los demás caballos, un nombre pegadizo y sobre todo un sentido del toreo que hasta entonces no se concebía en un caballo. Hubo momentos en que la popularidad del caballo estaba por encima de la del propio Pablo.
Cagancho tuvo una despedida a la altura de lo que había sido, y en su última temporada, su jinete decidió despedirlo toreando en las cuatro plazas que consideró más importantes en la carrera del caballo y del propio Pablo: Sevilla, Madrid, Pamplona y La México fueron esos cuatro escenarios, donde Cagancho en un caso único en la historia, salió por la puerta grande en las dos últimas junto y montado por Hermoso de Mendoza. Al año siguiente, por petición de la afición, esta vez sin torear, se despidió del publico de Estella. A partir de aquí, Cagancho pasó a una vida de descanso en la finca de Zaraputz, saliendo a sus pastos a galopar en libertad, padreando y viendo a sus hijos pastar y crecer en los potreros contiguos, en una vida de privilegio. Desde su retirada en 2002, nunca Pablo volvió a montar a Cagancho y solo en una ocasión lo hizo su hija Paula.