El que haya seguido la novillada de Villaseca de la Sagra por televisión y haya supuesto la primera toma de contacto con este municipio toledano, se ha llevado una imagen totalmente distorsionada de lo que es esta afición y de la forma que allí tienen de hacer las cosas. Nada más lejos de la realidad, la segunda del “Alfarero de Oro” supuso un borrón en su prácticamente inmaculado expediente, que se ha ganado a pulso posicionarse como uno de los certámenes más importantes para novilleros con picadores. Una identidad propia, única e intransferible que ha hecho de este pueblo santo y seña del respeto por el toro y la apuesta por el futuro. Y como hasta el mejor escribano echa un borrón, hay que romper lanzas a favor de Villaseca. Hay que empezar, en este sentido, por el impresentable encierro de Ricardo Gallardo, muy lejos de lo que realmente es el novillo de esta plaza. Y como para muestra un botón, basta con mirarse el resto de novilladas del ciclo o las que se han lidiado en los últimos años. Por otro lado, está la desfachatez y la poca profesionalidad de un presidente que concede orejas al tuntún y que devuelve toros con el tercio de banderillas ya cambiado. No es la primera vez que la lía, y como siga ocupando un cargo que, -a la vista está-, le queda muy grande, tampoco será la última. Un ayuntamiento, una corporación, una afición, un equipo humano y un pueblo no trabaja tan honrada, cabal e intensamente como para que vengan otros a desmontar el chiringuito que tanto esfuerzo ha costado levantar. Villaseca es mucho más y mejor de lo que hoy se ha visto. Tienen todo el crédito del mundo.
Dicho esto, y en lo estrictamente taurino, -que no fue mucho-, Ginés Marín ofreció lo más convincente por firmeza, maneras y disposición, aunque perdió todas sus opciones de triunfo por el muy mal uso de los aceros. Álvaro Lorenzo no se marchó de vacío, pues cortó una oreja (protestada) a su segundo, en una faena que no fue para tal. El toledano va a tener muy complicado, por no decir imposible, reeditar galardón, pues frío y desdibujado, no terminó de conectar con la tarde. Otra peluda paseó Varea del buen tercero, en la que lo mejor vino en el toreo al natural, aunque resultó muy breve. Y si los novilleros no ofrecieron su mejor dimensión, tampoco lo hizo la novillada de Fuente Ymbro, en la que los mejores fueron animales manejables y propicios para el último tercio, pero con la casta, la fuerza y el poder bajo mínimos.
Templado y despacioso saludo capotero de Álvaro Lorenzo al Jalado que abrió plaza, que sin demasiada boyantía tomó el percal del toledano, para luego blandear en varas sin apenas castigo. Tras el buen quite por chicuelinas, el pupilo de Gallardo volvió a adolecer de falta de fuerza en banderillas. Después de un buen inicio por abajo y una primera tanda a derechas de nula comunión, en la que no se acopló a la embestida a media altura del animal, firmó una segunda más templada y aseada, que a la postre sería lo mejor de todo su trasteo. Y es que todo lo demás, con muchos altibajos por atropellado y sin sitio, careció de peso y eco en el tendido. Al natural, por cierto, una serie para justificarse e insustancial. El novillero terminó por atosigar al manejable astado, que aunque descastado y blando, se dejó y pudo haber sido más lucido. Se atascó también con la espada y terminó de hundirla al tercer intento. Su segundo, Protestón, se partió un pitón por la cepa tras el primer muletazo nada más montar muleta, y el presidente, haciendo caso omiso al reglamento, mostró el pañuelo verde. Un presidente, por cierto, que volvió a demostrar que no está a la altura del cargo que ocupa. Lamentable, caballero. Como primer sobrero salió al ruedo Arisco, de El Ventorrillo, más toro que toda la novillada de Ricardo Gallardo junta, y eso hizo aflorar las palmas del respetable cuando pisó el ruedo. Manseó ostensiblemente en las dos varas, mal suministradas, que recibió. Esa condición de obviar la pelea llevó a que el trasteo de Lorenzo resultara de lo más insustancial posible. El novillo se agarró al piso, tardeó y cuando acometió fue a la defensiva. Contra eso, el de Toledo solo pudo dar muestra de su solvencia para justificarse sin apuntar nada de mayor logro. No sin antes porfiar al cobijo de las tablas, intentando sacar algo de un animal que no tuvo nada. Con todo, el público (no creo que en mayoría) pidió la oreja, y el presidente la concedió.
Ginés Marín recibió de forma estética con la capa a Calderero, que fue penosamente mal picado antes del vistoso quite del gatidano. Tras el brindis al público, inició instrumentación de rodillas en los medios del coso villasecano. A eso siguieron dos tandas a derechas en redondo aprovechando las bondades del noblón y suavón oponente de Fuente Ymbro, que se movió sin entrega ni emoción. Eso hizo que lo dispuesto por el novillero por ambos pitones no llegase arriba. Ante el remiso y poco grato contrincante, optó por el arrimón final sin haber apuntado pasajes de nota más allá de algún destello. Lo correcto de su actuación se vio muy ensombrecido por los reiterados fallos a espadas, acabando con su novillo de un bajonazo. Lanceó rodilla en tierra al segundo de su lote, Escribiente, en un saludo vistoso y variado, como también lo fue el quite tras dejarlo crudito en varas. Quietud en la planta y firmeza en el inicio por muletazos por alto en el centro del redondel, pasajes en los que ya cantó el animal su falta de fortaleza. El coleta le pidió fiesta, pero éste no estaba para muchos trotes. En la primera parte se echó en falta más templanza y pausa, y no tanto atropello. Cuando sí aplicó esas condiciones, en la segunda parte del trasteo, logró fructificar muletazos reseñables por ambos pitones del manejable cornúpeta, que sin ser un dechado de casta y fuerza, se los tragó como un pan sin sal. El novillero de Jerez, concienciado y enchufado, quiso conectar con el público a base de meterse entre los pitones de un animal derrengado por completo. De nuevo la espada le privó de tocar pelo.
Genuflexo inicio capotero de Varea al segundo Jalado de la tarde, el más justito de presentación y que empujó con la cara por las nubes y repuchando en el peto. Antes del desacertado tercio de rehiletes de Montoliú, lo mejor del quite por chicuelinas fue la primera media que sirvió de remate. Pequeño susto en el inicio de rodillas en el tercio del novillero de Almazora, que se recompuso para hilvanar dos primeras series por el buen pitón derecho del burel, acompañando la embestida con la muleta. Más entonado en el toreo con la mano zurda, por templado, pulsado y natural. Esas fueron las virtudes de su faena, a la que faltó -no obstante- mayor ajuste y exposición. Con todo, el público no terminó de entrar con el descastadido y manejable fuenteymbro, y es que faltó la chispa esencial de la emoción. Enganchado saludo capotero al Silbador que cerró festejo, que empujó con un pitón en la jurisdicción de un varilarguero que metió las cuerdas con empeño. Inicio titubeante del castellonense sin terminar de encontrarle el aire a su oponente, con pasajes a derechas de uno en uno y perdiéndole continuamente pasos. Decidió pasar a izquierdas y por ahí la labor tampoco alzó el vuelo, en tanto y cuanto el novillero no se acopló y el novillo no se entregó ni fue franco tomando el engaño. Y entre esas, sin dar el paso al frente ni lanzar la moneda al aire, Varea desistió y optó por pasaportar, de muy mala manera, al deslucido burel de Gallardo.