Por el piton derecho
Vicente Carrillo Cabecera
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Tres verdades y una mentira
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Tres verdades y una mentira
Crónica Madrid. Novillada de temporada

Tres verdades y una mentira

Daniel Blázquez

Tres verdades y una mentira. Quizá esa sea la frase que mejor defina el transcurrir del último festejo programado para el mes de agosto en el coso capitalino. Las verdades de tres novilleros que, a la siete de la tarde, hacían el paseíllo entre una tormenta fuera de lo común para lidiar una verdadera corrida de toros y que, gustos, oficio, conceptos, valor, etc. a parte, tienen todos los respetos de un servidor por tener que hacer frente a novillos que, precisamente de novillos, solo tenían la edad. La verdad más sólida fue la de Alejandro Fermín que se impuso a sus utreros con solvencia y dio una vuelta al ruedo al término de su primera actuación. Mazzantini y Javier de Prado, que hacían su tercer paseíllo en esta plaza, pasaron de puntillas por el coso más importante del mundo. La mentira tiene nombre propio y no es otro que el de Daniel Ramos. Entre el novillo de Madrid y lo lidiado esta tarde hay una diferencia abismal. Tome nota, ganadero: No debemos confundir el novillo de Madrid con el toro que se lidia como novillo en Madrid. Y es que, una novillada con picadores es eso, una novillada con picadores, no una corrida de toros.

No tuvo demasiada lucidez el recibo de capote que Mazzantini instrumentó a Paciente, utrero que servía para que se presentase en Madrid la ganadería citada anteriormente. Precisamente, fue este el mejor animal del envío castellonense, pues se desplazó por ambos pitones con clase y movilidad. Faena intermitente la del cordobés, en parte por culpa del viento, que se hizo notar durante toda la tarde y, especialmente, en este primer trasteo. Ligó las tandas con limpieza y facilidad, tanta como la falta de conexión con los tendidos. Lo mejor, la torería de la que dotó todos y cada uno de los remates: trincherazos, molientes, cambios de mano… La estocada, caída, fue el paso previo al primer silencio de la tarde. Un toro, en toda la extensión de la palabra, el cuarto. Serio, con cara. Puso en serios apuros a la cuadrilla en el tercio de banderillas y llegó a la muleta incierto y falto de recorrido, acusando de esta forma el excesivo castigo en varas. Trasteo sin estructura ni fundamento el de Mazzantini. Acabó con el novillo de media estocada tras dos pinchazos y fue silenciado.

Las verónicas con las que recibió Javier de Prado al segundo fueron, sin duda lo mejor de su parlamento. El novillo, manso, buscó la puerta de chiqueros desde el primer encuentro con el caballo, condición que se iría acentuando a medida que pasaba la lidia. Entro en su turno de quites Alejandro Fermín para lancear por chicuelinas antes de que el extremeño brindara al público un trasteo iniciado en los terrenos del tendido cuatro. La faena, basada en el pitón derecho, transcurrió sin eco a la vez que el temporal se iba poniendo más a la contra. Un susto al intentar torear al natural fue el preludio de dos pinchazos que dieron paso a una estocada baja. Silencio para el extremeño. No cambió el guión ante el quinto y, es que, Oleandro no paró de buscar las tablas desde que salió por la puerta de toriles. Una tanda en redondo nos hizo albergar la esperanza de que aquel manso de libro se viniera arriba en la muleta y nos regalase unas cuantas embestidas con transmisión y alegría. No fue así. Aquella tanda fue un espejismo en el insustancial trasteo del novillero. Además, marró en repetidas veces con los aceros. Debe afilar la espada para evitar tragos como el de hoy. Silencio tras dos avisos.

Alejandro Fermín regresaba a Madrid 364 días después de su último paseíllo en esta plaza y volvió a poner de manifiesto que es un torero que tiene valor y poder en sus telas, argumentos a tener en cuenta los que plantea este joven coleta cacereño. Genuflexo el recibo al tercero, con torería. Le dejó crudo en el caballo, quizá, buscando la movilidad que luego se iba a encontrar en la faena de muleta. Lo mejor llego de la mano del toreo al natural. Por ese pitón, novillo y novillero se entendieron en tandas profundas y ligadas. El toreo en redondo fue otro cantar, de ahí que buscase en el arrimón final el eco que el trasteo había perdido al cambiarse la muleta de mano. Los circulares y las manoletinas con las que abrochó su faena fueron el prólogo a una media estocada tendida y trasera. El presidente no atendió la petición de oreja y se tuvo que conformar con dar una vuelta al ruedo. El sexto, ovacionado de salida por su estampa, se quedó en eso: solo fachada. Brindó su quehacer al matador de toros de López Simón y volvió a dejar patente las formas que atesora. Optó por finalizar su labor entre los pitones, clavó las zapatillas en la arena y extrajo muletazos meritorios. De haber acortado la faena y, sobre todo, de haber andado acertado con la espada, se le hubiese reconocido de otra manera. Fue silenciado.

 

  • Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. Un cuarto de plaza en tarde lluviosa, ventosa y muy desapacible. Se han lidiado seis novillos de Daniel Ramos, serios, que no bien presentados, al tener aspecto de corrida de toros tratándose de una novillada con picadores. Resultaron deslucidos a excepción del buen 1º.
  • Manuel Fernández “Mazzantini” (azul marino y oro): silencio tras aviso y silencio tras aviso.
  • Javier de Prado (rosa palo y azabache): silencio y silencio tras dos avisos.
  • Alejandro Fermín (coral y oro): vuelta al ruedo y silencio tras dos avisos.
  • Palmas para Joselito Rus, de la cuadrilla de Mazzantini y para Yelco Álvarez y Fernando Sánchez, en las filas de Alejandro Fermín. La ganadería de Daniel Ramos tomó antigüedad. Se guardó un minuto de silencio en memoria del fallecimiento de José Cubero “Yiyo”. Gloria eterna al Príncipe del Toreo.

 

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